The Objective
Hastío y estío

Pilar Alegría comiendo con un machista

«Lo de machista no lo dice un servidor, sino los postulados de la izquierda posmoderna»

Pilar Alegría comiendo con un machista

La Ministra de Educación, Pilar Alegría.

Qué cosas le pasan a mi paisana Pilar Alegría. No sé si es Madrid lo que le hace perseverar y ahondar en sus errores, meteduras de pata y no enterarse de lo que pasa a su alrededor. Un servidor nació en Zaragoza para al poco después desplazarse a Madrid con mis padres. Les puedo asegurar que la capital del reino no tiene culpa de las taras que cada uno trae de serie desde que saca la cabeza a este mundo. Los maños nos solemos agarrar a la expresión «le ha dado una ventolera», que según la RAE, tan querida por Luis García Montero, significa «ocurrencia o decisión inesperada y extravagante», para justificar arrebatos o decisiones donde la lógica ni está ni se la espera. Y es que el cierzo, viento que corre por la capital maña y alrededores, sopla con la fuerza y la emoción de un niño, las velas de su tarta de cumpleaños.

A Pilar Alegría las «ventoleras» le dejan en el mismo sitio, pero más aturdida de lo normal. Un servidor, que ha sentido el cierzo, sabe que todo tu mundo interno se desmorona parcialmente durante esa sacudida. Necesitas de unos minutos de recuperación donde desaparezcan algunos fantasmas temporales con formas de ideas extrañas que ocultan tu realidad más material. Pero a Pilar Alegría esos vientos le hacen recoger tempestades que la desarbolan por completo.

De repente se encuentra en el Parador de Teruel el mismo día que el «machote» de Ábalos llena una furgoneta de mujeres que son cariñosas a cambio de dinero, para que, tras ese viaje, puedan «divertirse» con él en ese mismo Parador. Una juerga donde Resacón en Las Vegas quedó en una película para niños comparado con lo que ocurrió entre esas cuatro paredes. Copas de vino lanzadas contra la pared, que parecían el resultado de una escena de La matanza de Texas. El teléfono de la habitación con el cable arrancado y hecho pedazos. Pues señoras y señores, nuestra querida Pilar Alegría no se enteró de nada. Estaría durmiendo el sueño de los justos, cosa que en este Gobierno tiene mucho mérito, pues de conciencias tranquilas no andan muy sobrados. 

Y es que la señora Alegría sufre con efectos retardados las consecuencias de esos fatales vientos. Pero el último efecto que le ha provocado tempestades en una búsqueda de la razón, qué en su caso, como en la de su paisano Goya, sólo produce monstruos, se produjo este lunes pasado en Madrid. Nuestra protagonista estaba comiendo en un restaurante italiano del barrio de Chueca con Francisco Salazar. Ustedes no tienen por qué recordar quién es ese señor, pero para eso ya está un servidor. Salazar iba a ser nombrado adjunto a la Secretaría de Organización del partido socialista el verano pasado, cuando Sánchez reestructuró el partido cuando tuvo la mala suerte de que no sólo le saliera rana Ábalos en ese puesto, sino también Cerdán.

Resulta que Francisco Salazar trabajaba hasta ese momento en Presidencia, y varias de las trabajadoras en Moncloa le denunciaron por acoso sexual. Uno de los hombres fuertes y de confianza de la guardia pretoriana de Sánchez era acusado de lo que más duele ahora mismo en el partido socialista y, por tanto, cesado de todos sus cargos. A la cúpula socialista no le importa los casos de corrupción donde el dinero y el poder sean la única premisa. Se han dado cuenta de que lo único que les quita votos por parte de sus fieles es todo lo relacionado con el feminismo y la explotación sexual de las mujeres. 

Esa es la razón por la que está tan contento el ministro Ángel Víctor Torres, una vez conocida una parte del informe de la UCO. Y es que se ha vanagloriado de que en dicho informe no aparezca nada relacionada con el pago de prostitución por parte del político canario. Pero no deja de sorprender que alguien tan feminista y socialista como es Pilar Alegría, donde la palabra de una mujer va a misa y es imposible que mienta, se haya reunido en un restaurante céntrico de la capital para comerse unos espaguetis carbonara y una pizza prosciutto con un «machista» como Salazar.

Lo de machista no lo dice un servidor, sino los postulados de la izquierda posmoderna que Pilar Alegría cumple religiosamente. Si además esas mujeres trabajaban para el partido socialista, la verosimilitud de sus palabras se hace incontestable. Pero algo debe haberle pasado a Pilar Alegría para pasar esto por alto y que las ganas de tomarse un buen tiramisú de postre, hayan podido a la fidelidad a la causa feminista.

Me dicen que fue cosa de la «ventolera» que la llevó volando hasta esa mesa de ese restaurante, donde curiosamente estaba sentado Francisco Salazar entreteniéndose mirando como una camarera atendía a la mesa que tenía delante de él. En cuanto se le «apareció» enfrente Pilar Alegría, sólo tuvo ojos para ella y la causa socialista. El sentimiento era recíproco. Fue el momento en el que brindaron con un buen vino Biondi Santi, denominación de origen Brunello di Montalcino. Una comida informal, como sus principios.

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