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Descubierta una nueva especie de planta en la Sierra de la Sagra en Granada

Se caracteriza por ser perenne, de apariencia peluda, con inflorescencia densa y corimbiforme

Descubierta una nueva especie de planta en la Sierra de la Sagra en Granada

'Linaria sagrensis', una especie que crece en el sureste de la península Ibérica. | Julián Fuentes

Linaria sagrensis, recientemente hallada en el pico calizo más alto del sur de la península ibérica, ha sido descrita por primera vez por investigadores de las universidades de Granada y Almería, junto al Instituto Andaluz de Investigación y Formación Agraria, Pesquera, Alimentaria y de la Producción Ecológica. Esta pequeña y resistente flor, que crece en canchales de alta montaña, se enfrenta a la amenaza del aumento de las temperaturas y el turismo deportivo.

Hay entornos naturales en los que nuestra huella ecológica se materializa directamente. Así ocurre en ciertas zonas de alta montaña, donde nuestras pisadas de montañeros o excursionistas pueden acabar con algunas especies endémicas de flora a las que no se nos ocurre prestar atención ni evitar aplastar. A nuestros ojos, estas pueden parecer apenas como unas florecillas silvestres entre las piedras, sin imaginar que para la botánica tienen un valor difícilmente cuantificable.

Este es el caso de Linaria sagrensis (familia Plantaginaceae), recientemente hallada en la sierra granadina de la Sagra y descrita por primera vez por un grupo de investigadores del Instituto Andaluz de Investigación y Formación Agraria, Pesquera, Alimentaria y de la Producción Ecológica (IFAPA), junto a autores de la Universidad de Granada (UGR) y de la de Almería. «A pesar de encontrarnos en 2023, todavía quedan especies no descritas en la península Ibérica», anuncia el botánico Francisco Bruno Navarro Reyes con entusiasmo al presentar el reciente trabajo de investigación, cuyos resultados se han publicado en la revista Nordic Journal of Botany.

Su satisfacción se comprende cuando se toma consciencia de que el paisaje es un ecosistema en el que todos los elementos, por insignificantes que parezcan, están entrelazados, son interdependientes y cumplen funciones muy específicas. Así, en el primer artículo científico dedicado a la Linaria sagrensisse la menciona como una planta que brota en los canchales calcáreos de la alta montaña mediterránea, más precisamente, en el sureste de la península Ibérica, al tiempo que se la compara con sus parientes morfológicamente más cercanos.

Una vida entre las piedras 

Esta planta endémica de la Sierra de la Sagra se caracteriza por ser perenne, de apariencia peluda, con inflorescencia densa y corimbiforme (abierta y racimosa). Su corola es pequeña, rosa-violeta, con venas oscuras y paladar entre amarillo y anaranjado, según su detallada descripción en el resumen del artículo científico.

En el paisaje real, una pequeña flor morada con destellos amarillos se abre paso entre las piedras por donde, a veces, pasa un botánico que repara en ella. Se trata de «una especie de planta vascular que tan solo vive en la cumbre de esta sierra en Huéscar, Granada, por encima de los 2.000 m de altitud», a la que los especialistas llaman ‘glerícola’ o ‘glareícola’ ya que «solamente vive en gleras (canchales) de piedras y gravas fuertemente inclinados y móviles», según detalla Navarro a SINC.

«Son hábitats muy especiales (incluidos en la Red Natura 2000), donde solo algunas especies son capaces de vegetar» y, por tanto, suelen figurar en listas de «especies raras y/o amenazadas (como en los casos de la Crepis granatensis o la Platycapnos saxicola)», describe. Consultado acerca de lo curioso de estos hallazgos en zonas relativamente cercanas a grandes urbes, el investigador se explaya: «La península Ibérica y concretamente las Sierras Béticas son lo que se denominan ‘puntos calientes de biodiversidad‘ (biodiversity hotspots), gracias a su diversidad orográfica, geológica, edáfica y climática, así como a su situación latitudinal, que ha facilitado el refugio de numerosas especies de épocas y climas pasados». «Junto a esta alta diversidad –añade–, la inaccesibilidad de amplias zonas de algunos macizos montañosos importantes como la Sierra de la Sagra, Cazorla, Castril o Sierra Nevada hace que aún a día de hoy sigan apareciendo nuevas especies o poblaciones que no habían sido descritas previamente, pese a que las exploraciones botánicas comenzaran a principios del siglo XIX».

Algo similar sucede, según explica Navarro, en «zonas de estepas y altiplanicies semiáridas como la depresión de Guadix-Baza», que «han sido poco estudiadas». A ello hay que unir «el amplio conocimiento taxonómico que hay que reunir para discernir en el campo qué puede ser una especie nueva de lo que no, lo cual solo está al alcance de muy pocos especialistas, cada vez más escasos», argumenta.

¿Cuál es la razón de esta merma de botánicos con un conocimiento integral de los territorios?, es la pregunta que se le plantea. Navarro argumenta: «Hoy en ciencia se tiende a la superespecialización (enfoque en especies o grupos concretos), lo cual genera una gran miopía general, no solo en el campo ambiental». A su juicio, «tener amplios conocimientos taxonómicos supone mucho esfuerzo de estudio y reconocimiento que no se prima en un sistema científico altamente competitivo como el actual».

Cumbres no exentas de peligro

Esta humilde flor de los canchales, que dejó de ser anónima gracias a la mirada atenta de botánicos como Navarro, de momento tiene una biografía breve. «La especie se descubre en junio de 2021» y, las consecuentes «prospecciones y muestreos nos servirían para su confirmación y el estudio comparativo posterior hasta su publicación», relata.

No obstante, tanto la Linaria sagrensis como otras plantas con nombres y apellidos recientes corren riesgos inminentes en el actual escenario del calentamiento global y por las nuevas condiciones a que están sometidos los ecosistemas con la emergencia del turismo masivo. «Los peligros que acechan a esta especie son, por un lado, el cambio climático, ya que vive en unas condiciones de alta montaña muy específicas y cualquier modificación puede afectar a su área de distribución actual, que se reduce a unos pocos kilómetros cuadrados», confirma el botánico.

Por otro lado, advierte que «el descontrol de las actividades deportivas en la naturaleza está afectando a la conservación de esta especie (y otras igual de raras o amenazadas) ya que las gleras o canchales de la Sagra son el lugar elegido por muchos montañeros para el ascenso y, sobre todo, el descenso de este imponente macizo montañoso, pese a ser un hábitat de protección prioritario». Ante la pregunta sobre las medidas de preservación que sería necesario establecer, el experto responde: «Pese a estar incluida en una ZEC (Zona de Especial Conservación), en la Sierra de la Sagra no se está aplicando ninguna medida de control o regulación de las actividades deportivas en la naturaleza salvo las estrictamente oficiales o de índole empresarial».

En su criterio, «la principal medida que habría que tomar es desviar el tránsito de personas desde las zonas de gleras y canchales hacia otras habilitadas para estas prácticas deportivas que no pongan en riesgo este frágil hábitat de montaña», que se encuentra en «el pico calizo más alto del tercio sur peninsular». La solución pasaría, en este caso, por «informar de la fragilidad de estos lugares de especial conservación y también persuadir (con alternativas) a los usuarios de este espacio», sugiere.

Navarro también aclara que, actualmente, «la Sierra de la Sagra se encuentra en proceso de declaración de Parque Natural por la Junta de Andalucía, lo cual podría facilitar la protección de estas especies o hábitats prioritarios en el futuro». Asimismo, el científico lamenta que «esta nueva especie no esté incluida en el Catálogo Andaluz de Especies Amenazadas» y aboga por hacerlo «de forma inminente». Así lo expone: «Desgraciadamente para Andalucía, este decreto está desactualizado ya que no ha sido objeto de ninguna revisión desde su publicación en la Ley 8/2003 de la Flora y Fauna Silvestre de Andalucía». A su juicio, la legislación debería incluir «los descubrimientos y avances en el conocimiento de la flora andaluza de estos últimos 20 años».

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