THE OBJECTIVE
Hastío y estío

Los aranceles y Mario Vaquerizo

«Piensan que hacer política consiste en estar en desacuerdo con cualquier cosa llevada a cabo por el partido rival»

Los aranceles y Mario Vaquerizo

El cantante Mario Vaquerizo. | Ricardo Rubio (Europa Press)

Les reconozco que no tengo ni idea sobre macroeconomía. Que tampoco tengo conocimientos sobre aranceles o el funcionamiento de la Bolsa. Mi profesor en este sentido es el personaje interpretado por Leonardo DiCaprio en El lobo de Wall Street. Una especie de Ábalos a la americana. Dos prototipos de belleza masculina distintos, pero complementarios. Los dos pagan un alto precio por su éxito con las mujeres. El primero tener que abandonarlas con todo el dolor de su corazón en cuanto cumplen 25 años y sus ojos tan sensibles al paso del tiempo no pueden evitar ver la vejez incipiente en ellas. Nada es más barato que lo que sólo necesita de dinero para conseguirlo.

Esto es lo que debe pensar Ábalos para justificar sus inversiones en este aspecto. Desde Teruel con amor. Putas y Putin. Este último agente más o menos secreto de su majestad Trump. Wall Street entre tinieblas y la plaza del Torico siempre luciendo en todo su esplendor. No hay color entre Teruel y Nueva York. Tampoco debería haber duda entre querer ir a un sitio o al otro. A la primera van los viajeros y a la segunda los turistas. Teruel es tierra de «Buñueles» y Nueva York de «Scorseses». Sólo la cinematografía y el arte en general acorta las distancias. En ambas hace un frío atroz, pero en la primera te dejas congelar por su belleza para convertirte en una estatua eterna más de su paisaje, y en la segunda te conviertes en el Yeti, un hombre de las nieves harapiento o con traje. 

La semana pasada la noticia fue la posible llegada de una nueva guerra mundial. La Unión Europea decidía que había que invertir en defensa unos 800.000 millones de euros. A uno le habían hecho creer siempre que era más caro un jugador de ataque como Mbappé que un defensa como Cubarsí, y ahora resulta que es al contrario. Un servidor no sabía que el escudo para protegerse estaba tan caro. Pero esta semana, esa guerra acabó sin necesidad de comenzar y se cambió por una económica, menos violenta pero más efectiva. Todo el mundo hablando de los aranceles, como si los confundieran con las tocayas de la extenista Sánchez Vicario. Otros pensando que no sabían que habían degustado un manjar del que estaba hablando todo el mundo acompañado de un estupendo vino del Somontano en una taberna ilustrada de la calle Ponzano. Y ellos quitándole importancia a esa especie de sardina salada. 

Algunos tertulianos y columnistas sudaban la camisa, la tinta de la impresora y la conexión a internet para intentar esconder su desconocimiento sobre el tema. Se encomendaban a Google o al desodorante antitranspirante para disimular las carencias. Hacer arte del «cortoplacismo». Estudiarse la lección cinco minutos antes del examen. Retener menos en la cabeza que quienes sufren de incontinencia urinaria. 

Por eso un servidor prefería escribir sobre Mario Vaquerizo y que el PP madrileño quiera ponerle su nombre a la sala de ensayo del centro cultural Galileo Galilei. De la frivolidad sí que podemos hablar y escribir todos. Hemos hecho uso de ella de manera activa y pasiva. De manera consciente e inconsciente. Como ha tomado esta decisión el Partido Popular. Como el enfado exagerado de los partidos de la oposición ante este hecho. A todo el mundo le da igual como se llame una sala que va a ser utilizada por unos grupos que hasta hoy tampoco le importaban a nadie. Todos sabemos que no les interesa encontrar un nombre de consenso. Piensan que hacer política consiste en estar en desacuerdo con cualquier cosa llevada a cabo por el partido rival. Menospreciar a Mario Vaquerizo por no ser un representante adecuado ni de nuestra cultura ni de nuestro arte.

Puedo estar de acuerdo en ello, como canta y como son las letras de su grupo musical son la antítesis de las realizadas por Dylan, Cohen, Sabina, Calamaro o Robe Iniesta. Pero en la izquierda se ha ensalzado a un pseudopoeta como Luis García Montero por perpetrar atentados contra la belleza literaria. Lean sus poemarios o sus artículos en prensa de los últimos años. Si encuentran algo que les deslumbre vayan al oftalmólogo y que les recete unas gotas para curar la fragilidad de sus miradas. Pero se ha sabido mover muy bien en ese lugar donde se mezcla el poder político con el cultural. Eso sí que se lo ha trabajado a pico y pala. Tanto que la primera decisión que tomó Pedro Sánchez tras ser nombrado presidente del Gobierno fue nombrarle a él director del Instituto Cervantes. Antes incluso que a «ayudar» a su hermano y a su mujer a encontrarles unos puestos de trabajo a las alturas de sus méritos. 

La frivolidad manifiesta la entendemos todos. La superficialidad. El ninguneo al pueblo. Los favoritismos. Creo que lo de los aranceles va de lo mismo, pero envuelto en una capa de supuesta profundidad donde conceptos como la geopolítica y la macroeconomía se mezclan para que sean a la vez digeridos e intragables por los ciudadanos de a pie. Por si acaso esta vez sí que se mantiene en el tiempo esta guerra arancelaria, voy a sacar mis cuatro duros del banco para comprarle a mi sobrina una muñeca. Una Nancy tan rubia como ella.  

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D