La rebelión alemana, la división interna... Los desafíos que deberá afrontar León XIV
Cuestiones doctrinales y geopolíticas, así como los abusos, se presentan como los grandes retos de la Iglesia católica

La plaza y la basílica de San Pedro.
A las 19.22 de este jueves, la plaza de San Pedro exaltaba de júbilo ante la salida al balcón del nuevo papa León XIV. La elección de un nuevo obispo de Roma ha sido casi siempre para los católicos una ocasión de renovar su esperanza, y la llegada del hasta ahora cardenal Prevost no ha sido una excepción.
Pero la tarea para León será ardua. Gobernar la Iglesia católica nunca ha sido sencillo y, en estos tiempos inciertos, menos aún. El estado del mundo y, en ciertos aspectos de la propia Iglesia, plantean una serie de retos que el papa estadounidense deberá afrontar. Los analizamos.
La reevangelización de Europa
El primer reto es uno de los más destacados cuando se habla de la Iglesia, y tiene que ver con las cifras. Si bien el número de católicos en el mundo va al alza (roza los 1.400 millones, según los últimos datos del Vaticano), la dinámica en Europa es bien distinta.
El último Anuario Estadístico de la Iglesia (2022) apunta a que, en Europa y en Oceanía, el número de fieles se mantiene estable, a diferencia de África, América y Asia, que crecieron al ritmo del 3%, del 0,9% y del 0,6% respectivamente. Las cifras en el Viejo Continente tampoco son positivas acerca del número de seminaristas (un 6% menos), de sacerdotes (el único continente donde no sube junto a Oceanía) y de religiosos (Europa es el continente que más pierde). En contraste, África lidera todos los indicadores.
A pesar de esta realidad, también es cierto que existen brotes verdes. Por ejemplo, la Conferencia Episcopal Francesa informó hace unas semanas de que, con motivo de la Pascua, se había alcanzado un nuevo récord de bautizos de adultos, más de 10.000, lo que supuso un aumento del 45% respecto al año anterior.
Mirar fuera de Europa
La lectura complementaria de estos mismos datos conduce a otra conclusión: la Iglesia no debe pecar de excesivo eurocentrismo. El actual Colegio Cardenalicio que ha participado en este cónclave es buena muestra de ello, ya que es el más internacional de la historia, con 71 países representados. Como es natural, el hecho de que el nuevo papa no sea europeo contribuirá a seguir esa línea.
Si bien Roma ha sido y será siempre el corazón de la Iglesia, el nuevo Papa haría bien en dirigir su mirada hacia las periferias geográficas de las que hablaba Francisco. Volviendo a los datos, quienes ahora mismo reman con mayor fuerza en la barca de Pedro son, por este orden, África, América y Asia.
Cabe añadir, además, que el espacio geopolítico también ha venido llevando su foco fuera de Europa desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Aunque la Iglesia no se mueva por categorías temporales, tiene un papel peculiar en el balance de fuerzas internacional. Y ese orden mundial hoy está más en Estados Unidos, China, India y el Sudeste Asiático que en Europa.
La división en la Iglesia
En clave más interna, la Iglesia presenta división. En una comunidad tan numerosa y heterogénea como la católica, es natural que coexistan muy diversas sensibilidades que parten de una doctrina y una creencia comunes. Así ha sido durante toda la historia de la Iglesia. Sin embargo, no deja de ser cierto que el pontificado de Francisco ha generado mayores disensiones entre los católicos que en otras épocas.
La bendición de las parejas homosexuales, la limitación de la liturgia preconciliar (la misa tridentina) o un gobierno más horizontal de la Iglesia (sinodalidad) son algunas de las cuestiones que han aflorado durante el papado de Francisco y que han generado oposición o confusión entre algunos católicos. Al nuevo pontífice le corresponderá, en estos temas, seguir la línea de Francisco, aclararla o, en su caso, cambiar de rumbo. En lo que a la sinodalidad respecta, ya sabemos que León XIV es firme defensor de ella, pues la mencionó en sus primeras palabras de la logia central de San Pedro.
El conato de rebelión en la Iglesia alemana
En este sentido, el epicentro de los mayores terremotos que ha vivido la Iglesia en los últimos tiempos está sin duda en Alemania. Los obispos germanos llevan varios años —al menos desde el pontificado de su compatriota Benedicto XVI— queriendo forzar una agenda que ellos llaman progresista en la Iglesia. Lo han hecho de una forma bastante poco diplomática, con continuos desafíos a Roma, hasta el punto de que en algunos momentos se ha llegado a temer un posible cisma.
Las posturas que la Conferencia Episcopal Alemana ha promovido en los últimos años, en consonancia con la cercana Iglesia luterana, incluyen la revisión del celibato sacerdotal, la ordenación de mujeres, que se imparta la comunión a los divorciados vueltos a casar, la reevaluación de la doctrina sobre la homosexualidad y la bendición de parejas del mismo sexo. Sobre este último punto, los obispos alemanes publicaron cuatro días después de la muerte del papa Francisco una guía para realizar estas bendiciones.
Aclarar el lío de las bendiciones a parejas homosexuales
Precisamente esta última reivindicación de los obispos alemanes es la que más confusión ha generado. En 2023, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe publicó un polémico y ambiguo documento titulado Fiducia supplicans en el que se contemplaba la posibilidad de bendecir a parejas del mismo sexo bajo ciertas condiciones.
La declaración fue causa de gran controversia en el seno de la Iglesia, tanto entre los fieles de a pie como entre la alta jerarquía. Los obispos africanos fueron quienes lideraron la oposición a la postura dictada desde Roma. Puede decirse que fue una resistencia exitosa, ya que la Santa Sede les permitió no aplicar el documento en sus diócesis.
Así, un año y medio después de la publicación de Fiducia supplicans, el documento parece papel mojado en ciertos lugares (como África), mientras que en otros se queda corto (Alemania). El nuevo Papa deberá adoptar una postura contundente sobre el asunto para desterrar toda posible confusión. Lo único que León XIV dijo sobre la cuestión siendo cardenal es justamente que, a la vista del rechazo mostrado por los obispos africanos, “cada conferencia episcopal necesita tener una cierta autoridad». Pareció así ver con buenos ojos que África se desmarcase del documento.
Avances en el ecumenismo
Precisamente la Fiducia supplicans ha dificultado los avances que los últimos papas, sobre todo Juan Pablo II, hicieron en materia de ecumenismo (la búsqueda de unión entre las diferentes iglesias cristianas: católicos, ortodoxos y luteranos). Los ortodoxos no vieron con buenos ojos la ambigüedad del documento acerca de las bendiciones a parejas del mismo sexo. Especialmente contrario se ha mostrado el Patriarcado de Moscú.
Así pues, otro de los desafíos del nuevo papa será retomar los acercamientos con el resto de iglesias cristianas. Aclarar una doctrina común en el mayor número de asuntos posible será el primer paso para ello.
Cerrar la crisis de los abusos
Tanto Benedicto XVI como Francisco dieron importantes pasos en la lucha contra la lacra de los abusos en la Iglesia. El pontífice germano, por ejemplo, apartó a 400 curas del sacerdocio, fue el primer Papa en reunirse con víctimas y sancionó al carismático Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo. El argentino, por su parte, creó una ley eclesiástica al respecto, ordenó inspecciones en diócesis y seminarios sospechosos de encubrimiento y expulsó del sacerdocio al sonado cardenal estadounidense Theodore McCarrick.
A pesar de ello, hay quien ha arrojado dudas sobre el legado de Francisco en este punto, considerando que sus políticas no han llegado todo lo lejos que la cuestión requiere. El nuevo papa deberá apuntalar los procesos de investigación y sanción de casos de abusos.
La relación con China
Durante el pontificado de Francisco, el Vaticano y China firmaron un acuerdo secreto en torno a la designación de obispos, con el objetivo de superar la división entre la Iglesia «oficial», controlada por el régimen chino, y la Iglesia «clandestina», fiel a Roma.
El pacto consiste en que China propone a los candidatos al episcopado y el Papa tiene la última palabra (con derecho de veto), una situación similar a la que la Iglesia experimentó en su día con la Unión Soviética. El objetivo es unificar el proceso de consagración episcopal para que todos los obispos católicos en China estén en comunión con el Papa. Sin embargo, el acuerdo ha sido objeto de críticas al no haberse hecho público su texto exacto y por algunas violaciones del mismo llevadas a cabo por Pekín.