Bricotorpe
«¿Te has fijado en la capacidad que tienen en las ferreterías para ver un taco o una broca o un tornillo de lejos y decirte el número? Se lo inventan»
No estoy de acuerdo con la idea de que lo que ves en la tele incide en tu conducta. Cuando alguien hace algo trágico y desagradable, rápidamente intentan relacionar lo que hacía o veía esa persona en su ocio con el disparate que ha cometido. ¿Qué tendrá que ver el tocino con la velocidad? Sin ir más lejos, yo no me perdía ni un programa de Bricomanía y quien me conoce sabe que soy capaz de vivir usando de mesa la caja en la que viene la mesa antes que ponerme a montar la mesa.
Lo máximo que he hecho con estas manos llenas de destreza y padrastros que la naturaleza me ha dado ha sido montar una lámina en un marco de Ikea. No es fácil. ¿Lo habéis probado? «Es cuestión de segundos», pienso. Allá voy.
Quito el precinto, manoseo bien el cristal, le doy una vuelta al marco, miro una cara, la otra y simulo que estoy estudiando el escenario. Pongo el marco en una superficie plana que suele ser la mesa del comedor con tablero de caoba de brillito. Rayo el tablero de caoba. ¡Vaya! Ya no es de brillito, ahora es de rayitas mates. Busco un mantel para protegerlo, tarde, pero la intención también cuenta. Me dispongo a abrir las quinientas lengüetas que cierran el marco. Me daño una uña. Busco un cuchillo sin punta, porque tengo nueve uñas más y no descarto rompérmelas todas. Abro el marco.
En ese pseudocristal hay un acabado raro. Tras unos segundos de investigación usando el cerebro a todo lo que da, veo que lleva unos plásticos que se aferran al cristal como tú te aferras a los euros de tu cuenta el día 30 de cada mes. Despego los plásticos al fin.
Coloco la lámina. Pongo la tapa. Cierro las quinientas lengüetitas, eso sí, con mi cuchillo, porque, Inma, has nacido para esto. En ese marco hay unos tornillitos para que el cierre quede más reforzado. Son tornillitos del tamaño de una tuerca de un piercing. Si fuese experta en bricolaje o una farsante, diría el número de la tuerca. ¿Te has fijado en la capacidad que tienen en las ferreterías para ver un taco o una broca o un tornillo de lejos y decirte el número? Se lo inventan.
Se lo inventan porque te ven entrar en la ferretería con tu tornillo en la mano y a cinco metros te dicen: «Ah, sí, un tornillo del ocho». Pero para buscar el tornillo del ocho, necesitan llevarse el tornillo en la mano. Dan ganas de decirle: «No te lo dejo. Ve a por el tornillo del ocho sin verlo y cuando vuelvas comprobamos si tenías razón».
El caso es que cojo un destornillador casi invisible para poder apretar esos tornillos minúsculos del marco de Ikea. Los aprieto. Le doy la vuelta a mi obra maestra. Et voilà, la lámina está al revés, torcida y hay un pelo de mi gato dentro. Vuelta a empezar.
Repito operación y en la siguiente, tras hacer todos estos pasos igual, me doy cuenta de que hay un dedazo en el cristal. Lo limpio con todo el cuidado. Con todo el cuidado, un poco de vaho de la boca y la manga del chándal. No se quita. Voy a por el Cristasol y la bayeta buena. Le doy bien. El dedazo está por dentro, donde antes estaba el pelo. Mira, así se queda. ¿Quién se va a fijar en el dedazo del cristal?
He visto muchas veces Bricomanía. Vi incluso el capítulo en el que te enseñaban a hacerle un techo solar al coche. Pero para colgar el cuadro llamo a mi novio o invito a comer a alguien y en la sobremesa le propongo una adivinanza: «¿Dónde colgarías ese cuadro?». Cuando responde, saco un metro y el taladro.
Recientemente, he comprado muebles. Es flipante lo malos que son los muebles de ahora. Por no decir lo desmontados que te vienen. Compré dos tumbonas de madera a un precio razonable, pero tampoco estaban regaladas. Me llegaron dos árboles y tres mil tornillos. Las instrucciones eso sí, eran claras: «Cógete una excedencia y háztelas tú mismo».
Ahora que lo pienso, quizá sí que tiene algo que ver lo que ves en la tele con lo que haces en tu vida. Las tumbonas siguen sin montar, pero no voy a decir lo que le haría al que me las vendió. Usaría bridas y un serrucho. Y no, no es un techo solar para el coche.