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El Ejército maneja una lanza térmica como la de los ladrones de bancos que cabe en un bolsillo

Candados, cadenas y cerrojos caen en segundos ante el inmenso poder calorífico, incluso bajo el agua

El Ejército maneja una lanza térmica como la de los ladrones de bancos que cabe en un bolsillo

Imagen de un Breachpen en funcionamiento.

Es el sueño húmedo de cualquier choricillo de medio pelo. El Breachpen es una bengala de corte exotérmico capaz de derretir el metal más duro en cuestión de segundos. Candados, cadenas, cerraduras o resistentes cierres de seguridad podrían sucumbir en segundos, aunque de momento, los que la manejan son los cuerpos de operaciones especiales de los ejércitos y servicios de emergencia y salvamento más avanzados.

Cuando el mítico Seal Team Six asaltó la casa de Osama Bin Laden en Abottabad, se toparon con puertas metálicas que se resistieron a los mazos que llevaba el llamado breacher. En cada pelotón, hay un especialista en derribar los obstáculos, generalmente puertas. Las mazas del Seal son especiales, no generan chispas, pero la fuerza de los musculados brazos de aquel soldado no pudieron hacer nada, así que tuvieron que tomar una alternativa.

Barreras insalvables

El plan b fueron los explosivos, que sí pudieron con ese cierre. Hoy hubiera sido más fácil de haber usado un Breachpen, que es una especie de soplete de acetileno de bolsillo, pero sin las pesadas botellas de gas inflamable a la espalda de su operador. El problema es que el 2 de mayo de 2011 el Breachpen estaba aún por inventarse. De haber existido, los cierres, goznes o cerraduras metálicas se hubieran derretido como si fueran de merengue.

La compañía que lo fabrica desde 2018 fue creada bajo la idea del estadounidense, Brian Cole. Este ahora exsoldado de operaciones especiales pensó en la necesidad de una opción de brecha térmica desechable y ligera cuando la opción mecánica, balística o explosiva no son las ideales. La maza tiene sus limitaciones. Los proyectiles de los fusiles que portan los soldados pueden reventar candados y cadenas, pero no todas, y las cargas de explosivo plástico son muy ruidosas, y pueden delatar a sus operadores. La opción del soplete al uso es pesada, incómoda y nada recomendable en operaciones fulgurantes.

Cole, adscrito a las Fuerzas Aéreas, siempre pensó en la ligereza como elemento clave. Su diseño ha desembocado en una especie de bengala de 33 centímetros y 225 gramos que se comercializa en tres formatos. De manera visible, las diferencias son mínimas, y dependen del tiempo de ignición y, por lo tanto, de eficiencia en su funcionamiento.

La forma de utilización del Breachpen es muy accesible. La pieza ignífuga se encuentra dentro del capuchón cilíndrico que la cubre, se extrae, y se encastra en uno de los extremos de dicha cubierta. Se crea una suerte de palo de unos cuarenta centímetros, y se agarra por la parte más alejada de la zona de combustión. Justo de esa parte inferior hay que extraer una cerilla especial, muy gruesa, que se rasca contra una zona árida situada en el propio mango, y se enciende el stick en su extremo. En ese momento se dispara el infierno en la punta.

El tiempo de ignición dura entre 20 y 30 segundos —de ahí las distintas medidas— y llega a alcanzar hasta 2.800 grados centígrados. A esas temperaturas puede derretir todo tipo de metales, a excepción del tungsteno, poco habitual y constreñido a usos muy concretos. La barra arde sin llama, pero con mucho calor, soportable por el operador, y chispas. La punta ha de acercarse al objetivo, que se derrite como la mantequilla.

Candados, cerraduras, cadenas, cerrojos, bisagras o ataduras metálicas caen en segundos ante el inmenso poder calorífico, incluso bajo la lluvia intensa o dentro del agua. El Breachpen funciona mejor atacando planos horizontales, donde la presión direccional y la gravedad abren el metal en un corte por inmersión.

En los equipos de operaciones especiales y de intervención de emergencias es una herramienta muy apreciada, y se ha convertido en un elemento de su equipamiento básico bastante común. Los militares dicen que no existe un plan que resista al contacto con el enemigo. Y esto es un poco lo que impulsa su uso. Nunca sabes con lo que te vas a encontrar y esta capacidad permite desbloquear barreras con las que no contabas.

No se va a utilizar un Breachpen cada vez que haya que abrir una puerta o cortar una cadena. Pero el dispositivo fue diseñado para lo desconocido, para adaptarse sobre la marcha, y en operaciones rara vez se da dos veces la misma situación. Es muy raro que las cosas salgan según lo planeado, así que contar con esta ayuda permite acelerar procesos que pueden liquidar de un plumazo el elemento sorpresa, acceder a donde hay un impedimento, o darle usos alternativos, como usarlo como bengala de señales, o iniciar un fuego rápido.

Las pegas

Es una gran herramienta, pero no es perfecta. Las tres medidas tienen las denominaciones de CertPen, LTE y Gen II, y duran 20, 25 y 30 segundos. Puede ser poco, y habrá que encadenar al menos dos Breachpen seguidos si no termina su tarea en el tiempo disponible. No estalla como una carga explosiva, pero hace ruido, y puede no ser recomendable en todas las situaciones. Activarla lleva más tiempo que una carga lineal flexible o una carga balística, y crea una cantidad de luz enorme; brilla desde lejos incluso de día.

Tiene un tiempo de caducidad de dos años. A partir de ahí, puede no ser efectiva. Cuestan unos 90 euros en sus paquetes básicos, y con ella podrás cortar metal de vehículos donde hay personas atrapadas, liquidar fuentes de energía, cercenar candados y cadenas, inutilizar bloques de motor, desactivar armamento, o crear una señal luminosa de emergencia. Si vas a cortar unas esposas que llevas puestas, procura no poner las manos demasiado cerca: los 2.800 grados que alcanza en su extremo no es que te las vayan a quemar, sino que te las van a derretir.

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