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La amenaza de los drones agita la industria de sus contramedidas 

Este armamento está muy de moda entre servicios de escolta presidencial, algunos cuerpos militares o incluso los megayates de algunos millonarios

La amenaza de los drones agita la industria de sus contramedidas 

Drones volando sobre un barco.

En la reciente toma de posesión del presidente brasileño Luis Ignacio Lula da Silva pudo observarse una extraña imagen. Entre su bien dotada escolta pudo ser visto un personaje que parecía sacado a lazo de la película Men in black. Elegantemente trajeado, camisa blanca, corbata oscura y relucientes zapatos, sujetaba con sus brazos un extraño artefacto con aspecto de rifle futurista. La salvedad es que sus disparos son inocuos para un posible blanco humano, pero letales para otro tipo de amenaza: los aviones sin piloto, conocidos popularmente como drones. El alopécico guardaespaldas estuvo a cargo de vigilar los cielos brasileños, y presto a disparar una andanada de radiofrecuencias contra cualquier amenaza de este tipo que llegase con aviesas intenciones. Esa suerte de ‘pistola de rayos’ denominada DroneGun Tactical y que desarrolla la empresa australiana DroneShield, es capaz de hacer caer cualquier dron de tipo pequeño-mediano a una cierta distancia. Este armamento electrónico está muy de moda entre servicios de escolta presidencial, algunos cuerpos militares o incluso los megayates de algunos millonarios que temen por su seguridad. 

Nuevas amenazas, nuevos métodos

El uso de drones de ataque era muy anterior a la guerra de Ucrania, pero la visibilidad de su utilidad ofensiva ha crecido de manera exponencial. Es el arma de moda, y la que está cambiando las reglas de la guerra. El dron artillado ha pasado de ser un elemento extraordinario y muy exclusivo a una necesidad para cualquier ejército. Y con su popularización, la defensa ante ellos. Lo que hasta ahora eran poco menos que aparatos domésticos, casi juguetes, son ahora letales armas ofensivas, muy baratas y en manos de operativos que no requieren de una gran formación. 

Hay diversas fórmulas para hacerlos caer, o al menos inutilizar su funcionalidad. La del DroneGun Tactical de Lula es una de las más complejas técnicamente. Su operador apunta el fusil electrónico, tira del gatillo, y por su cañón digital parte una andanada de señales electrónicas que ciegan al sistema, le remite señales confusas, o corta las comunicaciones con su operador remoto. El piloto del dron pierde el control, y el aparato puede caer, permanecer volando hasta agotar su energía, o realizar un improvisado aterrizaje de manera autónoma aunque incontrolada. Los sistemas de ataque electrónico viajan por las frecuencias que usan los drones más sofisticados, que son la Banda C militar, de 500-1000 MHz, muy fácil de interferir, o la banda Ku entre 10,95 y 14,5 GHz, por satélite, y más compleja. 

Un caso muy especial

Los drones militares más avanzados y de largo alcance suelen suele estar equipados de un control dual. Se debe a los problemas en el retraso de señal aparejados al uso de satélites de comunicaciones. De manera habitual, unos operadores locales situados en la proximidad de estas operaciones suelen controlar el despegue y el aterrizaje in situ en, digamos, Afganistán (es un ejemplo). Una vez en el aire, estos pasan el manejo a sus compañeros en Estados Unidos, que se hacen cargo de las misiones a pesar de que exista cierta lentitud en las reacciones. Gracias a esta característica operacional, en diciembre de 2011 los iraníes robaron limpiamente un RG-170 Sentinel. Con ayuda de equipos rusos, falsearon la señal de GPS de la aeronave, que creyó estar en las proximidades de su base en Kandahar.

En ese momento el aparato pasó el control a su piloto local, y un anónimo piloto iraní ordenó al avión no tripulado que aterrizase suavemente. Y esto no fue un proyecto improvisado; los iraníes estudiaron la incursión del avión no tripulado durante dos años, a la espera de tener el equipo adecuado. La cara de estupefacción de los pilotos norteamericanos del RQ-170 tuvo que ser mayúscula porque los iraníes no solo fueron capaces de detectar un aparato considerado como invisible, sino que lo hackearon, y se lo quedaron en propiedad. Los yankees reclamaron de manera infructuosa la aeronave, y se sabe que fue clonada en modelos vagamente similares al aplicar ingeniería inversa. Pero este es un método complejo, costoso y al que con toda seguridad los estadounidenses ya han puesto solución. Así que nos queda la manera más sencilla de luchar contra estos aparatos…

La honda de David 

En 1977 el actor Paul Newman protagonizó una película en la que, como jugador profesional de hockey, se caracterizaba por aplicar la fuerza bruta en sus partidos. Fue un éxito y se llamó ‘El castañazo’. Pues esa es justo el efecto que busca el dron-anti-drones MARSS Interceptor, derribar sus blancos por energía cinética, de una castaña tal y como lo hiciera una bala. Ocurre que en este caso un proyectil al lanzado hacia su trayectoria no tendría control alguno una vez disparada, mientras que el Interceptor volaría en su busca.

Existen tres tipos de amenazas: drones del tipo casi domésticos y cuadricópteros, que se mueven a menos de 60 km/h y que se pueden detectar a partir de 5 kilómetros de distancia, los capaces de volar hasta 220 km/h y se detectan hasta a 25 kilómetros; y los que vuelan hasta los 320 km/h y son detectados a esa misma distancia. Cuando son detectados, los MARRS salen disparados a su encuentro desde sus cajones de lanzamiento vertical. No requieren de entrenamiento, funcionan de manera automatizada, pueden instalarse en el suelo, barcos, o encima de vehículos, y están listos en apenas segundos. En combinación con sistemas de detección e inteligencia artificial son eficaces para los dos primeros tipos de drones; con los de alta velocidad tienen una respuesta que necesita mejorar.

Por eso se están haciendo pruebas con ellos cerca de la sede de su compañía, en Bristol, aunque sus oficinas centrales estén en Mónaco. Su estructura de materiales compuestos combinan ligereza y consistencia a la hora del impacto, son eléctricos, y capaces de trepar hasta una altura de 2.000 metros de altura a una velocidad de 80 metros por segundo. Las cuatro pequeñas hélices en sus esquinas, en configuración fusiforme, garantizan una maniobrabilidad propia de drones más pequeños sin perder su contundencia gracias a una masa de 10 kilos. Como no estallan, sino que tan solo chocan contra drones hostiles, los daños colaterales se reducen en gran medida. Uno de los cuerpos militares que más interés parecen haber despertado estos ingenios ha sido el de los Marines de los Estados Unidos. En su horizonte está ir relevando a soldados para ir colocando a drones. Están empezando a escribir el futuro de los conflictos armados: que luchen robots contra robots y se maten entre sí. Pues mejor para todos. 

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