The Objective
Hastío y estío

El lujoso veraneo de Pedro Sánchez

«¿Qué mejor lugar para olvidar los titulares que un oasis de lujo pagado por el Estado?»

El lujoso veraneo de Pedro Sánchez

Pedro Sánchez y su familia acceden al recinto del Palacio de La Mareta en una furgoneta blanca marca Peugeot. | Adriel Perdomo (EFE)

En un país donde el contribuyente se aprieta el cinturón hasta quedarse sin aire, Pedro Sánchez, nuestro incombustible presidente del Gobierno, ha decidido que el verano es para disfrutarlo a lo grande, como si el erario público fuera su hucha personal. Una vez más, el líder del PSOE ha elegido el Palacio de La Mareta, en Lanzarote, como su refugio estival, un enclave que destila lujo y exclusividad, pero que pagamos todos. Porque, claro, ¿quién necesita un hotel de cinco estrellas cuando tienes a tu disposición una residencia de Patrimonio Nacional?

La Mareta no es precisamente una humilde casita de playa. Hablamos de un complejo de 30.000 metros cuadrados con dos piscinas, un lago artificial, canchas deportivas, un helipuerto y acceso privado al Atlántico. Todo un paraíso terrenal que el rey Hussein de Jordania regaló a Juan Carlos I en 1989, y que Sánchez ha convertido en su particular palacio veraniego. ¿El coste de mantenimiento? Unos «modestos» 10.000 euros al mes, según estimaciones, que no incluyen las reformas que el presidente exigió en 2018 para adaptar el palacio a sus refinados gustos. Porque, al parecer, el aire acondicionado y los sistemas de seguridad de un palacio real no estaban a la altura de las necesidades de nuestra «sanchidad».

Sánchez llega a Lanzarote con un séquito que haría palidecer a un emperador romano. Nada menos que 40 agentes de la Guardia Civil, según algunas fuentes, se han desplegado para blindar La Mareta, ampliando el perímetro de seguridad de 200 a 400 metros. ¿Y quién paga los vuelos, dietas y alojamiento de estos agentes? En muchos casos, ellos mismos, adelantando dinero de su bolsillo mientras el Ministerio del Interior decide si se lo reembolsa o no. Una gestión tan eficiente como la del resto de la legislatura. Pero no se preocupen, porque Sánchez, su esposa Begoña Gómez y sus hijas viajan cómodamente en un Falcon o en un helicóptero Súper Puma, vehículos blindados contra cualquier crítica, literal o figurada.

Y luego está el equipo médico. Once doctores, nada menos, conforman el dispositivo sanitario que vela por la salud del presidente y su familia. ¿Es que Sánchez padece alguna dolencia desconocida que requiere un hospital de campaña? ¿O es simplemente que el estrés de gobernar entre escándalos requiere un equipo de médicos a su disposición? Porque, mientras los ciudadanos de a pie batallan por una cita en la Seguridad Social, el presidente se asegura un séquito médico digno de un jeque. Ironías de la vida: el líder del partido que defiende la sanidad pública disfruta de privilegios que ni el mejor seguro privado podría ofrecer.

No podemos olvidar a Begoña Gómez. Investigada por presunto tráfico de influencias y corrupción en la Universidad Complutense, Begoña parece inmune al escrutinio mientras se pasea por los jardines de arena volcánica del palacio. ¿Qué mejor lugar para olvidar los titulares que un oasis de lujo pagado por el Estado? Los rumores sobre los negocios de su difunto padre, Sabiniano Gómez, y sus saunas de dudosa reputación, no parecen perturbar la tranquilidad de la pareja. Al fin y al cabo, en La Mareta, las cámaras no llegan y los escándalos se diluyen entre las palmeras.

La oposición no ha tardado en alzar la voz. Figuras como Oswaldo Betancort, de Coalición Canaria, y Astrid Pérez, del PP, han pedido que Sánchez busque otro destino vacacional, acusándolo de usar La Mareta como un «refugio» frente a la «tormenta política» que lo persigue. «No es bienvenido», han dicho, señalando que su presencia «contamina» la isla. Pero Sánchez, con esa mezcla de audacia y desdén que lo caracteriza, hace oídos sordos y se atrinchera en su fortaleza insular, rodeado de buzos que rastrean la costa y agentes que velan por su seguridad. Porque, ¿quién necesita el cariño del pueblo cuando tienes un palacio, un Falcon y un cordón policial?

En un Gobierno donde la transparencia es un eslogan y la austeridad un chiste, las vacaciones de Sánchez en La Mareta son un recordatorio mordaz de que los privilegios del poder están por encima de las penurias del ciudadano. Mientras los españoles pagan la factura de su descanso, el presidente se refugia en un paraíso de lujo, ajeno a las críticas y los abucheos. Quizás, en su próxima escapada, podría probar un camping en la Costa Brava, sólo para variar. Pero, claro, eso implicaría bajarse del pedestal, y Pedro Sánchez no parece dispuesto a renunciar a su trono vacacional. Qué siga el espectáculo, que lo pagamos nosotros.

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