La Giralda de Nueva York y sus muchas imitaciones
El arquitecto copió la Giralda de Sevilla y, a su vez, inspiró a otros arquitectos, que crearon sus propias versiones
En el verano de 1890, Nueva York presenció la inauguración de una flamante edificación: el nuevo Madison Square Garden. Este proyecto, que sucedía a una plaza previa construida en 1879, surgió de la necesidad de un espacio más amplio y representativo para la ciudad. Los propietarios, tras un concurso público, seleccionaron el diseño de Stanford White, uno de los arquitectos más renombrados de la época.
El nuevo Madison Square Garden, erigido en un estilo con influencias renacentistas, era una maravilla arquitectónica, un espacio polivalente para eventos culturales, deportivos y de entretenimiento. Contaba con un anfiteatro capaz de albergar diez mil espectadores, lo que lo convertía en uno de los más grandes del mundo en ese entonces. Pero lo más distintivo del edificio era su torre, una estructura con 92,66 metros que destacaba en el skyline de Manhattan, solo superada por el New York World Building de Park Row.
La torre del Garden, sin embargo, rompía con el molde neoclásico, típico de los primeros rascacielos de ciudades como Nueva York y Chicago. White buscaba un diseño único y atractivo, y para ello se inspiró en la Giralda de Sevilla, un minarete almohade del siglo XII que sobrevivió a la conquista cristiana de 1248 por parte de las tropas castellanas de Fernando III el Santo, y que más tarde se integró como campanario en la catedral gótica de la ciudad. En el siglo XVI, la Giralda se cristianizó con la adición de una veleta en forma de ángel diseñada por Bartolomé Morel, conocida como el Giraldillo, simbolizando la victoria del cristianismo sobre el islam.
White, al replicar la Giralda en Nueva York, no solo trajo un trozo de historia española a América, sino que también reinterpretó su significado en clave romántica. En la torre del Garden ubicó, en uno de sus pisos superiores, un exótico dormitorio al que el mismo White trasladó parte de su estudio, donde costosos tapices cubrían las paredes, pieles de oso, tigre y leopardo hacían lo propio con los suelos y una reducción de bronce de Diana reinaba sobre divanes de terciopelo y sillas antiguas provenientes de España e Italia. Ese aposento era conocido como el «snuggery» y funcionaba como un discreto nidito de amor donde el reputado arquitecto pudo intimar con sus numerosas amantes.
Tan embelesado estaba Stanford White de Diana, la deidad romana de la caza, que encargó a su amigo Augustus Saint-Gaudens, una obra de la diosa de más de cinco metros y medio de altura cubierta en bronce dorado con el objetivo de reemplazar al Giraldillo sevillano. A pesar de su majestuosidad, la estatua de Diana ubicada en lo alto de la Giralda de Nueva York suscitó críticas en la prensa. White mismo admitió que era desproporcionada respecto a la torre. Eventualmente, fue reemplazada por una versión más pequeña y trasladada a Chicago para la Exposición Mundial sobre Cristóbal Colón de 1893.
El diseño inusual de la torre generó opiniones divididas. Algunos críticos la veían como una copia menos elegante de la Giralda sevillana, mientras que otros discutían la relevancia de replicar estructuras antiguas en el contexto de la arquitectura americana. La torre fue descrita de diversas maneras, desde «barroca» hasta «de estilo español». El interés de White por la arquitectura española era evidente, a pesar de que nunca había visitado España. Su conocimiento del país provenía de amigos artistas como John Singer Sargent y William Merritt Chase. En 1887, cuando concibió por primera vez el diseño de la torre, White se basó en diversas fuentes que incluían litografías y pinturas. Seguramente también estaba influenciado por la moda de los revivals y de la reinterpretación que se hacía de la arquitectura morisca, que ya había dejado su huella en Nueva York con edificaciones como el Templo Emanu-El y el Casino Theater (ambos demolidos).
La Giralda de White no sería la única en Estados Unidos. Inspiró a otros arquitectos a crear sus propias versiones, sumando hasta veinte réplicas en ciudades como Chicago, Cleveland, San Francisco y Miami, donde se construyeron hasta tres. Estas imitaciones variaban en diseño y propósito, desde la Electric Tower de Buffalo hasta la construida en el centro del parque de atracciones de Coney Island.
La réplica más efímera se emplazó en el Cold Storage Building de la antes mencionada World Columbian Exhibition de Chicago de 1893. Esta Giralda fue destruida por un incendio pocas semanas después de la inauguración de la exposición. Mejor suerte corrió la réplica en San Francisco, terminada en 1895, que sobrevivió al trágico terremoto de 1906. La Giralda de San Francisco formaba parte del conjunto arquitectónico diseñado para un intercambiador de ferris y se erigió como un símbolo de la fusión de estilos arquitectónicos que venía a representar la primera arquitectura de California. Fue proyectada por Arthur Page Brown, un discípulo de White, basando en su diseño en la Giralda neoyorquina.
Mariana Griswold van Rensselaer, en un artículo de The Century Magazine, destacó que el Madison Square Garden de Stanford White —que sirvió de modelo a muchas construcciones ulteriores— era un edificio «tan grande y hermoso que nunca sería desmantelado». Sin embargo, el tiempo demostraría lo contrario, ya que el Madison Square Garden y su torre no resistieron el paso del tiempo. En 1925, el edificio fue demolido, aunque la estatua de Diana se conservó y hoy se exhibe en el Museo de Arte de Filadelfia. White no vivió para ver el derribo de su obra, ya que fue asesinado en 1906 debido a uno de sus múltiples líos de faldas. Sin embargo, la Giralda de Nueva York y sus múltiples réplicas, dejaron un legado arquitectónico que refleja muy bien la fascinación romántica por la historia y el arte españoles, lo que el historiador Richard L. Kagan denominó «el embrujo de España», y cómo estos elementos se integraron en el paisaje urbano de Estados Unidos, creando un puente cultural entre dos mundos.