El mundo ha reaccionado con escepticismo y prudencia al anuncio de Rusia de que ha desarrollado la primera vacuna «eficaz» contra el coronavirus[contexto id=»460724″], que reapareció en Nueva Zelanda después de tres meses, se está agravando de manera preocupante en España y ya ha infectado a más de 20 millones de personas.
Reacciones: a la OMS le faltó tiempo para instar a la prudencia y recordar que la «precalificación» y la homologación de una vacuna exige un procedimiento «riguroso». El ministerio alemán de Salud también emitió sus dudas sobre la «calidad, la eficacia y la seguridad» de la vacuna rusa; y el experto francés François Balloux, de la University College de Londres, calificó la iniciativa de «decisión irresponsable e imprudente».
Por su parte, el presidente ruso, Vladimir Putin, aseguraba que incluso una de sus hijas había sido vacunada con la denominada Sputnik V, en referencia al primer satélite que la entonces Unión Soviética puso en órbita. «Sé que es bastante eficaz, que otorga una inmunidad duradera», anunciaba el mandatario.
El fondo soberano ruso que participa en el desarrollo de la vacuna ha informado que en septiembre empezará la producción industrial. De esta forma, una veintena de países extranjeros ya han encargado «más de 1.000 millones de dosis», ha dicho el presidente del fondo Kirill Dmitriev, pese a que la fase III de los ensayos (la fase más importante con ensayos clínicos con grandes grupos de personas) empieza este miércoles.
Actualmente, hay cinco vacunas que han alcanzado la fase III, entre las que no se encuentra la rusa. Se trata de la que están desarrollando los laboratorios alemán BioNTech y estadounidense Pfizer, la que desarrolla la biotecnológica estadounidense Moderna, los dos proyectos de los laboratorios chinos Sinopharm y Sinovac, y el que realiza la Universidad de Oxford con la farmacéutica británica AstraZeneca.
El presidente estadounidense, Donald Trump, anunció el martes por la noche un contrato de 1.500 millones de dólares para la entrega de 100 millones de dosis de la vacuna experimental de Moderna, el sexto contrato de este tipo que firma su administración.
Situación «crítica»
Mientras el mundo aguarda con ansiedad una vacuna, el coronavirus prosigue imperturbable su carrera homicida. Más de 737.000 muertos y de 20 millones de personas han sido infectadas desde que surgió en China a finales de diciembre.
Estados Unidos sigue siendo el país más golpeado, con más de 163.000 muertos y cinco millones de infectados, por delante de Brasil, con más de 101.000 decesos y más de tres millones de contagios. Además de de estos dos países, otros cinco latinoamericanos se encuentran entre los 10 con más muertos en el mundo: México (53.929), Perú (21.276), Colombia (13.154) y Chile (10.139).
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) advirtió el martes que la pandemia aumenta el riesgo de morir por enfermedades trasmitidas por mosquitos, «muy extendidas» en la región, al haber limitado la capacidad de respuesta de los servicios de salud.
«La realidad es que los mosquitos y los patógenos que transmiten siguen circulando. Y sin pruebas o tratamiento, los casos graves de enfermedades transmitidas por mosquitos podrían pasar de ser condiciones fácilmente tratables a (causar) la muerte», ha informado Carissa Etienne, directora de la OPS, al destacar la amenaza del dengue y la malaria.
Nadie puede cantar victoria en la guerra contra el coronavirus. La primera ministra neozelandesa, Jacinda Ardern, cuyo país llevaba 102 días sin casos, ha ordenado el confinamiento de la mayor ciudad Auckland tras la aparición de cuatro casos.
En España, un mes y medio después de haber controlado la primera ola, la situación es de nuevo «crítica» con los peores datos de contagios por coronavirus en Europa Occidental. En los últimos siete días se han registrado un promedio de 4.923 casos diarios, más que en Francia, Reino Unido, Alemania e Italia juntos, lo que ha llevado a un creciente número de países a imponer algún tipo de restricción para los viajes a España en plena temporada turística, lo que es también una catástrofe para su economía, muy dependiente del turismo.
En Francia, el primer ministro Jean Castex anunció la prórroga hasta el 30 de octubre de la prohibición de aglomeraciones superiores a las 5.000 personas ante el agravamiento de la epidemia y a respetar el resto de medidas para frenar la propagación porque «si no reaccionamos colectivamente, nos exponemos a un elevado riesgo de repunte de la epidemia, que será muy difícil de controlar», advirtió.
En Escocia, los niños volvieron el martes al colegio después de cinco meses, iniciando un regreso escolar delicado en Reino Unido, en medio de un recrudecimiento de la epidemia.
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), los jóvenes son candidatos a llevarse la peor parte en esta crisis ya que se han visto obligados a interrumpir los estudios, se han destruido empleos y sus perspectivas de carrera han sido aplazadas, en particular, en los países con bajos ingresos.