El Papa advierte del «polvo tóxico» que «enturbia» la vida política y social actual
El Pontífice sigue ingresado en el Hospital Policlínico Gemelli de Roma tras padecer de una neumonía bilateral

El papa Francisco. | Archivo
El Papa Francisco ha advertido, en una homilía preparada para la misa de este Miércoles de Ceniza, con el que se inicia la Cuaresma, del «polvo tóxico» que «enturbia» la vida política y social del tiempo actual, con la «guerra», la «prevaricación», el regreso de «viejas ideologías identitarias que teorizan la exclusión del otro», la «explotación de los recursos» de la tierra o la «guerra».
La homilía del Pontífice ha sido leída durante la misa en la Basílica de Santa Sabina, por el cardenal Angelo De Donatis en nombre del Papa, ya que este se encuentra hospitalizado desde hace 20 días en el Hospital Policlínico Gemelli de Roma por una neumonía bilateral.
«También nos damos cuenta de que somos frágiles cuando nos descubrimos expuestos, en la vida política y social de nuestro tiempo, a polvos en suspensión que contaminan el mundo: la contraposición ideológica, la lógica de la prevaricación, el regreso de viejas ideologías identitarias que teorizan la exclusión del otro, la explotación de los recursos de la tierra, la violencia en todas sus formas y la guerra entre los pueblos. Todo ello es como polvo tóxico que enturbia el aire de nuestro planeta, impidiendo la coexistencia pacífica, mientras crecen en nosotros cada día la incertidumbre y el miedo al futuro», subraya el Papa.
Inicio de la Cuaresma
En este contexto, el Pontífice indica en su homilía que las cenizas recuerdan a las personas quiénes son, «atenúa la dureza» de los «narcisismos» y hace a todos «más humildes y disponibles los unos para los otros». «Ninguno de nosotros es Dios, todos estamos en camino», dice.
Además, destaca que la Cuaresma es también «una invitación a reavivar la esperanza». «Si recibimos la ceniza con la cabeza inclinada para volver a la memoria de lo que somos, el tiempo cuaresmal no quiere dejarnos con la cabeza gacha, sino que, al contrario, nos exhorta a levantar la cabeza hacia Aquel que resucita de las profundidades de la muerte, arrastrándose también a nosotros de las cenizas del pecado y de la muerte a la gloria de la vida eterna», añade.
Sin esta esperanza, según ha dicho, las personas están condenadas a «soportar pasivamente la fragilidad» de su condición humana y, sobre todo «ante la experiencia de la muerte», se hunden «en la tristeza y la desolación».
«Esta condición de fragilidad nos recuerda el drama de la muerte, que en nuestras sociedades de apariencia intentamos exorcizar de muchas maneras e incluso excluir de nuestros lenguajes, pero que se impone como una realidad con la que debemos lidiar, signo de la precariedad y transitoriedad de nuestras vidas», precisa el texto.
Finalmente, el Papa invita a convertirse «en signo de esperanza para el mundo», a trabajar por «un mundo más justo». «Al final de nuestra peregrinación terrena, nos espera un Padre con los brazos abiertos; aprendamos del ayuno que no vivimos solamente para satisfacer nuestras necesidades, sino que tenemos hambre de amor y de verdad, y sólo el amor de Dios y entre nosotros puede saciarnos de verdad y darnos la esperanza de un futuro mejor», concluye.