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Las futuristas gafas de Microsoft son un dolor de cabeza para el ejército de Estados Unidos

Temen que lo que iba a ayudarles, pueda convertirse en un trasto impracticable desde el punto de vista táctico

Las futuristas gafas de Microsoft son un dolor de cabeza para el ejército de Estados Unidos

Imagen de un soldado con las gafas IVAS.

Están construidas por Microsoft, se llaman IVAS, y dejan obsoleto a cualquier invento propio de una película de James Bond. Son las nuevas gafas de realidad aumentada del ejército estadounidense y, aunque se parecen y derivan de un diseño comercial, no tienen nada que ver. Los militares las quieren y, si las lentes de visión nocturna fueron un antes y un después en las operaciones militares, las IVAS prometen ir un paso más allá. Pero una cosa es la teoría, son tecnológicamente impecables, y otra cosa es su utilización en un entorno bélico donde sus usuarios se están jugando el bigote. 

Los militares yanquis han estado probando las primeras versiones, y a primeros de este agosto han recibido una veintena de unidades de la iteración 1.2, la que parece destinada a llevarse al campo de batalla. El problema es que los que pagan, temen que les acabe ocurriendo como a otros muchos inventos inteligentes: que acaben en una estantería acumulando polvo porque sus usuarios no los quieren. 

Pero… ¿Para qué sirve esto?

La fórmula de uso del Integrated Visual Augmentation System, que de ahí viene su nombre, es vagamente parecida al de los visores nocturnos. Se acoplan a los cascos de los soldados, y se pueden subir o bajar para colocar su pantalla ante los ojos. La idea es que el usuario reciba mucha información sin que les reste visibilidad real. El IVAS tiene capacidades como la visión nocturna y térmica de alta resolución, reconocimiento facial, acceso a mapas tridimensionales o traducción instantánea de idiomas.

En cierto modo, recuerda al casco alienígena de la película Predator, pero aún mejor, porque hay un añadido extra. Alberga la posibilidad de recrear entornos físicos virtuales para ensayar misiones de manera anticipada. Los soldados podrían ‘visitar’ el campo de batalla antes de que sus botas lo pisen.

En teoría, esto suena a un paso de gigante en el uso de la tecnología aplicada al campo militar; en la práctica, la experiencia ha sido muy mejorable. Los conejillos de Indias que las probaron sufrieron mareos, dolores de cabeza, de cuello, náuseas y fatiga ocular. Casi todos estos síntomas aparecieron antes de las tres horas de utilización, lo que comprometería muchas de las misiones asignadas en la realidad. Esta es la razón por la que temen que lo que iba a ayudarles, pueda convertirse en un trasto impracticable desde el punto de vista táctico. 

Derivadas de las Hololens comerciales de Microsoft, y con diversas mejoras con la mira puesta en la fiabilidad y resistencia, proporcionan una mayor conciencia situacional. Al igual que las radios, el GPS o la vigilancia aérea con drones incrementaron la eficiencia de las tropas de tierra, se pretende que el IVAS surta de información útil a los pelotones. Hay quien discute las mejoras, y los desvelos tienen origen en que los problemas de comodidad y usabilidad parecen superar a los beneficios programados.

Con la puerta en la cara

Como toda tecnología moderna, es cada vez más compleja y, por lo tanto, imperfecta. Si además las aplicamos a un entorno repleto de «ruido e interferencias», los sistemas inteligentes pasan por tontos al identificar mal algunos elementos. Un soldado de a pie podría diferenciar a simple vista a un enemigo con una mochila de una mujer cargada con un niño que cruza por delante, pero este tipo de sistema dudaría. Lo mismo pasa con unas hojas que caen de un árbol, un animal que aparece de repente o un vehículo de reparto, que nada tiene que ver con otro cargado de insurgentes. El principal problema en este sentido que genera el IVAS es la llamada Oclusión Dinámica, y se muestra con ejemplos bastante pintorescos. 

La guerra moderna nada tiene que ver con la de hace un siglo. En el primer conflicto global, franceses y alemanes se agazapaban en trincheras por campo abierto hasta que en uno de los bandos no quedase ni uno vivo. Hoy día hay un fuerte componente urbano en los conflictos armados, en la llamada CQB, Close Quarter Battle (Combate en Espacios Cerrados). Las tácticas son opuestas, los grupos más pequeños, las armas han recortado sus cañones para poder moverse dentro de edificios, y hasta los calibres se han reducido para que los proyectiles no atraviesen paredes y puedan hacer más daño del previsto. 

En un entorno rústico todo es muy sencillo, pero en las ciudades la cosa se complica, y la realidad virtual/mixta tiene problemas con puertas y ventanas. Para un sistema de estos una puerta no es más que una porción de pared, una tapia, algo cerrado. No lo detectan como una vía de acceso hasta que alguien la abre y se convierte en un agujero. 

El IVAS ha sido testado en 11 situaciones diferentes, y en casi todas las ocasiones el problema ha persistido. Un pequeño grupo de soldados se arremolinaba alrededor de una puerta, la echaban abajo y entraban. Es cuando el IVAS perdía un poco la noción de lo que estaba ocurriendo porque entendía que sus usuarios habían atravesado una pared, pero no que habían cruzado una puerta. 

Pruebas reales, enemigos virtuales

En las tareas básicas de un soldado moderno, el asalto a casas y domicilios es el pan nuestro de cada día. Si el hombre puede identificar las diferencias básicas entre lo que es una amenaza o no, a la máquina aún le cuesta. Más que perder eficiencia, lo que puede es confundir a su portador, darle información errónea o, en el mejor de los casos, no hacer nada y convertirse en peso muerto. 

Otro de sus talones de Aquiles son las cambiantes condiciones lumínicas. Los piratas de las películas no llevaban un parche por estar tuertos, sino porque si entraban de golpe en las bodegas de los barcos no veían nada, acostumbrados a la luz diurna. Una vez que descendían al interior de los barcos que asaltaban, se destapaban el ojo del parche, que tenía otra sensibilidad más acorde con la oscuridad propia del vientre de las naves. Al IVAS le ocurre algo similar, tanto con las luces de su entorno, como con otras que emite.

Todas las indicaciones, flechitas, señales parpadeantes, y números reflejados en el visor, como en las lunas delanteras de algunos coches muy tecnificados, acaban siendo visibles para los enemigos. Es otra asignatura que debe mejorar so pena de querer ser avistados en la distancia. Los datos han de ser visionados por los soldados y solo ellos, y el fabricante necesita aportar una solución a este problema.

Al problema conocido como limitaciones de oclusión dinámica se le une la falta de capacidad para ocultar un objeto virtual detrás de uno real. Esta debilidad es común para muchos dispositivos de realidad mixta, y los expertos coinciden en que no tiene una fácil solución. 

De momento el IVAS se encuentra en periodo de pruebas, solo se utiliza en entrenamientos, aunque se quiere implantar como material de uso generalizado en 2026. El ‘Tío Sam’ tiene previstos adquirir unas 121.000 de estas gafas, lo que promete ser uno de los contratos de la década, y una línea de negocio para otros muchos ejércitos. Se habla de unas inversiones de alrededor de 22.000 millones de dólares, y es la razón por la que Microsoft se va a la guerra. «Windows, minimiza la ventana, que tengo que pegar unos tiros…».

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