THE OBJECTIVE
Contraluz

Cancelando la ortografía

¿Es posible la democracia en sociedades analfabetizadas? ¿Es posible el Derecho entre analfabetos funcionales?

Cancelando la ortografía

Ilustración de Arancha Tendillo.

Pongamos que para ser penalizado por no conducir correctamente un ciudadano tuviera que saltarse al menos nueve semáforos. Es más: imaginemos que haya indicios racionales para suponer que dentro de unos años no serán solo nueve sino, por ejemplo, 12. La convocatoria de oposiciones de este año en Andalucía permite hasta nueve faltas de ortografía sin penalizar a los futuros profesores de Lengua, esto es, a quienes deben enseñar cómo funciona el código de circulación lingüístico, los cuales difícilmente van a poder enseñar bien aquello que no dominan, porque no se les exige que lo hagan. Entre el 20 y el 25 de julio se publicarán las resoluciones definitivas de los tribunales. Alea jacta est.

La lengua escrita y sus reglas son el código de circulación con el que se comunican muchos millones de personas que no se conocen. En el caso del español, dicen que unos 500 millones. De manera que el deterioro y la falta de respeto a las normas de circulación en tan tremenda autopista no son un detalle menor sino un síntoma alarmante.

¿Pero un síntoma de qué? 

La primera idea que viene a la mente es que aumenta el analfabetismo funcional. Esto es una marejada que viene creciendo de manera visible en nuestro país desde los ochenta. Avanza en Occidente desde mucho antes, pero no a igual ritmo. A la vanguardia van los Estados Unidos de América, el buque insignia que por ser la mayor potencia occidental marca el rumbo de las demás. Cualquier europeo que haya pisado una universidad de EEUU, incluso las de élite, ha quedado estremecido ante los niveles de ignorancia con que se ha encontrado. Los tablones de anuncios (ahora también virtuales) están llenos de tutors que dan clase de writing, incluso a alumnos de doctorado, nivel en el que abundan los que no son capaces de escribir un folio mínimamente presentable.

Por el contrario, en Italia resisten bastante bien las humanidades, que no han sufrido el acoso demagógico que han padecido en España por gobiernos de uno y otro signo. Inútil echarle la culpa a la izquierda de este deterioro. El avance imparable del analfabetismo tiene causas mucho más profundas que un mero ping-pong izquierda-derecha. Este juego de cara y cruz mantiene entretenida a la parroquia, permite la continuidad del régimen de partidos, perpetúa la ilusión de la democracia y conforta a todos, y son muchos, los que creen que cuando gane su partido, se arreglarán los problemas. Y si no ganan, solo hay que esperar a que ganen. Y si, cuando esto sucede, no se solucionan, es porque «los otros» lo dejaron todo tan endiabladamente mal que no ha sido posible hacerlo mejor. Es un descanso emocional y moral formidable. Que sea infantil, ridículo y falso no disminuye su éxito. Al contrario. A esto queda reducida la democracia una vez simplificada en urnas y partidos, id est, en empresas privadas que ocupan y gestionan la cosa pública, como si fuera suya. A fin de cuentas el dinero de los impuestos no es de nadie, dijo no sé quién. 

«La democracia es resultado de luchar contra nuestra naturaleza tribal a base de educación y de sembrar virtud cívica»

El otrora ciudadano está en camino de transformarse en un puro pechero, término medieval con el que se denominaba al curranteo que pagaba impuestos. Pero para que tal proceso tenga lugar, es preciso primero analfabetizar lo suficiente a la población. La democracia no es solo votarle a alguien. Para que exista necesita además de elecciones limpias (esto últimamente está cada vez más turbio), separación de poderes, no solo nominal sino efectiva. Es además imprescindible una administración independiente que reclute su personal en función de mérito y capacidad, o sea, Función Pública digna de tal nombre, que sirva de contrapeso y contención al aventurerismo demagógico y a la alegría en el gasto del político, al que no le preocupa cómo va a dejar el sitio en el que está ahora, porque sabe que va de paso.

Esto como mínimo, pero hay más porque la democracia es un sistema extremadamente sofisticado de contrapesos de poder, mucho más que arrojar un voto en una urna cada cuatro años. Este mecanismo delicado y sutil no surge espontáneamente sino que es el resultado de luchar contra nuestra naturaleza tribal y emocional a base de educación y de sembrar (siembra más trabajosa no hay) cultura general y virtud cívica. La segunda no es posible sin la primera porque hay que ser capaz de saber mínimamente dónde estamos y por qué para comprender qué es la res publica y lo que significa ser un ciudadano. 

Lo dicho es para que se entienda que las democracias no se deterioran porque sí sino porque hay suficiente cantidad de población analfabetizada como para vender candidatos como se vende un perfume. Lo ha entendido estupendamente bien Yolanda Díaz con esas fotos Vogue, a las que solo faltaba añadir el eslogan «porque yo lo valgo». 

¿Es posible la democracia en sociedades analfabetizadas? Es más: ¿es siquiera posible el ejercicio de la Ley y el Derecho entre analfabetos funcionales? Esto hay que empezar a preguntárselo ya, sin alarmismo pero con coraje.

Las brujas y el inquisidor
Elvira Roca Barea Comprar

Elvira Roca Barea es historiadora y novelista, pero sobre todo profesora de instituto. Autora de Imperiofobia y leyenda negra (Siruela).

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D