The Objective
Hastío y estío

Juan del Val y mi envidia a medias

«¿Dónde está la transparencia? Es un club privado disfrazado de concurso abierto, y no estaría mal si lo reconocieran»

Juan del Val y mi envidia a medias

Gala de entrega del Premio Planeta de novela 2025. | Lorena Sopena (EP)

El Grupo Planeta, ese coloso editorial que todo lo abarca –desde libros hasta antenas de televisión–, decide regalar un millón de euros a un manuscrito que, supuestamente, brilla entre miles. Este año el afortunado ha sido Juan del Val, con su novela Vera, una historia de amor. Un título que suena a telenovela de sobremesa en Antena 3, cadena donde, casualmente, del Val colabora como tertuliano en El hormiguero. ¿Coincidencia? Por favor, en España las coincidencias solo existen en las encuestas del CIS.

1.300 manuscritos fueron enviados al concurso, según los organizadores. La mayoría aspirantes anónimos, escritores de trinchera que han sudado sangre sobre teclados gastados, enviando sus obras bajo seudónimo para que el jurado, ese misterioso cónclave de sabios literarios, los evalúe con imparcialidad. Y, de repente, ¡zas! El ganador es un tipo que no solo es famoso por casarse con Nuria Roca y por soltar perlas en prime time, sino que trabaja en el mismo ecosistema mediático que el Grupo Planeta. Atresmedia es parte de ese engranaje. ¿Es esto un premio literario o una bonoloto interna para empleados destacados? Uno se pregunta si el jurado, con figuras como Carmen Posadas al frente, no habrá confundido el sobre con el currículum de del Val con el de su prosa.

No me malinterpreten, no dudo de que del Val sepa juntar palabras. Ha publicado nueve libros con títulos como Bocabesada o Parece mentira, que se venden como churros en las librerías y ferias del libro. Pero ¿el mejor entre 1.300? El silencio del jurado es ensordecedor. Ni una explicación detallada sobre por qué esta «historia de amor con matices políticamente incorrectos», como la describió Posadas, eclipsa a las demás. ¿Acaso temen que, si hablan, revelen que el criterio no fue la excelencia literaria, sino el potencial de ventas? Porque, seamos sinceros, del Val con su presencia en El hormiguero garantiza que la novela vuele de las librerías a las marginadas estanterías de los hogares españoles. El Premio Planeta no premia literatura, sino marketing. Es un engranaje más en la maquinaria del Grupo Planeta para dominar el mercado, disfrazado de mecenazgo cultural.

«Se escribe para la gente, no para una supuesta élite intelectual». Como si él fuera el mesías de las masas bajando del Olimpo televisivo para regalarles palabras accesibles. Querido Juan, si escribes para «el pueblo», bien por ti, pero permíteme dudar de qué pueblo hablas. ¿El embrutecido por realities y tertulias gritonas? ¿El que no discierne la literatura de un conjunto de frases con menos sustancia que un discurso de Yolanda Díaz? Porque, si es ese, enhorabuena, has encontrado tu nicho. Escribes para el pueblo que no tiene espíritu crítico. Gente como María Pombo, esa influencer que dijo que no se era peor persona por no leer. Pombo reconoció que leía muy poco, libros relacionados con las cosas que le gustan como la moda. Y tiene razón, no son peores personas, pero sí menos juiciosas.

«Es muy de España que una supuesta élite intelectual descalifique las novelas que se venden», dijo en una entrevista. Esa envidia tan española que usan los mediáticos para desarmar las críticas. Y puede que tenga algo de razón, la mayoría de la gente está harta de injusticias. De ver cómo el trabajo duro y la excelencia no se corresponden con recompensas. De que, en este país, lo que se premie sea estar en el lugar justo y en el momento adecuado. Un servidor reconoce que envidia la cuantía del premio, un millón de euros. Con eso podría vivir con muchísimas más comodidades, pagar facturas sin sudores fríos, viajar sin low-cost, y mientras tanto soñar con un techo propio. Pero lo que no puedo envidiar son ni la prosa ni el estilo literario de Juan del Val.

Estos últimos días, las redes sociales han sido un festival de extractos de su escritura, y no precisamente para alabarle. Tomemos esos momentos presuntamente eróticos que circulan por X. Frases donde el erotismo se evapora como agua en el desierto, dejando al lector con la libido por debajo del subsuelo. Ni siquiera las pastillitas azules, esas que, según la exmujer de Ábalos, tanto gustan al exministro, podrían resucitar el asunto. O ese fragmento donde una maleta azul da vueltas y vueltas, mareándonos sin decir nada sustancial. Uno lee y siente ganas de abrirla para vaciar su nada existencial. Año tras año, ganadores mediáticos del grupo como Sonsoles Ónega y Juan del Val, el premio Azorín de Novela para Mónica Carrillo, co-presentadora junto a Matías Prats de los telediarios del fin de semana de Antena 3 y premio también gestionado por Planeta, aseguran ventas, pero ¿literatura perdurable? Lo dudo mucho. El jurado calla, el grupo celebra, y los aspirantes anónimos se tragan la bilis.

¿Dónde está la transparencia? ¿Por qué creer en los seudónimos y no en los unicornios? Es un club privado disfrazado de concurso abierto, y no estaría mal si lo reconocieran. Una empresa privada que decide libremente, como no puede ser de otra manera, a quien entregar un premio de gran cuantía con criterios que tienen que ver con la recuperación más rápida de esa gran inversión para a partir de ese momento lograr la máxima rentabilidad, como debe ser el objetivo de cualquier empresa. Querer «vendernos» un producto democrático que se desarrolla de manera horizontal donde se tiene en cuenta la opinión de los «trabajadores-miembros del jurado» no solo es poco creíble en un sector empresarial donde la jerarquía es quien toma siempre las decisiones, ya que se juega su patrimonio y la viabilidad del negocio. Sería entendible si lo reconocieran, cada uno invierte o gasta su dinero como quiere, pero la opacidad y el oscurantismo que rodea al premio en los últimos años hacen que ser malpensado sea pensar de la manera más correcta posible. 

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