El poder del frío para atenuar los efectos secundarios de la quimioterapia
El uso del frío parece abrir nuevas y prometedoras vías de tratamiento preventivo en las temidas secuelas de la quimioterapia
Aunque podría definirse de forma muy sencilla como un crecimiento descontrolado de células anómalas, el término «cáncer» engloba en realidad más de 100 tipos de patologías diferentes, que pueden afectar a múltiples partes del cuerpo y con distintos pronósticos.
También existe una gran variedad de tratamientos –la cirugía, la radioterapia, la inmunoterapia, la terapia dirigida, la hormonoterapia…–, pero el que quizá más preocupa a los pacientes por sus posibles efectos secundarios es la quimioterapia.
Fatiga, náuseas, vómitos, perdida de apetito, caída del cabello, anemia, infecciones, problemas digestivos, inflamación de las mucosas digestivas (musocistis), daños en los nervios (neuropatías) y problemas de concentración son algunas de esas manifestaciones indeseadas.
Existen distintos enfoques para prevenir y aliviar estos síntomas, y en las últimas décadas ha ido ganando popularidad el uso del hielo. La llamada crioterapia puede emplearse mediante distintos sistemas, como los gorros fríos, los guantes y calcetines y la aplicación directa del hielo en la boca.
Gorros fríos para evitar la caída del cabello
Uno de los efectos secundarios más frecuentes y visibles de la quimioterapia es la pérdida de cabello. Puede comenzar a las pocas semanas del inicio del tratamiento, afectando a la cabeza, las cejas, las pestañas e incluso el resto del vello corporal. Esta caída se produce porque los fármacos no solo atacan a las células tumorales, sino que actúan de forma global y pueden dañar el folículo piloso.
Aunque la alopecia suele ser reversible, puede socavar la autoestima –provocando ansiedad y depresión– y deteriorar las interacciones sociales de las personas afectadas. A menudo, estas se sienten señaladas, y verse sin pelo les recuerda constantemente que están enfermas.
Una técnica para intentar disminuir este efecto es el scalp cooling system o gorro frío, que pretende disminuir la cantidad de fármaco que llega a la base de cada cabello a través de la aplicación de frío local. Las bajas temperaturas estrechan los vasos sanguíneos de la piel del cuero cabelludo, disminuyendo así la llegada y absorción de los compuestos químicos en esa zona. Las guías de instituciones oncológicas ya incluyen el gorro frío entre sus recomendaciones.
Aunque la eficacia de estos «cascos» no es la misma para todas las personas, algunos estudios muestran que aproximadamente un 66% de los pacientes que los usaron mantuvo más del 50% del cabello y el 39,3% preservó la totalidad de su pelo frente al 0% de los pacientes que no utilizaron nada.
El gorro refrigerante debe colocarse unos 45 minutos antes de que comience la infusión (el gotero), conservarse puesto durante todo el tratamiento y dejarlo en la cabeza unos 90 minutos tras finalizar el mismo.
La tolerancia y el nivel de cumplimiento del scalp cooling system son altas y sus efectos secundarios, leves o moderados. Estos incluyen dolor de cabeza, sensación de frío y molestias en el cuero cabelludo.
Guantes y calcetines contra la neuropatía
Otra consecuencia no deseada común es la llamada neuropatía periférica inducida por la quimioterapia (CIPN, por sus siglas en ingles). Principalmente, se debe a la administración de taxanos, un grupo de medicamentos que dañan los nervios periféricos y suelen provocar sensación de hormigueo, dolor espontáneo o molestias ante estímulos normales como el tacto. Este efecto sobre los nervios también se manifiesta con debilidad en la musculatura de pies y manos y alteración de la sensibilidad.
La aparición de los síntomas puede comenzar a lo largo de todo el tratamiento o una vez finalizado el mismo. Su duración también es variable: un 68% de los pacientes los sufren durante un mes, el 60% durante tres meses y un 30% a lo largo de seis meses o más. La CIPN incluso puede limitar las actividades de la vida diaria.
Para estos casos, la crioterapia se administra con guantes y calcetines que hacen disminuir la temperatura de las extremidades durante la administración del tratamiento. La vasoconstricción así generada impide que lleguen cantidades importantes del fármaco a esas zonas y dañen los nervios periféricos.
Diversas investigaciones, incluida una revisión sistemática publicada este año, muestran su eficacia y la mejora de la calidad de vida de los pacientes.
Hielo en la boca para hacer frente a la mucositis
Por último, la mucositis inducida por la quimioterapia es una inflamación de la mucosa de boca, esófago y tracto digestivo. El paciente experimenta dolor y enrojecimiento de la boca y la garganta, úlceras y dificultad para comer y beber.
Una estrategia para prevenirla es diluir hielo lentamente en la boca durante el tratamiento. Algunos estudios sugieren que esta acción limita la exposición de la mucosa oral al fármaco, reduciéndose el daño y la formación de úlceras.
En definitiva, el uso del frío parece abrir nuevas y prometedoras vías de tratamiento preventivo en las temidas secuelas de la quimioterapia.
Paula Cordova Alegre, Personal docente – investigador en los grados de fisioterapia y enfermería de la Universidad San Jorge, Universidad San Jorge; Beatriz Carpallo Porcar, Fisioterapeuta. Personal docente e investigador en los grados de Fisioterapia y Enfermería en la Universidad San Jorge. Miembro del grupo de investigación iPhysio., Universidad San Jorge y Carolina Jiménez Sánchez, Docente del Grado en Fisioterapia de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad San Jorge. Investigador Principal Grupo de Investigación iPhysio, Universidad San Jorge
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.