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Drones, mentiras y cintas de vídeo

Muchos acusan a Huawei de mantener fuertes vínculos con el Gobierno chino, su ejército y los servicios secretos

Drones, mentiras y cintas de vídeo

Un hombre levanta un mini dron en el Electronics Show en Varsovia, Polonia. | Europa Press

William Shakespeare escribió la frase «Algo huele a podrido en Dinamarca» en su obra literaria Hamlet. Pero jamás sospechó que el origen de ese olor iba a ser destapado por un dron. Un aerorobot no fue la clave de la trama, pero sí el eje que dejó la firma final en uno de los mayores escándalos relacionados con la tecnología en este país escandinavo, y un aviso a otros países del entorno europeo. Que nuestro país esté en negociaciones con la firma china para proyectos de futuro relacionados con la cada vez más sensible red de telecomunicaciones, debería poner en guardia a los diversos estamentos relacionados.

Varios servicios de inteligencia, y entre ellos los habitualmente bien informados NSA, CIA y FBI estadounidenses, acusan a la firma de mantener fuertes vínculos con el Gobierno de Pekín, su ejército, y los servicios secretos. Muchos temen la injerencia remota en el funcionamiento de las redes de 5G y venideras tecnologías. No hay pruebas tangibles, pero tampoco dudas de que un mal día, un funcionario chino pueda pulsar un botón y deje a países que no se plieguen a sus deseos sin Internet, telefonía móvil o servicios vitales. Un virus, el espionaje y escucha a través de sistemas que podrían controlar desde territorio amarillo, o directamente un apagado general, están en el abanico de posibilidades. 

El caso danés

Daría para una película de Misión Imposible. El caso, hecho público por Bloomberg, se inicia cuando la compañía telefónica TDC abrió un contrato valorado en unos 200 millones de euros para adquirir sistemas para su red 5G. Al concurso se presentaron dos opciones, la sueca Ericsson y la china Huawei. TDC emitió su pliego de condiciones, y los dos candidatos enviaron sus ofertas. En el plano técnico eran bastante similares, pero el precio de ambas opciones variaba bastante. Al parecer, los suecos no eran tan ambiciosos y pedían menos dinero.

Horas antes de tomar una decisión, Huawei remitió una revisión de sus condicionantes con una rebaja sustancial en sus precios, que curiosamente quedaban un escalón por debajo de su oponente. Se suponía que TDC guardaba con celo estos detalles, pero todo hace pensar que, de alguna manera, los chinos se habían enterado y de ahí su corrección a la baja de última hora. La compañía danesa abrió una investigación… porque no es la primera vez que ocurre algo parecido en relación con Huawei.

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Tienda ‘flagship’ de Huawei en Pekín. | Europa Press

Existen tres grandes compañías a nivel global que se dedican a diseñar y construir este tipo de sistemas: Nokia, Ericsson y Huawei. En la última década, el ascenso de los chinos les ha colocado en una posición de privilegio, y factura más del doble que las otras dos juntas. La compañía oriental afirma orgullosa que conecta a más de 3.000 millones de personas en 170 países. 

Micrófonos ocultos

TDC tiene relación con Huawei desde 2013 y durante el periodo transcurrido sus servicios se han mostrado como fiables y solventes. A pesar de ello, abrieron una investigación y buscaron la forma en que esos datos podrían haber viajado hacia donde no deberían estar. Realizaron un barrido electrónico a sus oficinas y encontraron varios micrófonos en la sala de reuniones. El hallazgo desató el pánico y la paranoia entre los directivos; hubo muchos nervios.

Tirando del hilo acabaron llegando a un ejecutivo llamado Dov Goldstein, responsable de proyectos especiales. En una revisión de las cámaras de video, descubrieron que Goldstein mantuvo discusiones con el equipo directivo, lo que quiere decir que sabía que le estaban investigando; era una filtración dentro de otra filtración. El equipo encargado de la investigación confiscó los teléfonos móviles, tablets y ordenadores portátiles de los directivos, y salieron del campus de TDC. Se instalaron en la planta 15 de un edificio en el centro de Copenhague, un ‘piso franco’ para seguir con sus pesquisas.

Esa misma noche los ordenadores que usaban comenzaron a recibir ataques informáticos. Al día siguiente, un vigilante de seguridad observó un dron flotando en el aire justo en la planta quince, donde el equipo de seguridad de TDC estaba trabajando. El dron estaba equipado con una especie de faro, una luz con la que se podría ver el interior de las oficinas desde la calle en plena noche. El equipo de seguridad percibió que todos los miembros de este reducido grupo estaban siendo vigilados, fotografiados, o seguidos en coche hasta sus domicilios particulares. Entraba gente en los restaurantes donde comían cuyas caras se les empezaban a hacer familiares, y llegaron a una conclusión sencilla: les estaban espiando, y muy de cerca. Esto le ocurrió hasta a la presidenta de la compañía, Allison Kirkby.

La amenaza amarilla

Para mejorarlo todo, la compañía Huawei remitió una carta al primer ministro danés, Lars Lokke Rasmussen. En ella dejaban caer que si el contrato no llegaba a ser firmado, afectaría de forma severa a la relación con otras empresas chinas, y la confianza mutua quedaría dañada. La investigación siguió su curso y determinó que el garganta profunda fue el citado Dov Goldstein. Este le pasó la información a Jason Lan, un empleado chino de Huawei, responsable de las operaciones de esta compañía en Dinamarca. Goldstein fue despedido sin contemplaciones, y Lan desapareció de escena; se cree que se volvió a su país. El contrato acabó premiando a Ericsson, que se mostraron claros desde el principio. Huawei emitió un comunicado en el que se sacaba toda culpa de encima, alegando que siempre obraron de buena fe y de manera acorde a las reglas del concurso, bajo la legalidad, y de acuerdo a los principios morales obvios. 

Shakespeare puso en boca de Marcelo la frase de que «algo huele a podrido en Dinamarca», y la pronunció en las almenas de un castillo alrededor de la medianoche. El restaurante Silo de Copenhague está situado en un lugar parecido: la planta 17 de uno de los edificios más altos de la capital danesa. La CEO de la compañía, Kirkby, organizó una cena con el equipo de seguridad para celebrar el final de la pesadilla. Al sentarse hizo una pequeña broma, y afirmó que le daría un patatús si veía llegar un dron. Todos rieron.

Pero la felicidad y buen tono duró pocos minutos; acabó de manera abrupta cuando todos los presentes pudieron ver… un dron. ¡Les estaban espiando incluso después de haberse resuelto el caso! Cuando los pilotos del aparato se dieron cuenta de que les habían descubierto, hicieron descender la aeronave, que aterrizó al lado de una furgoneta blanca. Dos hombres lo cargaron en el vehículo, y se fueron disparados del lugar. Nunca más se supo del tema. Aparentemente, el caso acabó ahí, pero tuvo que ser una de las cenas más inquietantes, incómodas, y que peor sentó en toda la vida de aquellos comensales. Por fortuna el que no apareció fue el fantasma del padre de Hamlet, como sí lo hiciera en la novela. De haberlo hecho, tampoco hubiera sido una sorpresa. 

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