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Sociedad

La impronta de León XIII en el papa León XIV, una mirada hacia la renovación de la doctrina

Que haya elegido ese nombre revela su mensaje de idea de pontificado, el amor como base y con la paz como medio

La impronta de León XIII en el papa León XIV, una mirada hacia la renovación de la doctrina

Ilustración de Alejandra Svriz.

La Iglesia católica es de las instituciones más influyentes del mundo, con dos mil años de historia y que, a tenor del interés que suscita informativamente hablando, está más viva que nunca, a pesar de que es más que evidente que han bajado mucho las vocaciones, así como la práctica del Evangelio. Algo humanamente entendible si tenemos en cuenta que no parece fácil combinar la práctica en un mundo claramente alejado de él. 

Los gestos en la liturgia, el cuidado de las formas en todo lo que respecta a ella, la belleza que emana de ese protocolo que unos ven como algo desfasado, pero otros lo vemos como un claro respeto a la tradición y a la belleza aristotélica, suponen un atractivo innegable, especialmente porque no corren buenos tiempos en lo que respecta a tener una fe la tendencia natural que el hombre tiene de buscar la trascendencia. 

Con la resaca de la elección de León XIV llega el momento de reflexionar qué deparará el Vicario de Cristo en la tierra y qué intenciones tiene. Tradicionalmente, los pontífices eligen sus nombres con una clara intención: la de revelar cómo será su papado. Y Prevost ha elegido el de León en un (se supone) ánimo de continuidad con el legado que dejó León XIII. 

Los detractores de la Iglesia católica siempre la acusan de ser una institución que no se renueva, que está anclada en el pasado. A veces, con una clara intención despectiva, la denominan como «medieval», obviando que la Edad Media no fue, ni de lejos, una etapa oscura, sino todo lo contrario, al menos en lo que a filosofía, escolástica y pensamiento se refiere; San Agustín de Hipona es el mejor ejemplo aunque hay muchísimos más. La Iglesia, claro que avanza, lo que sucede es que se confunde doctrina con liturgia y con actitudes frente a los retos que vive en cada tiempo. Lo primero y fundamental es la doctrina, es decir, el Evangelio y este no cambia porque matar es igual de malo en el siglo I que en el XXI. Sin embargo, ante lo que sucede en el mundo, la Iglesia ni es ajena jamás, ni da la espalda ni tiene por qué callarse. 

¿Quién fue León XIII?

León XIII fue un hombre del siglo XIX y en historia el contexto lo es todo, hablemos de papas, de reyes o de cualquier ciudadano anónimo. Gioacchino Vicenzo Raffaele Luigi Pecci nació el 2 de marzo de 1810 y falleció el 20 de julio de 1903. Fue, por lo tanto, un hombre del siglo XIX con todo lo que ello implica. Su papado, de 25 años, se desarrolló desde 1878 hasta su muerte. ¿Qué pasaba en esa época en el mundo? Pues de todo. El XIX fue el gran siglo transformador donde todo cambia con respecto a lo anterior y, además, en todos los aspectos; en el pensamiento político, en el arte, en la literatura, en la filosofía, en la economía, en todo. Y, como eje vertebrador de todo ello, la impronta que dejó la Revolución Francesa con sus luces y sus sombras. 

El contexto histórico del XIX

Son muy numerosos los acontecimientos históricos que pasaron en el XIX, pero hay dos fundamentales que definen cómo estos hechos influyeron en su pensamiento y papado: la revolución industrial a nivel internacional y el nacimiento de Italia como país a nivel nacional. Ninguna de ambas cosas le fueron ajenas y las dos condicionaron su forma de guiar a la Iglesia católica.

La unificación de Italia

La unificación de Italia trajo consigo la pérdida temporal de los papas tras la toma de Roma en 1870 por parte del reino de Italia. Pero no solo eso, también supuso el fin de los Estados Pontificios y, con ello, un nuevo régimen: el sometimiento del Vaticano a la soberanía italiana, lo que generó un importante clima de tensión y una gravísima crisis entre ambos estados. A ese período se le denomina en historia la «cuestión romana». El papa Pío IX, anterior a León XIII, tuvo una actitud beligerante ante este hecho y excomulgó al rey y al gobierno rechazando la Ley de Garantías en virtud de la cual se garantizaba al papa protección y subvención por parte del Estado italiano. No solo eso, también prohibió a los católicos participar en la vida política a través del decreto Non Expedit. Esto es muy interesante: un papa inmiscuyéndose en algo que no «corresponde» a la doctrina y que daba los últimos coletazos. Y, por cierto, algo muy lógico si tenemos en cuenta que era un hombre del XIX. Como hemos dicho, ese siglo supuso la verdadera ruptura entre el antiguo y el nuevo régimen, el fin de la época moderna que daba paso a la contemporánea con todo lo que esto conlleva. 

Este desagradable asunto se solucionó en 1929 con la firma del Tratado de Letrán que reconoció a la Ciudad del Vaticano como un Estado independiente. 

La defensa de los derechos de los trabajadores

Se lee con frecuencia que León XIII, por su defensa de los derechos de los trabajadores expresada en su encíclica Rerum Novarum (acerca de las nuevas cosas), era socialista. Nada más lejos de la realidad porque es aplicar, además, algo nefasto en la historia: el presentismo. Defender los derechos de los trabajadores es una cuestión de justicia, la que promulgó Jesús. Defender a los más débiles es, en esencia, el cristianismo. De hecho, León XIII condenó firmemente el socialismo tachándolo de «ilusorio, sinónimo de odio y de ateísmo». 

Esta encíclica, que fue la trigésimo octava de las que escribió, está considerada como el comienzo de la democracia cristiana, piedra angular de la doctrina social de la Iglesia, que no es más que las enseñanzas sociales que todo cristiano está llamado a llevar a cabo siguiendo el Evangelio. Precisamente por eso, esto no cambia, que no es lo mismo que no evolucionar. Son verdades que no se modifican con el paso del tiempo: el amor a los demás es idéntico en el siglo I y en el XXI. Esto fue un cambio absolutamente profundo dentro de la Iglesia. Hacer esa renovación en la llamada de la fe ajustándose a los nuevos tiempos fue sin duda el gran acierto de León XIII. Una nueva mirada en un mundo totalmente diferente al anterior.

Por lo tanto, que el nuevo Papa haya elegido ese nombre revela su mensaje de idea de pontificado, el amor como base y con la paz como medio para llevarlo a cabo. Sin duda un mensaje esperanzador del que, sin duda, millones de católicos en todo el mundo estarán pendientes.

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