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Sociedad

Los tradicionalistas piden al Papa terminar con el veto de Francisco a la misa tradicional

El ala conservadora denuncia que el pontífice argentino “persiguió” a quienes celebraban el rito preconciliar

Los tradicionalistas piden al Papa terminar con el veto de Francisco a la misa tradicional

El papa Francisco, el papa León XIV y el cardenal Raymond Burke. | Ilustración: Alejandra Svriz

Aunque sin duda ajena al gran público, una de las polémicas presentes en el seno de la Iglesia católica durante los últimos cincuenta años —y más intensamente en la última década— ha sido la relativa a la llamada misa tradicional. Durante el pontificado del papa Francisco, la celebración de esta antigua liturgia (vigente hasta 1969) quedó más limitada que nunca, pero con la llegada de León XIV a la silla de Pedro, el sector católico más tradicional quiere recuperarla. Esto supondría la posibilidad de que el sacerdote celebre de espaldas a la asamblea y pronuncie las oraciones en voz baja, así como el retorno del latín, entre otros ritos.

Quien lidera esta ofensiva litúrgica no es otro que el cardenal Raymond Burke, una de las cabezas visibles de la parcela más tradicionalista de la Iglesia. El purpurado estadounidense afirmó hace unos días que había transmitido a León XIV una petición para que termine la «persecución» contra la también llamada misa tridentina (en referencia al concilio de Trento, que la diseñó). «Tengo esperanzas en que [el papa León XIV] ponga fin a la persecución a los fieles de la Iglesia que desean adorar a Dios siguiendo los más antiguos usos del rito romano», dijo Burke en un congreso a favor de la misa tradicional en Londres.

La “persecución” de Francisco

El cardenal, además, dejó claro a quién hacía responsable de esa persecución, cuando dijo que esa actitud provenía «desde la misma Iglesia». Aunque no lo mencionase por su nombre, Burke hacía referencia al papa Francisco y concretamente a un motu proprio publicado por el pontífice argentino en el año 2021. En ese documento, titulado Traditionis custodes, el papa jesuita dictaminó que el novus ordo (es decir, la misa actual, posterior al concilio Vaticano II) pasaba de ser la forma «ordinaria» de la eucaristía a su «única expresión» posible, mientras que la celebración del rito tradicional, hasta entonces considerado «extraordinario», debía abandonarse.

Más en concreto, el documento suspendía cautelarmente la posibilidad de oficiar la misa preconciliar, a no ser que el obispo de la diócesis correspondiente la autorizase. Además, se ordenaba comprobar que las comunidades que en ese momento estuviesen celebrando el rito tridentino aceptasen los postulados del concilio Vaticano II y la legitimidad de los papas posteriores a esta cita ecuménica (algunos grupos minoritarios, los llamados sedevacantistas, no aceptan a ningún pontífice a partir de Juan XXIII). Por último, Traditionis custodes prohibía la autorización de nuevos grupos que quisieran celebrar este rito, por lo que Francisco dejaba herida de muerte la proliferación de esta modalidad litúrgica.

El giro de Benedicto XVI a Francisco

Con la llegada de León XIV, sin embargo, los tradicionalistas ven la ocasión de volver al statu quo anterior, el establecido por Benedicto XVI. El propio Burke así lo indicó en su intervención de hace unos días, cuando expresaba su deseo de que el nuevo Papa continuase en la línea de lo que «tan sabia y tan amorosamente legisló Benedicto XVI». Burke hablaba de otro motu proprio, en este caso del pontífice alemán, titulado Summorum Pontificum, en el que se aprecia muy a las claras la distinta actitud del papa alemán sobre la misa tradicional respecto a la de su sucesor argentino. Ratzinger señalaba en 2007 que el rito tridentino «debe gozar del respeto debido por su uso venerable y antiguo». Por ello, Benedicto establecía que la misa preconciliar, si bien era la forma «extraordinaria» de la liturgia, podía celebrarse de forma más o menos generalizada.

Rara vez un papa refuta directamente a uno de sus antecesores. Por eso la publicación de Traditionis custodes por parte de Francisco, totalmente contraria a la Summorum Pontificum de Benedicto XVI, creó un desconcierto y una división notables en cierto sector de la Iglesia. Con León XIV en el trono de Pedro, el ala tradicionalista confía en volver a la situación previa, cuando el vetus y el novus ordo (el antiguo y el nuevo rito) convivían sin aparentes problemas.

La misa tradicional se pone «de moda»

Muchos debates en torno a la Iglesia son cuestiones internas que no afectan al conjunto de la sociedad, y el debate sobre la misa tradicional podría calificarse directamente de discusión de sacristía. Hay algo de verdadero en esa valoración; sin embargo, no es menos cierto que la controversia ha ganado en relevancia en buena parte por el avance del rito tridentino entre los católicos.

Si bien la misa preconciliar continúa siendo una opción minoritaria para los fieles, su presencia ha aumentado en los últimos años. Buena muestra de ellos son comunidades muy florecientes, nuevas vocaciones y un incremento en los católicos que asisten a la misa donde el sacerdote celebra de espaldas al pueblo. En Europa, destacan Francia, Italia, Polonia, Reino Unido y Alemania.

En España, según el portal especializado ‘La misa de siempre‘, existen 27 templos en los que se celebra la liturgia tradicional. Destaca la Comunidad de Madrid, con cuatro: la iglesia de Nuestra Señora de la Paz, en la capital; el convento del Sagrado Corazón, en Getafe; y otros dos lugares en Alcalá de Henares (la iglesia de las Carmelitas Descalzas y el antiguo colegio de las Adoratrices).

Aunque donde más enteros gana el vetus ordo es en Estados Unidos, precisamente el país de origen del nuevo Papa, con 505 templos (cifras del portal Latin Mass Directory). Además, según una encuesta reciente del Pew Research Center, un 13% de católicos en el país norteamericano (casi 9 millones de personas) ha asistido alguna vez a la misa tradicional en los últimos cinco años. Ahí se incluye un 2% que va unas cuantas veces al año, otro 1% que lo hace una o dos veces al mes y otro 2% que va al menos una vez a la semana. En este último caso, hablamos de un total de 1,36 millones de católicos.

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