Cómo conectar algo con todo y que sirva: una breve introducción a la teoría de sistemas
«Pensar en sistemas» es un modo de entender los fenómenos naturales y humanos como totalidades en vez de tomar a sus integrantes por separado
Empecemos por lo básico: un sistema es un conjunto de elementos interrelacionados, organizados de manera coherente para alcanzar un fin, desde el sistema circulatorio al sistema educativo, el social, etc. Y los sistemas simples se engloban en sistemas complejos (el sistema celular dentro del sistema fisiológico).
«Pensar en sistemas» es un modo de entender los fenómenos naturales y humanos como totalidades en vez de tomar a sus integrantes por separado, ya que un sistema es más que la suma de sus partes.
A esta manera de conceptualizar el mundo se la denomina teoría de sistemas. El biólogo austríaco Ludwig von Bertalanffy fue el primero en diseñar una «teoría general de los sistemas» en los años 40 del siglo pasado. Se propuso superar la especialización excesiva en biología en una especie particular con un abordaje que abarcase al conjunto de los seres vivientes. Posteriormente, su enfoque se enriqueció con las aportaciones de la cibernética y, tornándose interdisciplinar, se extendió a los campos más diversos.
Pensar en sistemas es un modo de entender los fenómenos naturales y humanos como totalidades en vez de tomar a sus integrantes por separado
Explicar de modo sencillo qué características poseen los sistemas y cómo funcionan es el objetivo de Pensar en sistemas, editado por Capitán Swing, el libro póstumo de la bióloga estadounidense Donella Meadows, fallecida en 2001. La investigadora del Massachussets Institute of Technology cobró celebridad cuando publicó con otros autores Los límites del crecimiento (1972), el informe que alertó de la «mala salud» del planeta Tierra y legitimó científicamente la crítica ecológica, hasta entonces considerada cosa de hippies y filósofos excéntricos (un gran mérito del estudio fue abordar la economía y el medio ambiente no como ámbitos separados, sino como partes de un sistema integrado).
En su libro Meadows identifica los rasgos principales de un sistema: resiliencia: la capacidad de recibir choques y reorganizarse sin perder su función e identidad (ej. el sistema económico puede absorber una recesión y seguir funcionando); autoorganización: la facultad de coordinar y sincronizar sus procesos sin necesidad de agentes externos (ej. la interacción entre las moléculas para formar células y posteriormente los órganos de los animales); sobrecarga: el rebasamiento de los límites tolerables (ej. el aumento del C02 atmosférico por encima del nivel que el ecosistema puede soportar); y retroalimentación: el efecto estabilizador o desestabilizador que tienen sobre el sistema las reacciones provocadas por su propio funcionamiento.
Dinámicas imprevistas
Respecto de esto último, Meadows explica que la retroalimentación puede generar bucles con dinámicas dañinas: la sobrepesca del atún rojo provoca su escasez, lo que a vez aumenta su precio, lo que estimula a pescarlo más, lo que acrecienta su escasez… O el que lleva a los ricos a volverse más ricos y a las empresas a constituir oligopolios. Y agrega que numerosos fallos del sistema se deben a la ausencia de datos o a la mala calidad de la información manejada (en el caso del atún rojo, lo que falta es información sobre el tamaño de sus cardúmenes que ayude a regular su pesca de un modo sostenible).
Oponiéndose al determinismo de la ciencia tradicional, la autora afirma que los sistemas complejos son impredecibles: «Son comprensibles solo de un modo general. El objetivo de predecir su futuro exacto y prepararnos para él perfectamente es irrealizable. Nunca podemos entender complemente el mundo», admite con humildad; y a diferencia de los expertos que solo buscan el control total —como los estadounidenses que creyeron que con el análisis de sistemas podrían ganar la guerra de Vietnam—, sostiene que «no podremos encontrar una relación adecuada y sostenible con la naturaleza, o con nuestras instituciones, si tratamos de hacerlos desde el lugar del conquistador omnisciente».
«El objetivo de predecir el futuro exacto y prepararnos para él perfectamente es irrealizable. Nunca podemos entender complemente el mundo»
Donella Meadows, autora de ‘Pensar en sistemas’
Su realismo no tiene nada de pesimista. Cuando «comencemos a entender cómo funcionan los sistemas, qué los lleva a producir malos resultados y cómo modificarlos para que sigan pautas mejorables, el pensamiento sistémico nos ayudará a gestionar, adaptar y ver la amplia gama de opciones que tenemos. Es un modo de pensar que nos otorga la libertad para identificar las raíces de los problemas y divisar nuevas oportunidades», defiende Meadows.
Nos fijamos en el árbol y no en el bosque
Ignorar las dinámicas del sistema social condenó a la Ley Seca y a la «guerra contra las drogas» a la inoperancia. Conocerlas nos enseña a no insistir en políticas abocadas al fracaso —especialmente las que pretenden solucionar un problema sin considerar su relación con su entorno— y diseñar otras que, adaptadas a los objetivos inherentes al sistema, puedan orientarlo en determinada dirección. Un ejemplo ilustrativo es la planificación familiar: ninguna podrá tener éxito si no se incluye en la ecuación el deseo de las parejas —el sistema familiar— de tener muchos o pocos hijos.
No estamos habituados a razonar así, desde luego; por lo común nos fijamos en el árbol y no en el bosque; una fijación que el periodismo, con su obsesión por el acontecimiento y su desprecio por los procesos y las estructuras, no ayuda a corregir, critica Meadows.
Con el paso del tiempo, la teoría de sistemas se ha complejizado; basta con pensar en los sofisticados modelos con los que miles de científicos intentan dar cuenta de las variaciones climáticas. En esta obra la autora hizo un notable esfuerzo por divulgarla apoyándose en una abundancia de diagramas, un recurso visual que, inexplicablemente, pocos científicos y divulgadores suelen utilizar. El resultado es una introducción accesible a uno de los paradigmas intelectuales más fructíferos de los últimos cien años.