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La muerte de Tadzio

«Es triste hacer la necrológica de Björn Andrésen y que solo encontremos al Tadzio, ya inmortal»

La muerte de Tadzio

Imagen de archivo del actor sueco Björn Andrésen. | Filmin

El pasado 27 de octubre se dio a conocer la muerte (ocurrida, al parecer, dos días antes) del actor y compositor sueco Björn Andrésen, nacido en Estocolmo en enero de 1955. Tenía pues 70 años. Pero Björn debía casi la totalidad de su fama mundial a haber interpretado con 15 años a un icono de la belleza efébica, que es el Tadzio de la novela de Thomas Mann La Muerte en Venecia (1912) llevada con lujo y calidad al cine en 1971 por Luchino Visconti y titulada -sin el artículo- Muerte en Venecia. Como solía, Visconti cuidó al máximo los detalles del filme, y naturalmente parte básica habría de ser el actor jovencito que interpretara, pusiera imagen y sentido, pues no habla, al muchacho Tadzio de buena familia polaca. Tadzio en polaco viene a ser el nombre familiar de Thaddeus. Para encontrar esa imagen que en verdad devendría icónica, un canon de cierta belleza masculina, el director milanés emprendió un periplo de castings por el norte de Europa, donde vio a cientos de púberes o adolescentes. Era muy exigente y no hallaba al chico, hasta que, como una iluminación, Tadzio apareció en Estocolmo a fines de 1970. Todo quedó plasmado en el documental (1970) del propio Visconti En busca de Tadzio. Nada más verlo, Visconti supo que ese era el jovencito, alguien que había sido llevado al casting por su abuela, pues no había padres. Björn Andrésen, de muy perfecta belleza, bordó el papel del muchacho que, en una Venecia infectada de cólera, atrae al escritor -músico en la película- Gustav von Aschenbach, de Múnich. Aunque Dirk Bogarde, el gran actor británico que interpretaba a Gustav, comentaría que durante el rodaje de la cinta (Visconti cuidó que no hubiera connotaciones sexuales) Björn fue a menudo travieso o rebelde, como su edad pedía, en la película su muda contención, la perfección de varios muy hermosos primeros planos, es absoluta. La abuela del chico -emocionada- tiene un papel de figuración en el filme, que se presentó con éxito y focos mil en el Festival de Cannes de 1971. En ese momento Tadzio tenía ya 16 años. Un periódico lo llamó «the most beautiful boy in the world» (El muchacho más bello del mundo) y la frase se hizo tan icónica como la espléndida imagen de Björn. El éxito fue enorme. Pero, tras la película y sus pases, ¿qué ocurrió con el joven actor, que quería ser compositor además y que, ocasionalmente, llegó a cantar incluso en japonés? 

La mayoría no supimos nada, hasta el documental de 2021 El chico más bello del mundo, de Kristina Lindström y Kristian Petri. Allí hallamos a un hombre alto y delgado, de largo cabello muy canoso, con rostro marcado por la edad o los excesos, alguien llamativo sin duda, pero en quien hubiese sido muy difícil describir al Tadzio inmaculado. Un hombre bohemio, de vida difícil, muy ocasional actor o compositor, pero que no ha triunfado. Su éxito no es el viejo y flaco Björn, su éxito sigue siendo Tadzio. Así nos enteramos que tras la película, Tadzio es invitado y triunfa espectacularmente en Japón, donde sirve como modelo a muchas series de dibujos manga y donde encarna, en rubio occidental, al modelo efébico de la cultura tradicional japonesa, el bishonen. Triunfa un joven que sigue siendo básicamente imagen de belleza masculina joven, ambigua, una suerte de joven dios. Pero nos enteramos también en ese momento, que la vida de Björn había sido muy poco divina, y acaso demasiado humana. Cuando llega al famoso casting de Estocolmo, es un chico huérfano, la madre se ha suicidado y del padre nada se sabe, por eso (tiene una hermana, además) lo cuida la abuela. El chico no es feliz, y no lo será tampoco cuando la imagen de Tadzio pese sobre él, que malvive entre drogas, depresión y salidas a la superficie. Tanto la hermana como la compañera de Björn -él no lo dice- acusan a Visconti de haber «jugado con un niño». Pero el italiano solo buscaba una imagen, cuidó al chico (que iba con su abuela) y no tenía porqué saber los daños que el muchachito llevaba dentro ni pudo conocer -murió en 1976- lo que sería una vida truncada, incapaz de soportar su símbolo. En realidad, si lo vemos con más cuidado, Luchino dio una gran oportunidad a Björn que este (y su pobre entorno) no supieron aprovechar. Visconti saca la perfección visual, el arte de Tadzio, ni abusa ni maltrata a Björn. En mi libro Mártires de la Belleza (2011) estudié en ese y otros casos (¿recuerdan al joven cantante Leif Garrett, famoso y luego camello en San Francisco?) los tantos emblemas desgarradores de quienes solo triunfaron por la mezcla explosiva de belleza y juventud. También se puede recordar a River Phoenix e incluso a Helmut Berger, entre tanto efímero jovencito. Björn estuvo en ello. Por eso mi libro se subtitula Un ensayo sobre el esplendor y el castigo. Bellezas que el tiempo destruye mano a mano con la vida. No hay culpa que no se confunda con el destino. Porque algunos hermosos (Alain Delon, Brad Pitt) sí triunfaron tras su joven belleza y mucho. Pero ciertamente es triste hacer la necrológica de Björn Andrésen y que solo encontremos al Tadzio, ya inmortal. Amori et dolori sacrum

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