¿Quiere la NBA colonizar Europa?
Los estadounidenses dan los primeros pasos de su expansión justo cuando la venta récord de los Celtics muestra la distancia sideral con la Euroliga

Bill Russell con Boston Celtics, imagen de archivo. | Boston Celtics
El baloncesto europeo no termina de carburar. O no todo lo que podría. La comparación con el otro lado del océano resulta últimamente más que odiosa. El mes pasado, un tal Bill Chisholm le compró los Boston Celtics a la familia Grousbeck por 6.100 millones de dólares (5.640 millones de euros). No parece mal negocio: los Celtics levantaron el año pasado unos ingresos de 422 millones de euros. Toda la Euroliga generó 100 millones de euros en 2023, según BasketNews, que aseguraba a principios de año que, aunque aún no se saben los datos de la temporada pasada, aspiran a una subida del 15% al 20%.
Buen crecimiento, pero todavía a años luz de la NBA. De hecho, los Celtics no son los más caros. Según Forbes, el equipo más valorado actualmente es Golden State Warriors, que se iría a unos 8.130 millones de euros y tiene unos ingresos de 738 millones, en cifras de Statista. Tampoco es que haya pobres en la NBA: la media de ingresos es de 358 millones. Cada equipo. Cierto que Europa no es EEUU, pero… EEUU tampoco era EEUU hace un par de décadas: por aquí contamos que una franquicia de la NBA valía de media 200 millones de dólares en 2001. Ahora está en 4.600 millones.
Imagínese la risa en los despachos de la NBA cuando les hablan de subidas del 15% desde los poco más de 100 millones para todo un continente…
Cierto también que la lógica deportiva de EEUU es distinta de la europea. En nuestro (muy) viejo continente, los equipos tienen sus propias ligas nacionales, a las que se deben más que les pese a los ideólogos de Superligas. En el baloncesto, la idea de una competición supranacional cerrada tuvo más éxito que en el fútbol. En 2016, la Euroliga toma una senda salomónica: 13 equipos fijos y cinco invitados. Cada uno juega 34 partidos en la temporada regular, con una media de 10.383 espectadores (y un equipo de la ACB, por ejemplo, le suma otros 34, con 6.034 espectadores). Los de la NBA, 82, con una media de 22.538. La Euroliga recibe unos 100 millones de euros al año por todo su negocio comercial y audiovisual. La NBA ha vendido sus derechos de TV para las próximas 11 temporadas por unos 70.000 millones. Y así todo.
Por lo que sea, a la NBA le ha parecido que por aquí hay margen de mejora. Estos días han convulsionado el panorama explicando (o algo parecido) sus planes al respecto. Un lío. Porque no quieren pisar los callos de los actuales dueños del baloncesto europeo, básicamente la FIBA. Este mismo viernes, Zach Harper asegura en The Athletic, el brazo deportivo del NYT, titulaba: «Adam Silver [el comisionado de la NBA] tiene una idea audaz para la expansión de la NBA a Europa. ¿Es viable?».
A continuación, daba el único resumen más o menos entendible de esa idea, cuya comunicación en la conferencia de prensa del día anterior de Silver, dejó al personal de nuestro humilde baloncesto entre el desconcierto y la zozobra: «No hablamos de la expansión europea de la NBA con equipos como Sacramento y Portland haciendo un viaje de cuatro semanas a París, Praga y Múnich, como un niño rico que evita unas prácticas de verano en el bufete de abogados de su tío. Se trataría de una liga independiente en Europa que podría o no involucrar a la FIBA, el actual organismo rector del baloncesto internacional. Pero la FIBA podría participar en esta liga de 16 equipos, ya que el director de seguridad de la FIBA, Andreas Zagklis, viajó a Nueva York para responder a las posibles preguntas de los dueños de la NBA».
O sea, que la NBA quiere expansión europea ya, y ha invitado a la FIBA para no liarla. Pero, como matiza Harper, «todo está en sus primeras etapas y suena muy optimista», porque «existen algunos obstáculos logísticos», como: «¿Cuánto cuesta fundar una liga profesional completamente nueva? Una auténtica y sostenible. Si los equipos consolidados de la FIBA no logran entrar en la liga, ¿dónde conseguirán estadios? ¿Los están construyendo? ¿Pueden compartirlos con los equipos existentes en estas ciudades? ¿Hay suficiente talento fuera de la NBA, si estás compitiendo con la FIBA por jugadores, para que sea un producto viable? ¿Cómo se le quitan fans a las bases de fans europeas ya establecidas para cualquier franquicia nueva?».
Quizá haya truco. Se supone que la NBA crearía en Europa sus propias franquicias, pero hay rumores de que están tocando a clubes históricos, incluidos Real Madrid y Barcelona. Harper tira de sarcasmo: «Estoy seguro de que tienen gráficos, hojas de cálculo, portafolios y presentaciones de PowerPoint que explican todo esto. Pero me pregunto si la logística para ponerlo en marcha será viable en los próximos cinco años. Y, si la FIBA y la NBA invaden tu territorio, en algún momento tendrás que pedir una compensación desorbitada».
En la temporada 2000-2001, varios equipos intentaron escapar del yugo de la FIBA creando la SuproLeague. Entre ellos, algunos de tanta tradición como el Panathinaikos, el CSKA de Moscú o el Montipaschi Siena. Duraron un año. Pero no contaban con la marca NBA como paraguas… Desde 2016, la FIBA (asociación sin ánimo de lucro) ha unido sus destinos comerciales a IMG, que se define como una «empresa [con mucho ánimo de lucro, por lo tanto] global de deportes, moda, eventos y medios con sede en la ciudad de Nueva York».
Para añadir un poco más de confusión, Bloomberg soltó en enero la bomba de que varios inversores quieren levantar nada menos que 5.000 millones de dólares para crear una nueva liga internacional de baloncesto de seis equipos masculinos y seis femeninos. Jugarían en ocho ciudades del mundo tandas de partidos de dos semanas en cada una con un calendario similar al de la Fórmula 1. Les asesora Maverick Carter, socio comercial de un tal LeBron James…
En fin, un lío.
A mí me recuerda al barullo de aquellas películas de pioneros que se lanzaban a galope tendido con sus carretas a por las tierras vírgenes del Salvaje Oeste. En la metáfora, para aclarar, Europa sería algo así como un trozo de la Oklahoma del siglo XIX. Y nosotros… ¿los indios?