Los ratones, los macacos, los hurones o los cerdos son «imprescindibles» para avanzar en la investigación sobre el coronavirus[contexto id=»460724″] y asegurar la eficacia y la seguridad de los productos (fármacos o vacunas) que servirán para superar la COVID-19; un uso ineludible sometido a un estricto armazón legal y ético.
Lo más importante: los ratones juegan un papel esencial en el desarrollo de la vacuna y de medicamentos contra la enfermedad, los monos tienen un sistema inmunológico muy similar a los humanos y los cerdos se están usando para testar vacunas y ayudar a los científicos a comprender si son seguras antes de probarlas en humanos. La experimentación con animales está supeditada, en Europa, a la validación por parte de comités éticos e independientes para conseguir la autorización, y la comunidad científica considera que es «indispensable» en todo el desarrollo preclínico de tratamientos o de vacunas.
Aunque los ratones comunes no son susceptibles de contraer la enfermedad, sí lo son cuando son modificados genéticamente por los investigadores y los hamsters son un buen modelo para conocer el efecto del virus en los pulmones. Los monos están siendo utilizados en muchos laboratorios del mundo, los hurones muestran síntomas muy parecidos a las personas y su fisiología pulmonar es también similar a la humana, y pueden además —como las personas— propagar el virus a través del aire. Los cerdos, por su parte, se han utilizado también para probar la eficacia de los ventiladores o respiradores que se diseñaron de forma apresurada para tratar de cubrir la creciente demanda en los hospitales.
Así lo han explicado responsables de la Asociación Europea de Investigación con Animales (EARA) y de la Confederación de Sociedades Científicas de España (COSCE), que impulsó en 2016 el Acuerdo de Transparencia sobre el uso de animales en experimentación científica, al que se han adherido ya unos 150 centros de investigación españoles que informan de por qué y para qué usan animales vivos.
«Gracias a que existen modelos animales para esta infección [por el SARS-CoV-2] se va a poder avanzar más rápido en determinar la seguridad, la eficacia y viabilidad de tratamientos antivirales, anti-inflamatorios y con anticuerpos frente a la COVID-19, así como desarrollar nuevas vacunas preventivas con criterios de seguridad y eficacia», ha dicho la Comisión para el Estudio del Uso de Animales en Investigación Científica de la COSCE.
La Comisión está formada por ocho investigadores, entre ellos la viróloga e inmunóloga del CSIC Margarita del Val —volcada ahora en la investigación del nuevo coronavirus— o Lluís Montoliu, científico del CSIC y experto en edición genética y enfermedades raras. Desde esta comisión han incidido en que la experimentación animal está «extraordinariamente regulada» y en que sólo se puede realizar cuando no existen medios alternativos, siempre por personal capacitado, en centros registrados y tras obtener los permisos correspondientes.