La UE se impone la tarea de regenerar el entorno natural en pleno auge del negacionismo
De aquí a 2030, Bruselas pide a los Estados miembros que recuperen el 20% de sus suelos y mares deteriorados
La humanidad lleva una buena temporada jugando a la ruleta rusa y los científicos advierten que la fase de los daños irreversibles está a la vuelta de la esquina en lo que respecta al cambio climático. China es responsable del 30,68% de las emisiones mundiales de CO2 (datos de 2022) y tiene una excusa para seguir ahondando en esa dirección: el retraso secular en su industrialización le obliga ahora a quemar fases mucho más rápido, abusando en el ínterin de los combustibles fósiles sin dejar por ello de encomendarse a la movilidad eléctrica.
Ese discurso, aun cargado de cinismo, no es inexacto: en 1900, más del 90% de las emisiones las generaban EEUU y Europa; todavía en 1985 ambas áreas eran responsables del 85% de la cuenta total. En los últimos tiempos, cada vez más sumidas en la misión de la descarbonización, la suma de esta dupla occidental apenas supone un tercio de las emisiones de dióxido de carbono.
Los diversos organismos que componen el armazón de Bruselas se mueven en la inequívoca dirección de la regeneración. En 2021 se aprobó el reglamento para lograr la neutralidad climática en 2050, un listón de difícil cumplimiento, pero los paquetes legislativos son mucho más abundantes y este mismo año incluyen, entre otras, la directiva sobre el derecho a reparar, el reglamento sobre diseño ecológico, el reglamento sobre la industria de cero emisiones netas o la muy reciente (17 de junio) ley de restauración de la naturaleza.
En esencia, lo que la Unión Europea se propone con esta última norma es regenerar el 20% del mar y el suelo de la zona en 2030, una meta modesta si se tiene en cuenta que, tal y como Bruselas reconoce, el 80% de los hábitats europeos están actualmente en malas condiciones. En cualquier caso, la exigencia se intensifica por fases y culmina en 2050, una fecha que ya es fetiche, con el mandato de restaurar el 90% de los bosques, pastizales, humedales, ríos, lagos y lechos coralinos, entre otros entornos.
Pulso político
Italia, Hungría y Polonia están hoy en manos marcadamente conservadoras. El Frente Nacional (Agrupación Nacional hoy) de Marine Le Pen ha puesto a Francia patas arriba tras los comicios europeos, obligando al presidente Macron a lanzarse al vacío de un adelanto electoral. Holanda colinda con los movimientos más extremos del tablero político. E incluso el español Luis Alvise Pérez ha colado a su partido, Se Acabó La Fiesta, en el Parlamento comunitario.
Semejantes fenómenos al alza, cargados en general de negacionismo, podrían sembrar de obstáculos la agenda de la UE hacia la economía verde, tal y como demuestra la votación de la ley de restauración de la naturaleza, aprobada por los ministros de medio ambiente de los países miembros gracias a un estrechísimo margen.
Atentos al campo
Consciente de la ligazón existente entre sostenibilidad y agroindustria, la ley fija tres tareas para garantizar la salud en los ecosistemas agrarios. Los países miembros tendrán que registrar progresos en dos de los tres siguientes indicadores: el índice de mariposas en los pastizales, la proporción de tierras agrícolas con características paisajísticas muy diversas y las reservas de carbono orgánico en suelos minerales de tierras de cultivo.
Otra meta de primer orden será la plantación de 3.000 millones de árboles (Mariano Rajoy prometió en una de sus campañas para las generales plantar un escueto millón). Asimismo, los países de la UE también tendrán que convertir al menos 25.000 kilómetros de ríos en cauces libres y garantizar que no se produzca una pérdida neta de la superficie nacional total de espacios verdes urbanos y de cubierta arbórea urbana.