Los militares temen a los drones submarinos chinos que se hacen pasar por peces
Se piensa que es el siguiente paso en la evolución de torpedos y minas submarinas
Lo dicen en los servicios secretos: los mejores espías son aquellos que están ocultos a simple vista. Este es el temor de muchos ejércitos, sobre todo los que miran con recelo a los chinos y su sorprendente capacidad industrial, y de un tiempo a esta parte, de invención. Lo es porque tienen algo que no tiene nadie: drones submarinos que pasan por peces a simple vista.
Parece una versión de la chaladura aquella de que los pájaros no existen, sino que son drones. Sin embargo, esta vez sí es verdad. La industria china, de aspecto privado al estilo occidental, aunque con fuertes lazos con el gobierno del dragón, han logrado desarrollar una potente subindustria de los drones. Los aviones robotizados, autónomos o manejados a distancia, ha devenido en tecnologías aplicables a otros escenarios, y en un país con una costa que da a mares en litigio, esta capacidad se torna en ventaja estratégica.
Lo último de su industria es algo que parece salido de una película de ciencia ficción. Si en Blade Runner había animales artificiales con alma sintética, en China ya se están produciendo los primeros robots con forma de pez que serían capaces de engañar a expertos pescadores a pocos metros.
Desarrollado por la empresa Boya Gongdao, el nuevo dron pez chino es el espía submarino perfecto. Su criatura biomecánica es una imitación exacta de un pez, la arowana, y a simple vista, se diría que es uno de verdad. Durante una presentación, el androide acuático se colocó en un tanque gigante transparente, y los asistentes pensaron que era un pez de verdad. Tal y como haría uno real, se desplazaba en el agua con movimientos naturales, y levantaba la cabeza cuando había barreras, para seguir nadando de nuevo. Para desarrollar sus movimientos y presentarlos lo más naturales posible, sus creadores realizaron un cuidadoso estudio de los del pez real.
El dron consta de tres partes básicas: un esqueleto o chasis articulado que se mueve y emula los movimientos serpenteantes del pez al que imita; todos los controles electrónicos que controlan al androide, y una piel hecha de un material flexible que se sospecha es látex, aunque del que se desconoce su naturaleza exacta. Lo que sí se sabe es que se confunde de un vistazo con el aspecto de un Arowana auténtico.
La empresa planea vender el robopez a acuarios nacionales y extranjeros, con la idea de ayudar a salvar peces en peligro de extinción. El plan inicial es exponerlos a turistas y visitantes, y evitar la necesidad de sacar a peces reales de su entorno. El pez robot tiene varias características que implica la presencia de sensores y receptores muy eficaces. Además, cuenta con una tecnología de control de visión global y una batería que dura unas 6-8 horas por carga, lo que lo hace ideal para la vigilancia, y aquí es donde se disparan las suspicacias.
Esta creación ha abierto el camino a los espías submarinos y a los dispositivos de vigilancia bajo la superficie del mar. La peculiaridad, y lo que ha llamado la atención de ejércitos y servicios secretos, es que se presentó en una exposición de productos militares en Pekín. De golpe el pez de juguete pasó a ser algo bastante más sospechoso.
El Arowana, el de verdad, es un pez omnívoro de agua dulce de unos 80 centímetros de largo muy apreciado en Asia. Pero el tamaño y forma del roboespía podría cambiar en función del tipo de pez que hubiera en otros escenarios. Por ejemplo, podría adquirir la forma de un salmón si quisiera pasar desapercibido en Canadá, o de trucha, en un río del norte de España.
El problema, el siguiente, es que Boya Gongdao ya los tiene, y de forma visible bastante más grandes. En fechas recientes han mostrado un «Roboshark», o tiburón robotizado, y la utilidad de este es claramente militar. Este dron marino es capaz de operar a gran velocidad con un bajo nivel sonoro, y resulta ideal para la exploración y la guerra antisubmarina. Aunque no tiene los colmillos del que vimos en la película de Steven Spielberg, bien podría morder a las armadas de muchos países.
‘Misiones submarinas’
Según el Global Times, un diario que maneja el Partido Comunista Chino, fue construido para llevar a cabo «misiones submarinas de reconocimiento cercano, búsqueda y rescate, vigilancia del campo de batalla, antisubmarinos, estudios hidrológicos, retransmisión de comunicaciones y rastreo submarino». Con un currículum tan extenso como ese, ha desatado cierta inquietud entre los observadores. Lo peor no es lo que puede hacer, sino el grado de sigilo con el que podría ejecutar sus misiones.
El ‘tiburobot’ está equipado con una cola biónica que le permite alcanzar una velocidad máxima de 10 nudos. Esta forma de impulso reduce el consumo de batería en comparación con los motores submarinos convencionales para misiones más largas. Con una longitud de 2,2 metros de largo, está equipado con un sistema de evitación de obstáculos, y en su interior tiene espacio para cargar dispositivos y tecnologías que le permitan adaptar sus capacidades a las especificaciones de la misión. El siguiente paso sería dotarle de explosivos, piensan muchos; es la evolución de los torpedos y las minas submarinas.
Una de las principales pruebas de la eficacia del aparato es su capacidad de comunicación. Es muy difícil transmitir datos bajo el agua sin ser detectado. El medio oceánico también tiende a limitar las distancias, lo que suele obligar a los drones marinos a atarse periódicamente a una boya en la superficie. Este podría ser su único talón de Aquiles, piensan los analistas.
En principio, ninguna de las informaciones disponibles indican que el Robo-Shark vaya a ser o haya sido desplegado como arma de asalto armada. Sin embargo, China suele ser bastante tímida a la hora de alardear de sus logros en tecnología militar, y solo los da a conocer al mundo cuando ya son noticia y han trascendido de alguna manera.
Años de ventaja
Se sabe que los chinos tiene a investigadores trabajando desde hace años en drones submarinos a los que han dotado recientemente de IA. También es conocido que sus prototipos han permitido a sus ingenios detectar, identificar, disparar y alcanzar objetivos ficticios sin intervención humana. El EPL, —Ejército Chino de Liberación—, mantiene un programa de robótica inteligente lanzado en 1990, mucho antes de que la mayor parte del mundo hubiera oído hablar de la IA. Salta a la vista que llevan no años, sino décadas de desarrollo por delante de la mayoría de los ejércitos.
Las Armadas de los países implicados en posibles conflictos con China en el presente o futuro, tendrán que estar muy atentos a cualquier pez que se les acerque: hasta que no se demuestre lo contrario, todos son sospechosos. Va a ser una pesca muy indigesta.