Los israelíes han creado un escudo aéreo para sus aviones y se han vuelto casi invulnerables
Sin juzgar lo que ocurre, y quien es mejor o peor, mecánicamente lo que sucede es que Israel tira al suelo bombas voladoras que no alcanzan su destino
Lo han hecho en Israel y hasta donde se sabe, nadie tiene nada parecido. Ya revolucionaron el arte de defenderse de amenazas voladoras con su Iron Dome, y ahora han llevado esta asignatura un paso más allá al instalarla en sus aviones de combate. La industria armamentística hebrea ha conseguido mejorar los diseños aeronáuticos más avanzados de los fabricantes estadounidenses, considerados los mejores el globo. El estado judío vive en un conflicto permanente, y es por ello que sus llamadas Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) cuentan con los mejores sistemas militares disponibles. Es un mantra entre los expertos, «los judíos, solo compran lo mejor». La magia reside en que después, lo mejoran. Fue lo que pasó con el Galil, que no era sino una reinterpretación del AK-47, o el tanque Merkava que recogía lo mejor de modelos rusos y europeos. Un gran ejemplo es la adopción del caza F-35, al que Lockheed Martin ha realizado modificaciones de manera exclusiva para este cliente; allí el modelo se rebautizó como Avir.
A principios del siglo, el estado israelí fomentó un programa de desarrollo para compañías nacionales capaces de crear soluciones tecnológicas y exportables. El gobierno pondría unas cantidades a fondo perdido, de manera que si no había éxito, el estado perdía lo invertido. En caso de acertar, el estado recaudaría una porción de los beneficios. De aquel programa salieron decenas de inventos, y se impulsaron una serie de compañías como la Rafael Corporation. Este contratista ha creado el llamado Sky Shield, o ‘escudo en el aire’, y es algo de lo que carecen todos los demás ejércitos del mundo.
Un poco de historia
Los aviones militares poseen una función básica: introducirse en territorio hostil, ejecutar una misión, y volver de una pieza a suelo propio. Como es natural, sus contrapartes no se lo van a poner fácil, y la carrera tecnológica para evitar esto tiene décadas de historia. El primer gran paso fue la invención del radar, para detectar su presencia. Tras ello, y eludir a otros aviones enemigos, llegaron los reactores, que aportaban una velocidad superior. La siguiente respuesta fueron los misiles, bombas volantes más rápidas aún. Para eludir los radares y la eficiencia de estos misiles, los aviones comenzaron a volar más bajo, donde todo esto perdía eficacia. La contrapartida fue equipar a los soldados de a pie con lanzacohetes portátiles que reventaban aeronaves en vuelo bajo. Los norteamericanos protagonizaron la siguiente vuelta de tuerca, con una idea en mente: cómo alcanzar Moscú sin ser detectados. La solución fue hacerse invisibles a los radares con aviones furtivos. Se volvieron invisibles a los sistemas conocidos, gracias a pinturas que devoraban o desviaban las señales de radio, o con ángulos rectos y geometrías planas en las que rebotaban las emisiones de los radares de forma despistante. Un sensor avanzado ‘vería’ un pato al paso de un F-35 y lo dejaría pasar de forma inadvertida. De un tiempo esta parte, con sistemas de diverso tipo, radares interconectados por redes de alta velocidad, o escaneos de señales de radio, están empezando a encontrarlos en el aire, y ahí es cuando aparece Rafael con su Sky Shield. ‘Si nos pueden ver, hagamos inútiles sus esfuerzos’, parece ser la receta aplicada.
El Iron Dome volador
Las FDI tienen una varita mágica que derriba toda la cohetería aérea que les remiten desde Gaza, una caja de herramientas defensiva. Sin juzgar lo que ocurre, y quien es mejor o peor, mecánicamente lo que sucede es que Israel tira al suelo bombas voladoras que no alcanzan su destino. Todo ello es gracias a una intrincada combinación de láseres, radares, contramisiles y diversos artilugios que convierten en inútiles a la mayoría de estos ataques. Pues su mismo fabricante, la Rafael Advanced Defense Systems, ha creado algo similar para aviones en vuelo con un par de características bastante pintorescas.
El Sky Shield, que es como se llama el programa, se puede instalar en cualquier tipo de aeronave. Se presenta en tres tipos de pods, o vainas, que pueden colgarse de sus alas o fuselaje para funcionar de forma unitaria o en conjunto.
El módulo más básico y relativamente sencillo es el llamado Lite Shield. Está diseñado para interferir señales que ciegan los sensores electrónicos de los misiles que apunten al aparato que lo porte. Los proyectiles pierden sus capacidades, y pasan de largo para estallar donde apenas generan efecto alguno sobre su blanco, o cayendo al suelo sin haber encontrado nada sobre lo que impactar. Una vez ejecutado su papel, el piloto puede determinar de donde salió el misil atacante y responder.
El segundo pod es bastante más pintoresco. El llamado módulo X-Guard despliega con un cable de fibra óptica una especie de dron que cuelga del aparato. Con forma de puro crea una sombra digital, una suerte de señuelo, que llama la atención electrónica más que el propio avión que lo arrastra. Dicho de otra forma, genera un gemelo virtual que viaja cientos de metros justo por detrás. En la película Desafío total, de Arnold Schwarzeneger, el austriaco llevaba una pulsera que proyectaba un holograma en 3D y que recibía los disparos de sus enemigos. Mientras, el actor estaba riéndose inmune, en otra parte del escenario. Pues eso es lo que genera el X-Guard, un clon electrónico que confunde a los sistemas atacantes. Los misiles perseguirán a este cilindro blindado que recibirá metralla y explosiones sin afectar al aparato del que cuelga. Al acabar su función, el aviador lo replegará, y se guardará en su aerofunda.
El tercero, llamado Virtual Decoy System, es más un cerebro que aglutina a todos estos dispositivos. Este sistema, de forma automatizada, podría desplegar estas funcionalidades de forma conjunta para proteger a una pequeña flota durante una incursión en territorio enemigo, y crearía una sombrilla protectora. Tom Cruise lo hubiera tenido mucho más fácil en Top Gun de haber contado con algo así. Los misiles de los enemigos hubieran pasado de largo, hubieran caído en el suelo sin encontrarle, o estallado a metros de distancia sin afección alguna a su trayectoria. Han dado con un escudo como el de los campos de fuerza de las películas de ciencia ficción, pero con mucha ciencia, y poca ficción. Con el tiempo se irán imponiendo soluciones parecidas en otras fuerzas aéreas, y a cambio, alguien inventará algo que lo supere. Y volver a empezar. Así ha sido siempre desde que el primer humano arrojó una piedra a otro. Lo que ha cambiado es su tecnología, pero las intenciones siguen intactas. –Ver vídeo–