¿Importan los ‘rankings’ para elegir una buena universidad? Los expertos responden
Los entendidos recomiendan mirar los escalafones, pero conociendo su metodología para interpretarlos adecuadamente
En el mundo hay más de 25.000 universidades y, en España, más de 80. Las hay privadas y públicas, las que se especializan en un ámbito concreto del saber y las que ofrecen una amplia variedad formativa, las que tienen la docencia como rasgo distintivo y las que son fuertes en investigación… ante tal número y variedad, la tarea de escoger un centro de educación superior se presenta complicada para muchos.
En este sentido, una herramienta útil para orientarse son los rankings, tanto nacionales como internacionales, que clasifican a las universidades según distintas metodologías y estándares de calidad. Pero ¿hasta qué punto son precisos estos escalafones? ¿Qué claves son necesarias para interpretarlos?
Así están las universidades españolas en los rankings
La necesidad de responder a estas preguntas se ejemplifica en la situación de las universidades españolas en los tres principales rankings del mundo. En primer lugar, el elaborado por Quacquarelli Symonds, más conocido como QS World University Ranking, que incluye a 35 centros españoles. Cuatro de ellos están en el top 200: la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), la Universidad de Barcelona, la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad Autónoma de Madrid.
Por otra parte, el llamado ranking de Shanghái, oficialmente Academic Ranking of World Universities (ARWU), mete a 38 centros de enseñanza españoles. Los diez primeros clasificados son universidades públicas.
¿Se puede concluir, por tanto, que los centros estatales son mejores? No necesariamente, o al menos no en todos los ámbitos. El otro gran ranking internacional, el de Times Higher Education, es el que más universidades españolas incluye (60) y en él las privadas empiezan a abrirse paso, como la de Navarra o la Ramón Llull.
Saber leer los rankings
Surge de nuevo la cuestión de cómo interpretar adecuadamente estas clasificaciones y para ello es importante conocer su metodología. Por ejemplo, Martí Parellada, exdirector de la Fundación CyD, cuyo ranking homónimo es uno de los más importantes a la hora de clasificar a las universidades españolas, comenta que el listado ARWU de Shanghái tiende a premiar excesivamente a las universidades con el mayor número de alumnos y profesores (la mayoría de ellas públicas). De hecho, señala el caso de la Universidad París-Saclay, nacida en 2014 fruto de la unión de varios centros superiores. Su puesta en marcha partió de una estrategia del Gobierno francés por escalar posiciones en los rankings, un empeño que ha dado frutos, ya que la París-Saclay figura actualmente como la 15ª universidad del mundo según la lista china.
El gigante asiático ha ejecutado una maniobra parecida al financiar a un pequeño número de sus universidades, hasta el punto de que China es por primera vez el país con más centros educativos en el ranking de Shanghái (191 en el top 1.000, por las 187 de Estados Unidos). Quien lo cuenta es Mark Sudbury, jefe de Reputación de Times Higher Education y director de The World 100 Reputation Network, una red que asocia a algunas de las principales universidades del mundo, la mayoría de ellas occidentales.
En conversación exclusiva con THE OBJECTIVE, Sudbury afirma que los rankings no son tan importantes. En concreto, tienen datos que avalan que son el quinto factor que tienen en cuenta los futuros universitarios a la hora de elegir campus. Sí son algo más relevantes a la hora de informarse, ya que los potenciales alumnos lo utilizan como la tercera fuente de orientación, después de las páginas web de las propias universidades y de las conversaciones con los alumni.
El experto británico también apunta a que las universidades especializadas no han puntuado bien históricamente en los rankings, algo que los organismos que elaboran los escalafones han ido corrigiendo con el paso de los años. «Hay que mirar los rankings, pero entendiendo la metodología», tercia Sudbury.
Consejos para universidades y futuros alumnos
Desde el punto de vista de las propias instituciones educativas, hablamos con Ignacio de Lorenzo, director de la Unidad de Rankings de la Universidad de Navarra. Que el centro pamplonés tenga un órgano dedicado en exclusiva a esta cuestión da una idea del peso que estos listados tienen para las universidades. De Lorenzo explica que los rankings aportan «visibilidad», lo que se traduce en una mayor internacionalización del alumnado, y, en clave interna, son un «espejo» en que las universidades pueden ir mirándose año a año para mejorar su oferta.
Con todo, De Lorenzo admite que estas clasificaciones «tienen problemas». Por ejemplo, los centros privados suelen puntuar muy bien en la categoría de docencia y peor en la de investigación. El experto en reputación de Navarra añade que muchas universidades en África y América Latina no figuran arriba en los rankings a pesar de su calidad porque «tienen un modelo de excelencia distinto» del que premian los escalafones internacionales.
Preguntado por qué consejos daría a un futuro estudiante de grado a la hora de escoger universidad, De Lorenzo recomienda que «tenga muy claro qué quieren estudiar», de forma que no hay que mirar sólo el centro en su conjunto, sino también la facultad y la carrera concretas. De igual modo, anima a saber «qué tipo de relación quieren tener con su universidad»; por ejemplo, si se busca un trato cercano con los profesores, es bueno fijarse en facultades con ratios bajos profesores-alumnos. Asimismo, De Lorenzo aconseja mirar los rankings de varios años porque los cambios de metodología son frecuentes.
En el caso de un alumno que vaya a hacer un intercambio con otra universidad, el experto subraya la importancia de que el centro de origen y el de destino tengan una buena compatibilidad de estudios. En este sentido, pone el ejemplo del grado de Arquitectura, que en España tiene una mucha mayor carga de ingeniería que en otros países; en el extranjero, apunta, esta carrera se parece más a las Bellas Artes.
Tanto Parellada como Sudbury coinciden en que las universidades no deberían basar toda su estrategia «en un número», en alusión a la posición que ocupan en un ranking. Los escalafones, por tanto, son útiles para centros y para futuros alumnos, pero no es bueno obsesionarse con ellos.