¿Qué pueden hacer los padres para ayudar a los niños a tolerar la frustración?
Complacer siempre a los hijos y no prepararlos ante los problemas les hace verse envueltos en un mundo irreal y más complejo para ellos. Expertos ofrecen unos puntos para que los padres les ayuden a sobrellevar la frustración
Los especialistas definen la frustración como una emoción desagradable que aparece cuando no se logra algo deseado. Recomiendan que los padres ayuden a sus hijos desde pequeños con una educación basada en emociones y un ambiente educativo óptimo, a afrontar problemas que puedan ir surgiendo y aquellas sensaciones desapacibles que produzcan. Aprender en la infancia a tolerar la frustración y no complacer constantemente al niño permite su óptimo desarrollo personal. La comprensión y el cariño de la familia pueden convertirse en una eficaz estrategia.
Según Diana C. Jiménez, psicóloga especializada en infancia y juventud, es importante que los padres conozcan y entiendan la etapa evolutiva del hijo, ya que es diferente según las edades que tengan, esto es: «tolerar la frustración con 3, 7 o 17 años».
Los niños procesan antes lo que ven que lo que escuchan y el mejor ejemplo es actuar como lo que se pretende enseñar, sino resultará difícil transmitírselo al menor.
Para Jiménez la frustración como emoción aprende a manejarse gracias a un adulto regulado. Por lo tanto, promueve que los padres sean modelos de gestión emocional. Los niños procesan antes lo que ven que lo que escuchan y el mejor ejemplo es actuar como lo que se pretende enseñar, sino resultará difícil transmitírselo al menor. La psicóloga indica que se debe acompañar al niño en esos momentos y ayudarle a poner nombre a sus sentimientos.
Kathalina Urquizo, psicóloga clínica, escritora y autora de ‘La magia sí funciona (cuento infantil’ (versión digital, usado como herramienta para manejar la frustración), expresa que la frustración puede desencadenar sentimiento de: ira, angustia, ansiedad, tristeza, impotencia, desilusión o una mezcla de estas. Además, en los niños puede desembocar en llanto, ira o en rabietas.
En el desarrollo del menor, la experta indica que el que la frustración aparezca en la etapa infantil tiene que ver con:
-Hasta cierta edad son egocéntricos, ya que esa necesidad de protección que reconocemos inclusive como adultos, los ubica por algún tiempo como el centro del núcleo familiar.
-Dentro de las herramientas de conciencia emocional, no han desarrollado aún empatía, por eso es más difícil reconocer los deseos, necesidades o emociones de otros.
No tener una conveniente gestión emocional puede desembocar en un adulto no regulado
Urquizo relata que el que no se haya tenido una conveniente gestión emocional y, por lo tanto, se refleje un problema con la frustración, suma: baja autoestima, mala gestión del error, sobreprotección, exceso de permisividad y/o falta de límites conscientes.
Si esto no se corrige, la profesional certifica que, un niño, adolescente o adulto puede resultar muy demandante, impaciente, impulsivo, exigente, en búsqueda de refuerzo positivo y continuar sintiéndose el centro de todo.
La psicóloga clínica revela que, ante esta falta de tolerancia a la frustración, el niño se cuestiona sobre sí mismo, sobre cómo el mundo lo acepta o no, sobre cómo es visto por su entorno, si sus figuras de apego van a protegerle. La escritora concluye que aprender a tolerar la frustración significa: «dar respuesta a situaciones diarias que necesitan solución y que en el fondo nos dicen quienes somos y como nos vemos».
Carla Bosch, psicóloga perinatal e infantil y directora de El Amanecer de Juliette (centro de maternidad consciente y crianza respetuosa), compara la frustración con la alegría, ambas emociones. La profesional asevera que, si cuando el niño se ríe, los padres sonríen, le miran y le abrazan, por qué no se aplica igual con la frustración.
La experta aclara que criar es acompañar, también desde lo que queda de las infancias propias y siendo una generación educada desde el autoritarismo que ha querido hacerlo de forma consciente y respetuosa, frecuentemente «no logramos los recursos idóneos al no haberlos aprendido».
La directora de El Amanecer de Juliette señala que para conducir en la frustración hay que comenzar haciéndolo por uno mismo, ser compasivo y comprobar qué causa esa emoción en el hijo. Bosch asegura que los niños necesitan al adulto sosteniéndoles. Y manifiesta que, hay que permitirles expresarse libremente y hacerles ver que se está disponible emocionalmente para ellos, arropándoles físicamente con algún gesto.
La profesional en crianza respetuosa remata que se debe procurar conectar con su malestar, ser su calma y el adulto que quisimos tener en la niñez en el caso de no haberlo tenido.
Lidia G. Asensi, psicóloga general sanitaria en Cepsim, explica que los niños no tienen desarrollado el concepto de tiempo, algo que les hace tender a la inmediatez y como a cualquier otro rechazan una negativa por respuesta. La experta afirma si se les da todo lo que piden se les impide sentir sufrimiento, algo que tendrán que afrontar y con lo que convivirán en su vida o manejar sus emociones.
Asensi ofrece una serie de estrategias para ayudar al niño en la gestión de la frustración:
-Dejar que experimenten dicha emoción.
-Ayudarle a identificar qué es lo que le está pasando. Esto es: ‘sé que estás muy enfadado en este momento porque quieres ver la televisión’.
-Explicarle brevemente por qué no puede hacer o tener algo. Por ejemplo: ‘ahora mismo no puedes ver la televisión porque nos tenemos que ir al colegio’.
-Establecer límites y normas para guiar. De este modo el niño aprende qué está permitido y qué no.
-Es importante tener cuidado con la propia frustración del adulto. Esta puede llevar al progenitor a ceder ante la frustración del menor.
-Retrasar el refuerzo y aquello que el niño quiere. Si el niño pide algo se le puede explicar que ha de esperar un poco y se lo darán cuando hayan acabado de hacer algo que están haciendo en ese instante.
-Cuando se practique la espera, es importante poner el tiempo que tendrá que aguardar de manera visual. Se pueden utilizar alarmas o relojes de arena, de forma que el niño vaya viendo el tiempo que queda. La idea que se rescata de los profesionales ratifica que tolerar la frustración desde niños ayuda a afrontar situaciones negativas y complejas y permite que la vida se produzca de un modo más liviano porque de adultos hay muchos obstáculos que encarar y resolver.