The Objective
Hastío y estío

Con Reyes me río, con Soto Ivars razono

“Es una lástima que una persona con la inteligencia de Joaquín Reyes haya comprado el paquete completo de un presunto progresismo que sólo sabe avanzar hacia atrás”

Con Reyes me río, con Soto Ivars razono

Joaquín Reyes y Joaquín Soto Ivars, durante su conversación. | Foro Cultural

El Foro de la Cultura subió el pasado sábado a su canal de YouTube el debate entre el humorista Joaquín Reyes y el escritor y periodista Juan Soto Ivars. El tema a tratar era la censura y la cultura de la cancelación. Moderó la conversación la periodista Marta Fernández con la neutralidad propia de un suizo que no se moja ni en un café con leche. No sé qué quienes son más peligrosos, los que se alimentan y defienden una dieta basada en la bollería industrial, o los que apoyan la cultura de cancelación, esos nuevos inquisidores del siglo veintiuno.

Joaquín Reyes empezó el debate negando la mayor. Según él, no era cierta la cultura de la cancelación. Un negacionismo este, bien visto por los que defienden los postulados más progresistas y la cultura woke. Donde no llegaban sus argumentos metía una chanza o gracieta, donde en eso sí que es imbatible. Como humorista es sensacional, pero viéndosele el plumero también. No le importa que se le vea de qué pie cojea mientras pueda seguir jugando el partido de fútbol benéfico de artistas contra famosos, y poder hacer uso de su poderoso “zurdazo”. Un servidor, por suerte, no tiene que jugar ningún tipo de partido, pero ni siquiera lo haría si mis virtudes fueran las de Dembelé, y ejerciera de ambidiestro. Prefiero quedarme en el banquillo y que me juzguen como amputado. 

Soto Ivars, listo como él solo, sabía que el protagonismo lo había acaparado el humorista. Aceptó el papel de actor secundario sabedor que son ellos los que hacen que realmente merezca la pena ver la película. El protagonismo es estomagante, una palabra muy utilizada por Joaquín Reyes, lo cual le agradezco para asegurar que lo que digo es cierto. Un ser redundante en su histrionismo que tape unos argumentos con poca base y aún menos sólidos. Reyes decía que en las redes sociales no se censuraba a nadie, ni se intentaba su muerte profesional y moral. Las razones que daba es que ninguna persona que había sufrido estos ataques, había dejado de trabajar o de hacer las cosas que hasta ese momento desempeñaba.

Como argumento no puede ser más endeble. Demasiado piar para que lo más sólido que quede sea una cagarruta de paloma. Querer censurar o cancelar a alguien por no coincidir con el mensaje expresado por la persona en cuestión, no era algo malo porque nunca había conseguido su objetivo. Esto es como decir de un supuesto gobierno democrático que va quitando libertades a sus ciudadanos, y cuya separación de poderes fuera desapareciendo poco a poco para ser absorbidos por dicho ejecutivo, que no es un gobierno tiránico, fascista o autárquico, lo que ustedes prefieran, porque de momento no ha conseguido imponerse del todo en estos preceptos. Querer acabar con alguien, pero como no lo has conseguido, y la víctima de dicho ataque sigue vivito y coleando, no poder decir que los agresores lo son, y mucho menos decir que son unos tiranos o destacar su despotismo. Que la libertad se encuentre en que el que quería quitártela no lo haya conseguido, y tener que estar agradecido por ello, con el que quería ser tu carcelero. Que en el fracaso del objetivo se encuentre la virtud del mismo. Un “win win“, que dicen los modernos. 

Soto Ivars defendía la libertad de expresión a ultranza, como debe ser. Pero para Joaquín Reyes el humor sí que tenía límites. Delimitados como no por las víctimas que a él le parecían serlo. No le gusta la palabra “ofendidito” pues la ve una manera de menospreciar a quien se ha sentido herido por un comentario. Muy sensibilizado con las supuestas víctimas, pero muy poco con la persona con la que debatía, a la que apenas miró a la cara mientras argumentaba, y al que intentaba ningunear con chistes fáciles que no estaban a la altura de un humorista que hizo vanguardia inventándose el universo chanante. 

Es una lástima que una persona con la inteligencia, rapidez y frescura de Joaquín Reyes haya comprado el paquete completo de un presunto progresismo que sólo sabe avanzar hacia atrás. Una tortuga que acelera hacia un caos tan duro como su caparazón. Que haya comprado que los preceptos que hoy en día vende su ideología, estén por encima de la razón y del Estado de derecho. Creer que una persona es una víctima por el hecho de ser mujer y no porque los hechos lo demuestren. Querer castigar calentones en las redes sociales que no van a ningún sitio, y como mucho al del mal gusto, si lo que se ataca no te gusta, pero permanecer callado si se ataca a alguien al que tú también atacarías. Que la verdad deje de ser importante cuando lo que hay que hacer es ganar la batalla sea como sea. Una sensibilidad interesada, y por tanto vacía. La nada que lo quiere todo.

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