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Varios estudios sobre la inteligencia entre hermanos desmontan el mito

Rasgos como la inteligencia son definidos por factores aún más influyentes que el simple orden de nacimiento

Varios estudios sobre la inteligencia entre hermanos desmontan el mito

Hermanos | Pixabay

Varios estudio arrojan luz sobre uno de los debates que más se repite en las familias con varios hijos: ¿cúal de los hermanos es el más inteligente?

Tradicionalmente, se ha creído que el orden de nacimiento puede influir en la personalidad y el desarrollo de cada hijo, con teorías que sugieren que los hermanos mayores son más responsables y los más pequeños más creativos y rebeldes.

Sin embargo, hay estudios que desafían esa noción, sugiriendo que más que el azar del nacimiento, la educación que recibe cada hermano es el factor determinante en su desarrollo.

¿Cuál es el hermano más inteligente?

En el pasado, las percepciones acerca de la personalidad de los hijos según su posición en la familia solían ser estas:

El hijo mayor solía ser visto como más inteligente, responsable y sociable. Sin embargo, también se le asociaba con rasgos negativos como la autoridad, la ambición excesiva y el control, quizás debido a la atención temprana de los padres y la carga de responsabilidad de cuidar a sus hermanos menores.

Los hijos medianos, por su parte, eran percibidos como mediadores, pacíficos y colaboradores. Esta posición intermedia en la familia les otorgaba habilidades de negociación y flexibilidad, adaptándose fácilmente a diversas situaciones y conflictos entre los hermanos.

En cambio, el hijo menor solía ser etiquetado como mimado, egocéntrico y divertido. Investigaciones recientes también sugieren que tienden a ser más aventureros, independientes y rebeldes, posiblemente debido a que las normas familiares suelen ser más flexibles con ellos y se les permite explorar y experimentar más libremente.

Niña jugando | Pixabay
Poner etiquetas puede tener consecuencias muy negativas para la identidad del menor | Pixabay

¿Qué dicen los estudios sobre esta cuestión?

En el año 1927, el médico y psicólogo austriaco Alfred Adler dio respuesta a esta cuestión al investigar cómo el orden de nacimiento podía influir en la personalidad de los hijos. Su investigación sugirió que los padres tenían tendencia a tratar a sus hijos de manera distinta según su posición en la familia.

Otro estudio posterior que se llevó a cabo por dos psicólogos de la Universidad de Illinois en 2014 ofreció otras perspectivas que parecen encajar más con las opiniones de psicólogos y expertos actuales.

Tras analizar a una muestra considerable de 377.000 estudiantes, los investigadores descubrieron que, si bien existe una diferencia estadística en el coeficiente intelectual de los hijos mayores, esta disparidad es tan mínima que carece de relevancia tanto en términos científicos como prácticos en la vida cotidiana.

Sugieren que las explicaciones subjetivas de los padres pueden haber distorsionado estudios anteriores, como la tendencia a atribuir mayor inteligencia al hijo mayor debido a su posición en la familia.

En última instancia, los resultados de la investigación indican que el orden de nacimiento no ejerce una influencia sustancial en el desarrollo de los hijos, ni en su personalidad ni en su coeficiente intelectual, según lo destacado por la profesora Rodica Damian, una de las principales investigadoras del estudio.

Estos hallazgos desafían la noción ampliamente aceptada de que la posición en la familia determina rasgos específicos en los hijos.

El peligro de etiquetar a tu hijo

Según informan en Up!family, una escuela para familias, las etiquetas son palabras que utilizamos para describir el comportamiento de los niños, a menudo de manera negativa, como «eres un pesado», «eres un quejica» o «eres muy vago/a».

Aunque pueden parecer inofensivas, estas etiquetas pueden tener consecuencias graves para la identidad del niño. Especialmente cuando se utilizan para resaltar defectos físicos o de comportamiento.

Se ha demostrado que las etiquetas más peligrosas para los niños se aplican dentro del núcleo familiar, donde las interacciones son más significativas.

A diferencia de las etiquetas externas, las cuales pueden ser mitigadas y trabajadas. Frases como «no seas un llorón», «qué niña tan mandona», «eres torpe» o «nunca haces nada bien» son algunas de las etiquetas que a veces utilizamos con nuestros hijos cuando repiten un comportamiento.

Aunque no haya malicia en estas palabras, si se repiten con frecuencia, el niño puede comenzar a sentir que realmente es así y que no podrá cambiar, lo que puede llevar a problemas de autoestima y frustración.

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