¿Quién es quién en el cónclave? Los actores clave de la sede vacante
Casi todos los altos cargos vaticanos cesan con la muerte del Papa, pero algunas figuras clave permanecen en su puesto

El camarlengo de la Iglesia católica, Kevin Farrell, sella los apartamentos papales. | Vatican Media
La muerte del papa Francisco este lunes dio inicio al periodo de sede vacante, en que el trono de Pedro está vacío. Este interregno durará hasta que los cardenales, reunidos en cónclave, elijan al sucesor de Francisco, el pontífice número 267 de la dinastía petrina.
Los usos y costumbres de la sede vacante han cambiado mucho a lo largo de la historia de la Iglesia. Por ejemplo, la Capilla Sixtina no siempre ha sido el escenario del cónclave; el último pontífice elegido fuera de ella fue Pío IX. O, si nos remontamos más en el tiempo, la elección de los papas no siempre se denominó cónclave. Para conocer el origen del término, hay que trasladarse al siglo XIII, cuando hubo un cónclave que duró casi tres años. En aquella ocasión, las autoridades de Viterbo, la ciudad donde se estaba celebrando, aislaron a los cardenales, les pusieron a pan y agua, y, como última medida de presión, quitaron el techo de la sala donde estaban reunidos los purpurados, para dejarles a la intemperie. Finalmente, los cardenales eligieron papa a Gregorio X. Desde entonces, se decretó que, para futuras elecciones del papa, los cardenales permanecerían encerrados o cum clave.
Las normas actuales del cónclave quedaron actualizadas con la constitución apostólica Universi Dominici Gregis, publicada por Juan Pablo II en 1996. Por ejemplo, queda fijada la mayoría de dos tercios necesaria para elegir al papa, así como que los cardenales residen en la Casa Santa Marta durante el cónclave.
Cabe apuntar que casi todos los altos cargos del Vaticano cesan con la muerte del Papa y ni siquiera pueden volver a su despacho. Sin embargo, algunas figuras clave permanecen en su puesto para guiar a la Iglesia en medio de la incertidumbre de la sede vacante. A continuación, los repasamos.
El cardenal camarlengo
El camarlengo es uno de los personajes clave de la sede vacante y el primero en aparecer en escena, ya que es el encargado de anunciar públicamente la muerte del Papa. Este cardenal, actualmente el irlandés Kevin Farrell, es ahora una suerte de jefe de Estado en funciones tras la muerte de Francisco.
Sus tareas incluyen el velar y administrar los bienes y derechos temporales de la Sede Apostólica durante el tiempo que está vacante. Asimismo, pide informes a todos los organismos vaticanos sobre el estado de las cosas, particularmente en el terreno económico.
El camarlengo es también responsable de certificar el fallecimiento del Papa y de las cuestiones logísticas en torno a su muerte. Entre ellas, destaca el momento de sellar los apartamentos papales (y, en este caso, también la habitación de Francisco en la Casa Santa Marta, ya que él no ha vivido en el Palacio Apostólico) para preservar los efectos personales y documentos del obispo de Roma.
El decano del Colegio Cardenalicio
Si antes hemos dicho que el camarlengo asume la función de ‘jefe de Estado’ en ausencia de papa, quien de verdad ejerce el gobierno de la Iglesia es el Colegio Cardenalicio, es decir, el conjunto de cardenales.
Los purpurados están liderados por el decano del Colegio, su miembro más veterano. Este, junto con tres cardenales asistentes, lleva las riendas de la Iglesia en el periodo de sede vacante. Eso sí, el Código de Derecho Canónico insiste en su canon 335 en que «nada se ha de innovar (nihil innovetur) en el régimen de la Iglesia universal» durante este periodo. En otras palabras, el Colegio Cardenalicio no puede asumir asuntos que son competencia del papa. Por ejemplo, a raíz del fallecimiento de Francisco, se ha pospuesto la canonización del joven italiano Carlo Acutis, que iba a ser elevado a los altares este domingo. Será el próximo papa quien lo haga santo.
El decano del Colegio Cardenalicio es también responsable de guiar las reuniones de los cardenales previas al cónclave, las llamadas congregaciones generales. En estos encuentros, los príncipes de la Iglesia deliberan sobre el perfil que debe tener el nuevo papa.
Por último, el decano del Colegio suele presidir el cónclave. Sin embargo, como los actuales decano y vicedecano tienen más de 80 años, no pueden entrar en la Capilla Sixtina. El mando de la elección recaerá, de esta forma, en el cardenal Pietro Parolin. Ojo, no por haber sido secretario de Estado (ya que cesó automáticamente tras la muerte del Papa), sino por ser el más antiguo de los cardenales obispos menores de 80 años.
Maestro de ceremonias pontificias
Es el encargado de preparar y guiar todas las ceremonias litúrgicas de este periodo, incluido el funeral del Papa. También pronuncia la famosa frase del «extra omnes» (todos fuera) en el momento de cerrar las puertas de la Capilla Sixtina a quienes no sean cardenales electores.
Cardenal protodiácono
El cardenal francés Dominique Mamberti será en unos días el rostro más observado del planeta. Él tendrá el privilegio de asomarse a la logia central de la basílica de San Pedro para anunciar al mundo la «gran alegría» de que los cardenales han elegido un nuevo obispo para Roma: «Anuntio vobis gaudium magnum, ¡habemus papam!», reza la fórmula (os anuncio una gran alegría, ¡tenemos papa!).
A continuación, Mamberti informará a los congregados en la plaza de San Pedro y frente al televisor de la identidad del nuevo pontífice. Lo hará con otra frase en latín en la que intercalará el apellido del cardenal elegido y el nombre papal que este escoja.
Sostituto de la Secretaría de Estado
Es una especie de ministro de asuntos internos y el más alto cargo vaticano que no cesa en su cargo a la muerte del papa. Entre otras tareas, al sostituto le corresponde atender cualquier demanda que los cardenales hagan al exterior desde dentro de la Capilla Sixtina.
La Guardia Suiza
La Guardia Suiza vaticana, habitualmente a las órdenes directas del papa, pasa a depender del Colegio Cardenalicio durante la sede vacante, concretamente del camarlengo. Su misión es proteger a los cardenales durante el cónclave y custodiar la Capilla Sixtina de toda intromisión exterior.