Un libro cuenta la historia del submarino S-80, un proyecto tan exitoso como controvertido
«Lo que empezó siendo un error parece que va a acabar siendo un gran acierto», afirma su autor
El español reacciona bien, pero tarde, y prueba de ello es el submarino S-80 (S-80 Plus tras numerosas modificaciones). La génesis de uno de los últimos ingenios de la Armada certifica este dicho popular que atribula a los herederos de Pelayo desde tiempos inmemoriales. El primero de las cuatro unidades que recibirá la Armada entrará en pleno servicio en unas semanas, y los expertos dicen que se trata de un ingenio extraordinario. Pero su gestación ha sido lenta, y llega tarde a muchos de sus destinos programados. Su génesis se desgrana en un libro de próxima aparición en el que se analizan sus posibilidades.
El día que la guerra mutó
El 11-S cambió el mundo para siempre, y uno de sus primeros efectos se sintieron en los ejércitos de todo el planeta. La mirada que militares y estrategas echaron sobre los conflictos dio un giro de 180 grados. Ahora se necesitaba otro tipo de ejército, más pequeño y fibroso, más flexible. El Gobierno español quiso matar varios pájaros de un tiro al sustituir los existentes submarinos S-70, por un producto autóctono, exportable, de tecnologías propias y dotado de tintes ecológico-sostenibles. El problema es que cuando se decidió embarcarse en la aventura, España no disponía de lo necesario.
Antes de hacer aquel viaje, no se hicieron las preguntas adecuadas, lo que lastró el proyecto. Tanto que el primer escándalo consistió en que los cálculos iniciales estaban errados y el barco no flotaba; se hundía como piedra en río tras su primer chapuzón. Por fortuna, los responsables subieron la apuesta y en una huida hacia delante —y un costo del doble de lo previsto— el S-80 devino en una máquina que ha llamado la atención por sus excelentes prestaciones y características.
Caída hacia arriba
«No ha sido fácil, pero lo que empezó siendo un error parece que va a acabar siendo un gran acierto, aunque con unos cuantos peros». El que habla es Christian D. Villanueva López, responsable de la revista Ejércitos, y autor de un libro sobre el proyecto S-80. Su salida a la venta coincidirá con la puesta en servicio regular del primer buque de esta serie, el S-81, ‘Isaac Peral’. En sus 320 páginas desgrana los vaivenes que ha sufrido el desarrollo y puesta en marcha de uno de los planes más ambiciosos de la industria militar española.
«Sí, el S-81 tiene una pinta magnífica, pero llega al menos década y media tarde. El 11-S invitó a pensar que España necesitaba proyectar fuerza más allá del eje Balares-Canarias, con nuevas tareas como la capacidad de ataque a tierra, o la obtención de inteligencia. Pero la idea saltó en mitad de la transformación de la industria naval. La reconversión de los Astilleros Bazán, luego Izar, New Izar y más tarde Navantia, le sentaron mal al proyecto. Si añadimos las amenazas de Europa por las ayudas públicas a esta empresa, o que la venta de Santa Bárbara a General Dynamics no salió como se esperaba, la industria militar nacional no estaba en la mejor situación», afirma Villanueva.
El auge económico de principios de siglo, José María Aznar codeándose con líderes mundiales, y la emergencia internacional del país llenaron de optimismo a los que tomaban las decisiones. De ahí que se rompiese con la industria naval francesa y se decidiera dar un paso adelante. A esto hay que sumar la apuesta por ser un país ‘muy renovable’ y se quisiera desarrollar un sistema de propulsión propio y exclusivo, basado en el bioetanol. La idea era ambiciosa y positiva en su conjunto, pero no teníamos los mimbres para cumplir las expectativas con rapidez. Tras mil volteretas, el S-81 flota, ha llamado la atención de observadores de todo tipo. Antes del final de la década llegarán otros tres más, pero lo que en principio serían 1.700 millones de euros de gasto, acabarán siendo casi 4.000.
Pero… ¿qué tiene de especial?
Según Villanueva, el S-80+ no es el mejor submarino, sin embargo tiene muy buenas características generales; sin destacar en ninguna, hace bien muchas cosas. Una de sus principales ventajas es —será a partir del S-83— su sistema AIP. Desarrollado por Abengoa, le permite navegar durante casi dos meses en superficie, y pasar semanas bajo el agua de manera independiente del aire. No tendrá que salir a la superficie a respirar, y se habla de entre 15 y 21 días bajo el agua. «No cuentan los detalles y es lógico, aun así, en el libro hay una tabla donde se aporta un cálculo aproximado. No es lo mismo estar posado en el fondo del mar, quieto, que navegando. Esto afecta al consumo, por ejemplo. Pero sus motores eléctricos serán muy silenciosos, de lo mejor. Hay muy pocos países que tengan algo así».
Otra de las claves de los submarinos es la tecnología de escucha que lleven instalada. «La mejor. El S-80 lleva sensores de proa, a los lados, y remolcados de las compañías Thales y Lockheed Martin, que son de lo más avanzado del mercado. Sí, sus países de referencia seguramente tengan lo mejor de lo mejor y nosotros recibamos versiones ligeramente inferiores, pero superan a todo lo conocido. Además, España suele jugar muy bien la carta de la personalización, mejoras y desarrollo de estos sistemas que se suelen dejar ‘abiertos’ al usuario. Todo conforma el sistema de combate, que gestiona estos sensores, con tecnología de soberanía española, y se puede retocar, desarrollarlo y amoldarlo. Luego lo que captan se confrontan con las bibliotecas de sonidos de toda la OTAN, y pueden distinguir a submarinos propios o ajenos, barcos… Es un sistema genial».
El grado de automatización de la nave es muy alto. Se reduce mucho la tripulación (32 marinos), que tiene ahora más espacio, pero se le aplica una mayor carga de trabajo. Y aquí llega otro problema: el personal. La escuela naval de submarinos de Cartagena, ESUBMAR, es una buena plataforma, pero con los retrasos se han ido perdiendo naves y tripulaciones. Al igual que Navantia perdió muchos ingenieros muy conocedores y bien formados en el proceso de reconversión, las casi dos décadas de déficit subacuático ha dejado a la Armada sin mucho material humano.
Mercado internacional
Una de las ideas iniciales fue que el S-80 sería diseñado con posibilidades de venta al exterior. Con ello se amortizarían las fuertes inversiones en su desarrollo, pero sus retrasos han condicionado esta posibilidad. «Entre 1997 y 2007 hubiera sido muy fácil salir al mercado con un producto así. Nadie tenía nada parecido, hubiera sido un éxito, no obstante llegamos tarde. Ahora franceses, suecos, rusos, o Corea del Sur ya llevan tiempo ofreciendo lo que tiene. Hasta Japón se está planteando vender lo suyo, que es bastante bueno.
Nuestro mercado natural, Latinoamérica, tiene dos problemas: llevan un largo periodo de cierta estabilidad, de paz, y no necesitan esto de forma perentoria, y, por otra parte, no tienen dinero. Para resto de los interesados llegamos tarde, como en el concurso holandés. Australia ya compra a Navantia, pero se han metido en los submarinos nucleares estadounidenses. Cada unidad podría salir por unos quinientos millones de euros, y el mercado está muy cerrado. Imposible no es, pero tampoco iba a ser fácil. Aquí el gobierno tiene mucho que hacer. Diplomacia, negociación, concesiones, inteligencia, etc. Este tipo de producto no solo se vende por ser mejor o peor, sino por política. Si otros lo consiguen, es que lo hicieron mejor en ese tema».
¿Y el futuro? «Se ha invertido mucho. Lo ideal sería que se construyeran al menos un par de ellos más, o que se metiesen lo antes posible en el S-90. Así se daría continuidad y sentido a todas esas sinergías, inversiones, y desarrollo. El futuro pasa por constelaciones de drones submarinos, dedicar muchos recursos a tecnología, desarrollar de manera independiente, apartarnos de Francia, y no querer ser segundones. Si al principio no salió bien, fue porque se hizo mal. Ahora se está haciendo bien, se avanza. Detener todo esto sería un nuevo error».
El S-81+ Isaac Peral se botó y entregó a la Armada en 2021. Desde entonces ha efectuado miles de pruebas, y entrará en pleno servicio al acabar el verano. Su hermano, el S-82+ Cosme García llegará en 2024, y en 2026 y 2028 llegarán dos nuevos compañeros más avanzados, potentes y modernos. España es una península rodeada de agua; el enemigo siempre estará, como mínimo, a un mar de distancia. En el país donde se inventaron los submarinos, por fin volvemos a tener algo realmente bueno.