Agentes de las fuerzas policiales de Bolivia han recogido, desde abril, más de 3.300 cuerpos de personas que han muerto en sus hogares o en lugares públicos de las ciudades de La Paz y El Alto. Del total de cadáveres, alrededor del 80% son sospechosos de haber sido infectados de coronavirus[contexto id=»460724″].
En contexto: con más de 75.000 casos confirmados, las principales ciudades bolivianas presentan situaciones de saturación en centros de salud y cementerios, para atender enfermos y para enterrar o incinerar a fallecidos por COVID-19.
Con los sistemas de salud abrumados, la Policía ha asumido un papel de primera línea al recolectar a los fallecidos. «El servicio de salud y el instituto forense han colapsado por falta de personal, porque la cantidad de cadáveres que ahora se están levantando es muy grande» ha declarado a Reuters el director de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (FELCC) de la ciudad de El Alto, Walter Sossa.
Bolivia tiene declarados estados de emergencia sanitaria y de calamidad pública, para combatir la enfermedad, con una cuarentena que se ha ido ampliando por fases en función de un mapa de riesgo de la COVID-19 en cada municipio y región del país.
El número de decesos en la nación andina de aproximadamente 11,5 millones de personas supera ya los 2.900 casos, desde que se detectaron los primeros contagios el pasado mes de marzo, importados desde Europa. En el último día se han producido un total de 88 fallecidos.
El anterior récord diario de fallecidos se produjo el pasado 23 de julio con 79 decesos. La nueva marca se produce en un momento en que la curva de contagios presenta «dientes de sierra», con días en los que suben y a la jornada siguiente bajan.
Estos datos señalan a Bolivia como el séptimo país del mundo con más fallecidos por coronavirus por cada 100.000 habitantes —con un porcentaje del 24,73%— y el noveno en cuanto a decesos respecto a los positivos confirmados del nuevo coronavirus, con un 3,8%.