Irán: el Triángulo de las Bermudas de la tecnología militar occidental
El país persa posee una potente industria armamentística, con producciones repletas de originales ideas… y de productos robados a Occidente
La expresión ‘eje del mal’ fue acuñada por el presidente de los Estados Unidos George W. Bush en su discurso del Estado de la Unión el 29 de enero de 2002. En ese incómodo saco metía a los países Corea del Norte, Irak e Irán. Lo que entonces no sabía es que, años más tarde, muchos de los mejores diseños militares producidos por la industria de su país serían utilizados por los últimos de esta pequeña lista. Irán posee una potente industria armamentística, con producciones algo obsoletas según muchos observadores, aunque repleta de originales ideas. También de productos robados a occidente.
Contrabando de material militar
Los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) es un ejército con unos 125.000 efectivos, que en fechas recientes realizó una exposición de su armamento en la ciudad portuaria de Bandar Abbas. En fotografías expuestas en redes sociales se pudieron observar algunas embarcaciones de nueva construcción, como la lancha rápida de defensa aérea de la clase Zulfiqar o el demostrador XLUUV. Pero en una de las imágenes, a un lado y de forma accesoria, aparecía algo que los servicios de inteligencia militar tildaron de sorprendente: un vehículo submarino que se suponía que no debería estar allí. El torpedo de propulsión para submarinistas Bonex fue diseñado para los Kampfschwimmers, los buzos de combate de la armada germana. Este ingenio no está a la venta para algunos ejércitos, y el iraní es uno de los vetados.
Nadie sabe como llegó hasta allí un dispositivo de grado militar, pero una de las pistas estaba justo debajo del ingenio. Hasta manos de los iraníes no solo llegó el aparato sino también su embalaje. Se trata de una caja blindada de color negro con un tamaño, acabados y detalles muy precisos, que solo pueden corresponderse con una venta de orden militar; nada que ver con variantes civiles de sus productos. El misterio va más allá cuando por la misma vía, las redes sociales, observaron que los submarinistas rusos del temible cuerpo de Spetsnaz rusos también los tenían. En una misión subacuática en Ucrania se veía claramente que era su modelo. Cómo llegaron a esos destinos es toda una incógnita.
Incidentes náuticos
El pasado 27 de abril la marina iraní se apoderó de un petrolero con bandera de las Islas Marshall y con destino a Estados Unidos, y el 3 de mayo hizo lo propio hicieron lo propio con otro de bandera panameña que transitaba por el Estrecho de Ormuz. Los persas se han ganado a pulso una bien merecida fama de ‘cowboys del mar’ y en sus aguas circundantes se apropian de lo que les parece oportuno sin mirar demasiado la legislación internacional.
De la misma manera que lo hacen con barcos tripulados, los iraníes echan el lazo a todo aquello que se les pone a tiro, aunque no lleve marineros a bordo. El año pasado la armada estadounidense pilló a un buque iraní robando un dron náutico literalmente por el procedimiento del tirón. La noche del 23 de agosto de 2022 una patrullera estadounidense advirtió al barco Shahid Baziar que soltase el cabo que arrastraba el barco no tripulado de su propiedad que se estaban llevando. Se trataba de un Saildrone Explorer, de uso mixto civil-militar, y que, equipado con cámaras, sensores y radares, no carga sistema ofensivo de ningún tipo. Se limita a recoger información con tecnología que está en el mercado comercial.
Aunque el incidente se solventó en unas horas, elevó la tensión entre Washington y Teherán. El dron se encontraba en aguas internacionales, pero a la armada iraní no le gustó ver aquella extraña nave pasearse por el Golfo Pérsico. El noticiero estatal Nour publicó una información en la que un anónimo portavoz del CGRI afirmó que «el objetivo de remolcar el dron marítimo era garantizar la seguridad de la ruta y evitar posibles incidentes peligrosos». La armada del CGRI no es muy grande, y su fuerte son las embarcaciones pequeñas y rápidas. A pesar de ello, la retahíla de incidentes protagonizados contra intereses civiles o militares en los últimos años es interminable.
También por aire
El delirio del espíritu de rapiña iraní también llega con todo aquello que vuela, y alargan el brazo, ya sea a por trofeos de caza en su integridad o por piezas. Es bien conocido el incidente del RQ-170 Sentinel, el dron ultrasecreto que los iraníes derribaron en 2011 y jamás devolvieron a sus legítimos propietarios. Se sabe que desde entonces gran parte de la tecnología que usan en sus aparatos de este tipo deriva de soluciones encontradas en el androide volador yanqui. No hay prueba alguna, pero tampoco duda, de que los responsables de los robos de motores en ultraligeros por toda Europa, e incluso Estados Unidos, terminan en UAVs iraníes. Con una frecuencia pasmosa en el conflicto ucraniano, los conocidos motores Rotax 912is que su fabricante no vende a Irán a cuenta de los embargos aparecen montados en drones con origen en este país.
Esto de los motores resulta casi anecdótico para la inteligencia ucraniana. A principios de año capturaron un dron Shahed-136 bajo control ruso, pero de origen industrial en el país persa. De las cincuenta y dos partes en la que se dividía, cuarenta de ellas procedían de trece compañías estadounidenses. También las había con origen en empresas de Canadá, Suiza, Japón, Taiwán y China. Ninguna de esas piezas deberían estar ahí, pero ya fueran los servicios secretos, traficantes, exportaciones paralelas, o desvíos a través de terceros, llegaron a ellos.
Es por todo ello por lo que el mayor temor, sobre todo de los norteamericanos, es que sus mejores diseños y tecnología caigan en manos de aquellos que podrían usarlos en su contra. Se sabe que esto ya ocurrió con misiles no estallados en Afganistán que acabaron en manos chinas, o el citado RQ-170 que los iraníes pasearon por las calles de Teherán como un trofeo deportivo.
Estas imágenes casi se repitieron cuando en junio de 2019 derribaron el gigantesco dron MQ-4 Global Hawk de vigilancia en el Estrecho de Ormuz. En principio los iraníes dijeron que se había estrellado a unos doce kilómetros de sus costas, pero cambiaron su discurso cuando les mostraron un vídeo con la explosión. Hasta les dijeron el tipo de misil ruso que le dispararon. Entonces cambiaron el guion para afirmar que estaba invadiendo su espacio aéreo, algo que niegan los americanos. De lo que no hay duda alguna es que a las US Air Forces el incidente les costó unos 200 millones de dólares. Tampoco que los iraníes no lo devolvieron, y que lo que quedó de su tecnología tras la explosión cayó en sus manos.
Hay quien piensa que este derribo no fue más que una manera de responder a los Estados Unidos su bloqueo con respecto al programa nuclear persa. Lo que si está claro es que toda tecnología que se les ponga a la mano peligra, y ejemplos hay muchos, como cuando los rusos comenzaron a robar las cámaras fotográficas de los radares de tráfico suecos. Pero esa es otra historia…