Residuos orgánicos
«Allí estaba toda la ‘troupe’ de Telecinco, trasvasada casi en su totalidad a excepción de Jorge Javier Vázquez, a La 1»

Algunos de los miembros de la recién alumbrada 'Familia de la tele'. | TVE
La nueva dirección de TVE se ha cubierto de algo muy oscuro y pestilente con el programa de entretenimiento La familia de la tele. Una televisión pública que pagamos todos no puede convertirse en un contenedor de basura –que, además, se supone costoso– como el que el espectador medio tiene que soportar a partir del lunes. Por fin, gritaban alborozados sus protagonistas, el sueño se convertía en realidad después de dos intentos fallidos debidos al fallecimiento del Papa y el gran apagón eléctrico del que todavía no sabemos la causa.
El primer día deleitaron a sufridos televidentes como yo con una mayúscula horterada de desfile donde no faltó nada: música pop, regional, charanga, gigantes y cabezudos y recuerdos con carrozas de personajes que triunfaron en su día en la pequeña pantalla y en el mundo del espectáculo. A punto estuvo de estropearse el invento porque comenzó a chispear. Tuvieron suerte en esta ocasión tras tantos aplazamientos, aunque al final las dos introductoras del chirriante evento, Cayetana Guillén y la veterana y jubilada periodista deportiva Paloma del Río, tuvieron que enfundarse en un plumas, muertas de frío.
Allí estaba toda la troupe de Telecinco, trasvasada casi en su totalidad, a excepción de Jorge Javier Vázquez, a La Primera. Estamos en nuestra casa, exclamaban amenazando que «hemos venido para quedarnos». Nos anunciaban a gritos que la habían expropiado y yo sin darme cuenta. Era el infame Sálvame en versión TVE con algunas pinceladas de información un puntito más seria, como la banda de María Patiño y Belén Esteban se encargaba de contarnos. Menos mal. Tendremos secciones como el cuidado de la salud, la alimentación, la cocina o la jardinería. Pero naturalmente la chicha estará en las noticias del corazón, en el chisme. Ya nos anunciaron que nos informarán de todo y de más: de la monarquía, los noviazgos de la princesa Leonor, los escándalos de cama de artistas y un largo etcétera. De política, creo recordar, nada comentaron. Puede estar tranquilo Pedro Sánchez, que no le harán pasar un mal rato. Y si osan hacérselo, el programa se funde en negro como lo del lunes de hace una semana. Y aquí paz y mañana gloria.
Uno se preguntaba el día del estreno qué tenían que celebrar esta panda de «entretenedores», que como bien indicaba una de ellas, con lágrimas en los ojos, Lydia Lozano, somos «una familia». «Hemos pasado Navidades, Nocheviejas y tantas otras fiestas juntos. Hemos reñido a veces, pero al final volvemos a estar bien acompañados porque nos queremos».
Era como observar una España de color sepia ahora que justamente no sabemos qué nación somos. Patiño, en su calidad de presentadora, dirigía a la banda el lunes desde los alrededores de Torre España –aquí es donde se hacen los Informativos, gente seria, nos explicaban– vestidos de fantasía pseudo infantil parodiando a los personajes del Mago de Oz. Cada vez más intensos, más profundos –es un decir–, se topaban con una Paula Vázquez vestida de policía, que les informaba que tenían que llegar al Estudio Cinco de Prado del Rey, a 28 kilómetros del Pirulí, por sus propios medios, sin servirse de dinero ni de móviles. Una hazaña.
Allí fuimos encontrándonos de nuevo con, además de Patiño y Belén Esteban, que ha ganado peso, a prehistóricos como el incombustible Kiko Matamoros (no se sabe si es él u otra persona tras tantas cirugías estéticas), Chelo Cortés y algunos fichajes más, algunos de los cuales promete «tardes de gloria» como Inés Hernand, que se hizo famosa en los Premios Goya por sus alabanzas directas a Sánchez y que el lunes se presentó a nosotros, a quienes seguíamos ojipláticos el aquelarre, como abogada, escritora, periodista e influencer. Sólo faltó que me dijera que es una gran conocedora de temas energéticos. Sin venir a cuento, gritó en un momento «Viva el rey Emérito». No tuvo seguidores. Se hizo el silencio, aunque bien poco duró.
Belén estaba como es ella, en su casa, que por cierto esta de TVE es suya, pero también mía y de los sufridos españoles. Habría que decírselo especialmente a la nueva cúpula dirigente. Se movía con dificultad la pobre porque tiene problemas con una pierna. Lógicamente, no paraba de hablar. No sé bien si para decirme que no daba crédito dónde estaba (yo tampoco) o para contarme que le ha «exigido» a David Broncano que vaya al programa tan pronto pueda. Broncano, fichado a golpe de talonario por la nueva dirección del ente público, no pasa sus mejores momentos de audiencia. Comenzó muy fuerte pisándole los talones a Pablo Motos, pero últimamente le ha entrado la pájara. Tuve oportunidad de ver la entrevista que le hizo a Ricardo Darín hace unos días y me pareció bastante mala. Pretendió bromear con la muerte de Bergoglio y el invitado le cortó en seco.
Pero la banda familiar que amenizará a partir de ahora las tardes de TVE nos guardaba el lunes algunos secretillos más, que los dejó casi para el final de la jornada de estreno. Eran como cardenales in pectore, ahora que nos sabemos de memoria la jerga vaticana. ¿Quiénes serían? ¡Por Dios, me iba a comer la funda del sofá y dar una patada a la mesa! Calma, hombre, paciencia, me dije. No fueron grandes bombazos. Una de ellas era la hija de Rocío Jurado, Rociíto, que se le veía incómoda, no sé si por el frío y con pocas ganas de charla. Y la otra, en cambio, todo amabilidad pese a su embarazo de ocho meses: Isa Pantoja. Debo confesar que si pongo, un suponer, a Broncano y a Isa en un debate de oratoria gana ella por goleada. Construía bien las frases, y eso es de agradecer para nuestra querida familia televisiva, e irradiaba educación. En el segundo día, en realidad la jornada del estreno, la troupe centró parte del problema en ella. Allí, debo agradecerles, me enteré de que, al parecer, la cantante y la hija no se llevan bien desde no sé cuánto tiempo. No sé si antes o después de Sánchez como yo me guio desde hace siete años cuando hablo de calendario.
De repente, pensé que nada de lo que estaba viendo y que milagrosamente no me produjo ardor de estómago era real. Soñé que me adentraba en la comedia italiana y mi cerebro me condujo a una sarcástica película de Dino Risi. I mostri, creo que se llama, donde Vittorio Gassman y Ugo Tognazzi destrozaban la sociedad italiana de los sesenta con una serie de episodios.
La familia de la tele es un poco eso, va de monstruosidades enormes, increíbles, insufribles, monstruos que nos ponen frente al espejo de lo que el poder quiere que seamos. ¿Pero así realmente soy yo? ¿Así somos en este país? Alguien tiene que poner freno a tal desbarre. Yo, que de paciencia no voy sobrado, cogí el televisor y lo arrojé al vacío. Recomiendo que hagan ustedes lo mismo hasta que los monstruos de la tele se vayan por donde vinieron. La televisión pública no debe ser granero de tanta bazofia.