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Sociedad

El 50% de los jefes confiesa que se desespera al trabajar con la generación Z

Casi el 20% de los supervisores ha valorado dimitir por el desgaste emocional que supone dirigir a los jóvenes

El 50% de los jefes confiesa que se desespera al trabajar con la generación Z

Un directivo instruye a un joven empleado. | Freepik

La generación Z saca de quicio a sus jefes. Cada vez son más los directivos que reconocen dificultades a la hora de gestionar a los trabajadores más jóvenes. Según una encuesta de la revista estadounidense Intelligent.com’s entre miles de managers, el 51% admite sentirse frustrado al trabajar con empleados de la generación Z —los menores de 28 años—. Muchos responsables aseguran que supervisar a esta cohorte implica invertir más tiempo y una mayor dedicación emocional de la que estaban habituados. Tanto es así que un 18% llegó a plantearse abandonar su puesto para evitar esa carga adicional.

Los motivos señalados por los supervisores se repiten con frecuencia: uso excesivo del teléfono móvil (50%), ausencia de ética de trabajo (47%), falta de iniciativa (45%) y dificultades para organizar el tiempo (44%). Estos reproches coinciden con los identificados en otros estudios sobre el choque generacional en los entornos laborales, aunque ahora afectan a un grupo que ya supone entre el 15 y el 20% de la fuerza laboral.

La investigación también muestra el reverso de la situación. Tres de cada cuatro jefes reconocen haber tenido que modificar su estilo de liderazgo para adaptarse a las expectativas de la generación Z, ofreciendo más retroalimentación, más orientación y un marco contextual más detallado que al resto de generaciones. No consideran que estos jóvenes sean ingobernables, pero sí más exigentes en cuanto a acompañamiento directivo. Ese apoyo extra se traduce en mayor carga de trabajo, más reuniones individuales y, en algunos casos, en la sensación de que el responsable dedica gran parte del día a tareas de mediación. De ahí que un 27% admita que evitaría contratarlos si tuviera la posibilidad.

Este diagnóstico se alinea con otros indicios del mercado laboral. Tal como publicó THE OBJECTIVE, el 92% de los profesionales de recursos humanos afirma que no incorporaría a jóvenes de esta generación. En el trasfondo aparece un desajuste cada vez más profundo entre la formación universitaria y las necesidades reales de las empresas. De hecho, el 74% de los reclutadores asegura tener dificultades para encontrar candidatos con las competencias que requieren. Apenas un 8% de los reclutadores considera que los jóvenes de la generación Z están plenamente preparados para los puestos disponibles.

Cómo se comunican los jóvenes en el trabajo

Las diferencias generacionales no solo afloran en la forma de trabajar, sino también en cómo se comunican dentro de las empresas. La relación de la generación Z con las llamadas telefónicas es un buen ejemplo de ello: para muchos jóvenes, este canal resulta intrusivo, poco eficiente y en algunos casos directamente incómodo. Otro estudio de la plataforma Infobip apunta que esta cohorte prefiere sistemas de autogestión como chatbots, mensajería instantánea o redes sociales, donde pueden resolver consultas de forma inmediata y sin la fricción que, a su juicio, generan las llamadas tradicionales.

Esta preferencia por la autonomía digital encaja con las percepciones que muchos supervisores apuntaban en la anterior investigación: los jóvenes demandan procesos más guiados, más contextualizados y, sobre todo, más adaptados a su forma de comunicarse. Mientras los empleados de generaciones anteriores valoran la conversación directa para verificar información o aclarar dudas, la generación Z prefiere mantener el control del ritmo y del canal, evitar esperas y no tener que repetir pasos en distintos formatos.

Su rechazo a las llamadas telefónicas se explica, en parte, por haber crecido en entornos en los que la rapidez, la autogestión y la comunicación escrita son la norma. En contextos más delicados —por ejemplo, la gestión de impagos—, optan por canales como WhatsApp, que les permiten exponer su situación sin la presión emocional de una voz al otro lado de la línea. Solo cuando el proceso ya está encaminado aceptan la intervención de un agente humano.

Este choque de hábitos supone un desafío adicional para las empresas, que a menudo apuestan por las llamadas como vía principal de contacto. La consecuencia es que muchos jóvenes bloquean números o activan filtros contra el spam corporativo y consolidad de ese modo la brecha comunicativa. Para los jefes, esta preferencia por canales digitales implica más ajustes, más seguimiento personalizado y un liderazgo más atento a los códigos comunicativos de la generación Z, que ya no solo cuestiona cómo se trabaja, sino también cómo se habla en el trabajo.

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