El papa Francisco ha declarado oficialmente que se opone a la pena de muerte en cualquier circunstancia, cambiando de esta manera la enseñanza del Catecismo que defendía el uso de esta pena en casos extremos. Ha expresado que esta medida es «inaceptable» y ha hecho un llamamiento global para luchar contra ella mundialmente.
«La Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona y se compromete con determinación a su abolición en todo el mundo», ha expresado el papa durante una audiencia concedida al prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Luis F. Ladaria. La modificación del artículo 2.267, que legitimaba la pena de muerte, del Catecismo –libro que contiene la explicación de la doctrina de la Iglesia católica– ha supuesto un paso muy significativo para la historia de la Iglesia.
En el nuevo texto se explica que «durante mucho tiempo, el recurso a la pena de muerte por parte de la autoridad legítima, después de un debido proceso, fue considerado una respuesta apropiada a la gravedad de algunos delitos y un medio admisible, aunque extremo, para la tutela del bien común». Sin embargo, reconoce que «hoy está cada vez más viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde ni siquiera después de haber cometido crímenes muy graves«. El texto también señala que los nuevos sistemas de detención «garantizarán la necesaria defensa de los ciudadanos pero, al mismo tiempo, no le quitan al reo la posibilidad de redimirse definitivamente».
La modificación será explicada a todos los obispos a través de una carta escrita por el cardenal español Luis F. Ladaria y el nuevo texto entrará en vigor tras su publicación por el diario oficial L’Osservatore Romano y en las Acta Apostolicae Sedis.
La mayoría de los países predominantemente católicos de todo el mundo ha abolido o suspendido las ejecuciones judiciales y en muchas ocasiones el Vaticano y el papa han intercedido para detener las condenas en Estados Unidos. «Con esta decisión del papa Francisco, todos los católicos nos convertirnos en constructores de un mundo sin pena de muerte», ha declarado la comunidad católica de Sant’Egidio, una de las promotoras de la campaña mundial contra la pena capital.
Décadas de batalla
La decisión del papa argentino llega tras décadas de batalla de varios pontífices contra la pena capital, comenzando por Pablo VI a mediados del siglo XX. Basado en el principio de que esta condena es una ofensa a la vida, el papa Juan Pablo II se proclamó a favor de su abolición en Estados Unidos en 1999, país donde aún es vigente, tras tildarla de «cruel e inútil».
Fue justamente Juan Pablo II quien a través de un «motu proprio» en 2001 –un documento de la Iglesia católica emanado directamente del papa– decidió suprimirla de forma definitiva como ley vaticana. Fiel a esa línea, el papa Francisco pidió a los gobernantes de los países que aún aplican la pena de muerte que suspendieran las ejecuciones en 2016 por respeto al Jubileo Santo de la Misericordia. Asimismo, el papa Francisco se ha manifestado en contra de la pena de muerte en varias intervenciones públicas, como en el discurso en el Congreso de Estados Unidos celebrado en 2015.
Según datos recogidos por la organización humanitaria Amnistía Internacional, en el año 2017 se registraron un mínimo de 993 ejecuciones en 23 países, un 4% menos que en 2016. La mayoría de las condenas tuvieron lugar en China, Irán, Arabia Saudí, Irak y Pakistán, en este orden. Al terminar 2017, un total de 142 países habían abolido por ley o en la práctica la pena capital. Sin embargo, la pena de muerte sigue siendo legal en 53 países, entre los que se encuentran Cuba, la Mancomunidad de Dominica y Uganda donde aproximadamente la mitad de la población son católicos.
En Europa, el único lugar donde todavía persiste esta pena es Bielorrusia con una minoría católica del 7%. En Estados Unidos, país en el que el 22% de los habitantes son católicos, la pena capital existe en 31 estados, informa AFP.