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Subastado un colgante de María Antonieta por 36 millones de dólares

Un colgante de perlas y diamantes que perteneció a María Antonieta ha sido vendido por 36 millones de dólares, un precio récord para una joya de este tipo, en una subasta de la casa Sotheby’s en Ginebra.

Subastado un colgante de María Antonieta por 36 millones de dólares

Un colgante de perlas y diamantes que perteneció a María Antonieta ha sido vendido por 36 millones de dólares, un precio récord para una joya de este tipo, en una subasta de la casa Sotheby’s en Ginebra.

El collar, con una perla natural, estaba valorado entre uno y dos millones de dólares, pero finalmente ha sido adjudicado por 36 millones a un comprador privado que ha querido mantener el anonimato.

“El colgante de María Antonieta es sencillamente irremplazable, y el precio que ha alcanzado va más allá de la propia joya”, ha dicho en un comunicado Eddie LeVian, jefe ejecutivo de los joyeros Le Vian.

En la subasta se ha pujado también por diez piezas de la familia Borbón Parma, valoradas en tres millones de dólares, que se han vendido finalmente por 43 millones. Entre ellas se encuentra un broche de diamantes valorado en unos 80.000 dólares y que ha sido vendido por 1,75 millones, así como un anillo que contenía un mechón de cabello de María Antonieta. También se han subastado objetos que pertenecieron al rey Carlos X, a los archiduques de Austria y a los duques de Parma.

Las piezas subastadas llevaban 200 años ocultas al público y tienen tras de sí una extraordinaria historia. Cuando el rey Luis XVI, María Antonieta y su familia se preparaban para su huida en marzo de 1791, la reina escondió todos sus diamantes, rubíes y perlas en un cofre de madera, que fue enviado a Viena pasando por Bruselas bajo la custodia del Conde Mercy Argentau, un leal sirviente de María Antonieta.

El rey y la reina fueron ejecutados en la guillotina en 1793, y su hijo Luis XVII, de 10 años, murió poco tiempo después. Su única hija con vida, María Teresa, fue liberada tras tres años de solitario confinamiento en 1795. A su llegada a Viena en 1796, reclamó las joyas de su madre, las cuales se mantuvieron a salvo gracias a su primo, el emperador de Austria.

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