En el techo de un edificio en Jan Yunis, en el sur de de Gaza, una «revolución» se prepara discretamente. Un mosaico de paneles solares alimenta una enorme máquina vibrante parecida a un grupo electrógeno, que ha venido de Israel y retira la humedad del aire para transformarla en agua potable. Este microterritorio de dos millones de habitantes vive una crisis de este recurso cuyos efectos se hacen sentir en las entrañas de la población, que presenta tasas alarmantes de cálculos renales y diarreas, según los investigadores.
Por qué es importante: en Gaza, el agua potable se extrae del suelo desde hace siglos. Pero en las últimas décadas, la presión demográfica ha agotado el acuífero que se ha rellenado con agua salada del mar Mediterráneo. Hace unos años, la ONU advirtió que el agotamiento del acuífero convertiría a Gaza en un lugar «inhabitable» a partir de 2020. Esta agua «solo sirve para lavar la ropa, limpiar y ducharse», resume Ghassan Ashur, comerciante de Jan Yunis. Selo el 3% del agua potable de Gaza responde a las normas internacionales, según la ONU.
Los gazatíes compran agua embotellada o a los camiones cisterna, que la extraen de la napa freática. «Extraemos aquí hasta 80.000 litros de agua que filtramos, le agregamos cloro y otros productos químicos para hacerla bebible», explica Issa Al-Farra, propietario de una estación de bombeo.
Las soluciones emergen como la construcción de una desaladora financiada por la Unión Europea y el despliegue de los tres primeros «generadores de agua» de la empresa israelí Watergen. Dos han sido donados por la empresa y un tercero por el instituto de investigación medioambiental Arava, situado en el sur de Israel. Cada aparato cuesta unos 50.000 euros.
Uno de ellos se ha instalado en la localidad de Jan Yunis. Se trata de un enorme cubo de metal que capta la humedad del aire, la condensa mediante un proceso de recalentamiento y luego filtra el agua para potabilizarla. «Esta máquina produce unos 5.000 litros de agua potable al día cuando la tasa de humedad del aire supera el 65% y 6.000 litros si supera el 90%», explica Fathi Sheikh Khalil, ingeniero eléctrico y directivo de la ONG palestina Damour, que gestiona el aparato.
Parte de esta agua la consumen los empleados municipales y otra se lleva al hospital, explica Khalil. «Una o dos máquinas no lo van a cambiar todo, pero es un principio«.
Si se conectan los «generadores de agua» a los paneles solares equipados con baterías, el coste de producción disminuye, al igual que las emisiones de carbono. Y es que Gaza dispone de una única central eléctrica, que funciona con fuel importado y no llega para cubrir la demanda local.
Pero en este territorio controlado por Hamas, el movimiento islamista que se ha enfrentado a Israel en tres guerras desde 2008, ¿no es curioso trabajar con una empresa israelí? «Aceptamos la ayuda de todo el que quiera ayudarnos», asegura Khalil. Hamas no ha hecho comentarios sobre el tema.