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Sociedad

Juan, Gregorio, Benedicto, Clemente... Los nombres más utilizados por los papas

Cambiar el nombre bautismal por uno pontificio es una tradición en la Iglesia desde el gesto fundacional de Jesús

Juan, Gregorio, Benedicto, Clemente… Los nombres más utilizados por los papas

Miles de personas durante el funeral del papa Francisco. | Stefano Spaziani - Europa Press

Pío, Gregorio, Juan, Benedicto, Inocencio, León y Clemente. Estos son los nombres más elegidos por los papas de la Iglesia católica a lo largo de los siglos, una tradición que no solo refleja continuidad, sino también intenciones y referencias espirituales profundas. Pero hay mucho más. La costumbre de cambiar el nombre bautismal por uno pontificio está arraigada en la historia de la Iglesia y se remonta a un gesto fundacional de Jesús, quien cambió el nombre del apóstol Simón por el de Pedro, el primer Pontífice.

El proceso se activa tras la votación válida del Cónclave, cuando el nuevo obispo de Roma es invitado a vestirse con los ornamentos papales por primera vez. En ese momento, se le pregunta en latín si acepta la elección canónica como Sumo Pontífice: «Acceptasne electionem de te canonice factam in Summum Pontificem?». Si responde afirmativamente, se le formula una segunda pregunta decisiva: «Quo nomine vis vocari?» (¿Cómo queréis que os llamen?).

La elección del nombre se hace pública instantes después, cuando el protodiácono aparece en la logia central de la Basílica de San Pedro para proclamar el tradicional «Habemus Papam». La fórmula latina completa anuncia al nuevo Papa y el nombre que ha elegido, normalmente en genitivo o acusativo, aunque en épocas pasadas también se utilizó el nominativo. En ocasiones, puede ir acompañado de un número ordinal, como ocurriría si un nuevo pontífice eligiera llamarse Francisco, siendo entonces Francisco II.

Este gesto simbólico está cargado de significados. Algunos nombres evocan a santos, como explicó Pablo VI al elegir el del apóstol que «amó a Cristo de manera suprema» y llevó el Evangelio a todos los pueblos. Otros buscan vincularse a figuras concretas del pasado: Joseph Ratzinger adoptó el nombre de Benedicto XVI para reconectar con Benedicto XV y con san Benito de Nursia, patriarca del monacato occidental.

En otros casos, la elección ha sido más inédita. El papa Francisco fue el primero en la historia en optar por ese nombre. Según explicó Jorge Bergoglio, lo hizo inspirado por san Francisco de Asís, «el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y protege la creación».

Asimismo, algunos papas han optado por una combinación sin precedentes. Juan Pablo I fue el primero en elegir un nombre doble, en homenaje a sus inmediatos predecesores. «No tengo ni la sapientia cordis del Papa Juan, ni la preparación y cultura del Papa Pablo, pero estoy en su lugar», dijo en un Ángelus de 1978. Su sucesor, Juan Pablo II, mantuvo esa combinación como una forma de continuidad. «Quiero llevar los nombres de Juan y Pablo», explicó en una audiencia en 1979.

Cada nombre pontificio resume una declaración de intenciones y revela una conexión espiritual con el pasado. Una fórmula milenaria que, a través de las palabras y la historia, mantiene viva la tradición de la Iglesia.

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