De dónde viene el seseo y por qué está presente en la mayoría de los hablantes del español
La inmensa mayoría, más de un 90%, de los hablantes -496 millones- de español sesean
Cecilia limpia los zapatos de lazo azul.
Sesilia limpia los sapatos de laso asul.
En estas dos frases se observa la diferencia en el cambio de grafía en las letras c y z por s. Pero ¿se pronuncian diferente o igual?
Conocemos la respuesta: diferente. ¿O no? De los 496 millones de personas que hablan español como lengua nativa en el mundo, los que pronuncian estos dos fonemas de manera diferente son aproximadamente el 7%. Es decir, la inmensa mayoría, más de un 90%, de los hablantes de español sesean. En Andalucía, dos tercios de los habitantes no distinguen c y s al hablar.
El seseo no es, por lo tanto, una manera errónea de pronunciar el español: para una gran mayoría de hablantes solamente existe el fonema /s/, representado por dos letras distintas, la z y la s.
De cuatro fonemas latinos a dos castellanos
En la primera frase, la grafía z (a, o, u) y c (-e, -i) representan al sonido zeta que es nuestro actual fonema /θ/, proveniente de la letra theta θ. El sonido zeta tiene una articulación fricativa interdental sorda con una pronunciación apical, es decir, se apoya el ápice de la lengua entre los dientes incisivos inferiores y superiores.
Algunas personas no colocan la lengua tan delante y no la apoyan en los dientes: esto produce una pronunciación no apical. En esos casos el sonido zeta se ve sustituido por otra variedad de sonidos cercanos al fonema /s/, como, por ejemplo, en la segunda frase del principio de este artículo.
El origen del mantenimiento o no del sonido zeta se remonta a la época medieval cuando los cuatro fonemas /z/, /s/, /ts/ y /dz/ se redujeron a dos: /θ/ y /s/ en el castellano de Castilla. Los fonemas /ts/ y /dz/ se convirtieron en fricativos; el fonema /z/ perdió sonoridad y se igualó al fonema /θ/, y los fonemas /s/ y /z/ del latín se igualaron en el fonema /s/.
Pero esos cuatro fonemas medievales se redujeron a un único fonema, /s/, en el castellano del sur peninsular. Las variaciones en articulación de este único fonema /s/ originaron el seseo y ceceo. La diferencia entre seseo y ceceo está en el predominio de la articulación: si es más alveolar es seseo y si es más dental es ceceo.
Aunque los hablantes que sesean pueden aprender de manera formal los fonemas en clase, y distinguir perfectamente que una z no es una s, seguirán seseando o ceceando en su contexto puesto que es la forma de pronunciar con la que se han criado. Puede ocurrir que si hablan en público o en contextos no seseantes, académicos o profesionales, lleguen a distinguir entre ambos fonemas y los pronuncien de manera distinta.
El seseo en el sur peninsular
En el seseo, la transformación o reducción se hace en la pronunciación del fonema /θ/ representado por la letra c (-e, -i) y la letra z (a, o, u) por el fonema /s/, por ejemplo, en sapato en vez de zapato, bebesita en vez de bebecita.
En este caso, la articulación del sonido zeta se iguala al sonido ese coronal o predorsal con una lengua que apoya la corona o el predorso ligeramente convexo contra alveolos e incisivos superiores, siendo una pronunciación dorsal no apical más alveolar.
El ceceo, muy diverso
En el ceceo, la pronunciación del fonema /s/ es muy cercana, pero sin ser igual, al fonema /θ/ representado por la letra c (-e, -i) y la letra z (a, o, u), por ejemplo, zábana en vez de sábana, zaludo en vez de saludo. Además, existe gran diversidad en la producción de este sonido entre los propios hablantes ceceantes.
En este caso, la articulación del sonido ese predorsal interdental se asemeja al sonido zeta en el que la lengua está colocada convexa con el ápice en los incisivos inferiores pudiendo llegar a los superiores, siendo una pronunciación dorsal no apical más dental.
Variedad exportada a América
El seseo y ceceo constituyen una variedad del español peninsular, siendo rasgos lingüísticos que conforman un código cambiado característico y compartido por los hablantes de la zona sur peninsular. Esta flexibilidad del lenguaje oral, también llamado dialecto, se exporta y extiende a las islas Canarias, a la comunidad de hispanohablantes en América y algunas áreas de Badajoz y Murcia, razón por la que no tienen el sonido zeta.
Concretamente, en Andalucía, una parte de hablantes distinguen entre el sonido zeta y ese, pero otra parte de hablantes confunden el sonido zeta y ese, teniendo lo que hemos llamado seseo o ceceo.
El seseo es más aceptado socialmente y más frecuente en ciudades mientras que el ceceo es menos frecuente está relegado a zonas rurales y hablantes de menor nivel cultural. En algunas regiones de ceceo se está sustituyendo por seseo o por la distinción entre el sonido zeta y ese. En Canarias predomina el seseo, aunque en regiones rurales hay restos de ceceo y en América se reduce a seseo.
Por qué no seseamos por escrito
Esta versatilidad del lenguaje oral no suele generalizarse al lenguaje escrito constituyendo diferencias solo a nivel de articulación. La diversidad de articulaciones genera heterogeneidad entre los hablantes seseantes y ceceantes y ambos conviven pudiendo existir predominio de uno u otro entre barrios de un mismo pueblo.
En síntesis, seseo y ceceo son producto de una evolución basada en una reducción de fonemas donde el sonido ese se iguala al sonido zeta. Por tanto, en seseo y ceceo no falta ningún fonema porque nunca ha estado. Aún así, tanto el sonido del fonema /s/ del seseo que es una articulación más dental como el sonido del fonema /θ/ del ceceo cuya articulación no llega a ser interdental son diferentes al sonido del fonema /s/ y del fonema /θ/ del castellano peninsular.
Por ese motivo, respondiendo a nuestra pregunta del principio, lo cierto es que ambas frases («Sesilia limpia los sapatos» y «Cecilia limpia los zapatos») se pronunciarían siempre de manera ligeramente distinta, ya que no suena igual la /s/ de sandalia que la de «zapato» dicho con seseo.
Cristina de la Peña Álvarez, Profesor e investigador, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.