The Objective
Hastío y estío

Cuando la grasa vale más que lo saludable

«Es como si en el diccionario particular de estos caballeros oscuros, el vicio calórico superara a la virtud vegetal»

Cuando la grasa vale más que lo saludable

Unas chistorras descansan sobre unas hojas de lechuga bajo la luz del sol. | KamranAydinov (Freepik)

No sé ustedes, pero un servidor sigue perplejo ante la nomenclatura utilizada para referirse a los billetes de 500 euros y a los de 100, las famosas chistorras y lechugas. ¿Por qué diablos le dan más valor a un alimento rico en colesterol y grasas saturadas que a una fresca lechuga cultivada en una tierra generosa, regada con el sol de Murcia o el mimo de la huerta valenciana, cuyos efectos tras ser ingerida son beneficiosos para nuestra salud? Es como si en el diccionario particular de estos caballeros oscuros, el vicio calórico superara a la virtud vegetal. Y no es un mero capricho semántico, que «comían» más de la primera que de la segunda, lo demuestran además de sus privilegiadas maneras de vivir, sus abultados y voluminosos estómagos, que asoman como testigos evidentes de banquetes interminables donde el jamón ibérico eclipsaba al brócoli al vapor.

Pero vayamos al fondo de esta paradoja gastronómica-política. Tenemos un Gobierno que da más valor al placer instantáneo que deja siempre el cerdo en nuestras papilas gustativas, que no a lo saludable de comerse una lechuga en una ensalada rodeada de tomates madurados al sol, cebollas crujientes, pepinos y otras exquisiteces de la huerta española. ¿Qué le parecerá a la ministra de Sanidad, Mónica García, esa publicidad nefasta para su negociado? Ahí está ella, predicando contra las grasas y los azúcares, mientras sus compañeros de filas rebautizan el dinero negro con nombres que glorifican el embutido y marginan a los vegetales. «¡Señora ministra, que las chistorras son bajas en sodio si las comes con lechuga!», le dirían estos dos, y ella, con cara de haber mordido un limón ecológico, tendría que convocar una rueda de prensa para desmentir que el Plan Nacional de Alimentación incluye «corrupción calórica».

Permítanme una defensa a ultranza del sector ganadero y del consumo de cualquier tipo de carne, porque no todo es culpa del cerdo en esta farsa. Al contrario, el ganadero español, ese trabajador de botas embarradas y manos callosas que cría cerdos en las dehesas extremeñas o vacas en la Sierra de Guadarrama, es el verdadero héroe de nuestra mesa. ¿Quién osa demonizar la carne cuando es el pilar de nuestra dieta ancestral, rica en proteínas que fortalecen nuestro cuerpo y nuestra mente? En nuestro país prohibir la carne sería como vetar el flamenco en una boda gitana. Coman carne, de vaca, de cordero, de cerdo o de lo que les dé la gana. Es patrimonio cultural y una economía rural que hace viable y sostiene a familias y pueblos enteros contra su despoblación. Y es que todos sabemos que Ábalos es de los menos indicados para hablar de los «pecados de la carne». Le gusta tanto «vivita y coleando» sobre una cama de Parador, o sobre un plato de una vajilla de Bohemia en un buen restaurante de Praga o de Madrid, eso sí, ambas pagadas de manera kafkiana.

En un Gobierno tan ecológico y verde como nos pretenden hacer ver que es este, extraña tener un presidente que viaja en Falcon con casi la misma asiduidad que usted coge el metro o el autobús para ir al trabajo, y el poco valor que le dan a los vegetales. ¿Dónde está la oda a la lechuga, a esa hoja humilde que absorbe el nitrógeno del suelo sin quejarse, que hidrata el cuerpo y limpia el hígado de excesos? En lugar de eso, priorizan las chistorras, símbolo de un hedonismo grasiento que choca con su retórica de huertos urbanos y menús veganos.

Esta nomenclatura corrupta no es solo un juego lingüístico, sino uno donde lo calórico y efímero prima sobre lo nutritivo, ético y legal. Ojalá la justicia, esa ensalada implacable, les sirva a estos dos una ración de lechugas a la cárcel, sin chistorras como plato principal. Porque al final, como en toda dieta sensata, lo que sobra es la grasa, la impunidad.

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