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Opinión

Qué podemos aprender de Milei en la UE

“Exigir la abolición del curso forzoso del euro para recuperar la libertad monetaria no es una extravagancia: es la conclusión obvia tras dar”

Qué podemos aprender de Milei en la UE

El presidente argentino, Javier Milei. | Europa Press

Después de evitar la hiperinflación (la inflación anualizada de precios mayoristas de diciembre de 2023 fue 17.700%), conseguir superávit fiscal desde el primer mes (el déficit total heredado de la gestión kirchnerista equivalía a 15% del PIB) y sanear el balance del Banco Central (que se recibió con reservas netas negativas de USD 11.000 millones, además de importaciones impagadas por otros USD 50.000 millones), la política económica del gobierno de Javier Milei entró en una nueva fase: el estímulo a la “dolarización endógena”.

En lugar de dolarizar mediante el canje compulsivo de pesos argentinos por dólares, a un tipo de cambio arbitrario, la concepción libertaria de la cosa pública de Milei le hace preferir el camino de la voluntariedad: dar libertad para que la gente elija la moneda de su preferencia.

Durante décadas, los gobiernos argentinos (excepto los de Carlos Menem y Fernando de la Rúa), incapaces de cuadrar las cuentas públicas, financiaron al menos parte del déficit fiscal con emisión monetaria. Una estafa continuada a los tenedores de pesos argentinos, que veían como la moneda que eran forzados a utilizar perdía valor continuamente.

Como la gente no es tonta, buscó la forma de defenderse. Y así aprendió a deshacerse de sus pesos tan pronto como podía para comprar cosas que necesitaba o dólares norteamericanos. El dólar se convirtió en la moneda elegida para ahorrar y para fijar los precios de grandes transacciones (como la compraventa de inmuebles). 

Los gobiernos embaucadores, conscientes de que esa huida de los pesos limitaba su capacidad estafadora, fueron imponiendo múltiples trabas, multas y persecuciones. Los argentinos pasaron a ser considerados evasores potenciales. Eso se traducía en un mayor precio del dólar “paralelo”, que tenía una brecha creciente con relación a la cotización “oficial” del mismo.

No se sabe cuántos dólares tienen los argentinos “debajo de sus colchones” o en cajas de seguridad; serían decenas de miles de millones o incluso cientos de miles de millones.

El gobierno de Javier Milei busca la libre utilización de ese dinero, partiendo de un cambio de foco: en lugar de considerar como delincuentes a quienes atesoraron dólares, el gobierno pasa a verlos como personas que se defendieron de la agresión estatal. No hubo delito, sino protección de lo propio. Por lo tanto, no cabe castigo, sino libertad para disponer de lo ahorrado.

Eso se traduce en el levantamiento de decenas (¿cientos?) de controles, regulaciones, formularios, permisos y demás, que eran la forma en la que los gobiernos anteriores intentaban estafar al máximo posible a los ciudadanos. Así, el dólar iría teniendo una mayor presencia cotidiana en todo tipo de transacciones, “compitiendo” y, eventualmente, desplazando al peso. Unos dólares que luego llegarían al sistema bancario en forma de depósitos y, en una etapa posterior, financiarían nuevo crédito.

La mayor torpeza que podría cometerse en el mundo desarrollado sería ver estas medidas de Milei como una excentricidad. Como algo impropio de países avanzados. Sería una gran torpeza porque los países de la Eurozona, por ejemplo, aunque en una escala menor, también sufrieron la estafa inflacionaria del Banco Central Europeo, que se dedicó a emitir euros comprando bonos de los gobiernos que, así, podían financiar casi gratis su despilfarro.

Dar a la gente la posibilidad de pactar libremente qué moneda utiliza en sus contratos, salarios, cuentas bancarias o cualquier transacción, no es ninguna excentricidad. Es una de las mayores libertades que nos fueron arrebatadas, con la consecuencia lamentable de mayor inflación y recurrentes crisis económicas provocadas por las manipulaciones de los bancos centrales.

Si tan seguros están de la calidad de la moneda que emiten, ¿por qué no aceptan la competencia de otras monedas? ¿Por qué prefieren mantener un monopolio cada vez más férreo, ahora con la introducción de un “euro digital”? Porque su plan es seguir estafándote, como mínimo, un 2% anual (tal el objetivo de inflación), además de poder controlarte, mediante la herramienta digital, en un extremo que ni Hitler ni Stalin hubieran podido imaginar.

Exigir la abolición del curso forzoso del euro para recuperar la libertad monetaria no es una extravagancia: es la conclusión obvia tras darse cuenta de que los bancos centrales son una herramienta demasiado poderosa en poder de los políticos, que siempre es usada contra los intereses de la gente (en rigor, solo sirve para eso).

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