Ucrania ya tiene sus F-16 pero los que más aviones derriban son los venezolanos
Desde 2012 la fuerza aérea venezolana ha neutralizado, interceptado o derribado al menos 300 aparatos
Ucrania ya tiene operativos los deseados F-16. Con ellos, la fuerza aérea de Kiev da un salto de gigante a la hora de plantar cara a los bombardeos rusos desde el aire. Los pilotos de Volodímir Zelenski serán un muro más contra su enemigo del norte. A pesar de ello, difícilmente alcanzarán las cuotas de éxito a la hora de derribar aviones que tiene otro ejército que cuenta con esos mismos aparatos: el venezolano.
Desde los inicios del conflicto ruso-ucraniano, el país invadido pidió ayuda, y tardaron poco en entender que una de las claves era el control de su espacio aéreo. Rusia posee capacidades contra las que una flota arcaica y kremlindependiente les sería de poca ayuda.
Tras munición de diverso tipo, cohetes, drones, armas largas, tecnología, y blindados, el siguiente paso de Zelensky fue solicitar la guinda del pastel: aeronaves. Ucrania se ha convertido en un vertedero de armamento obsoleto, descatalogado por los ejércitos más avanzados, aunque válidos contra las fuerzas rusas. Los F-16 que ha recibido Zelenski, a pesar de que no son más que desechos de tienta de Países Bajos y Dinamarca —que los han sustituido por los mucho más avanzados y costosos F-35— siguen siendo capaces de plantar cara. Generosidad mucha, pero no ilimitada.
Los F-16 actualizados y en servicio tienen muy poco que ver con aquellos que comenzaron a volar en 1978. Las modernizaciones que implementa el ejército estadounidense, con unas 900 unidades en activo, es la Block 52, mientras que los holandeses se quedaron atascados en la 20. Los cedidos son grandes aparatos, pero no lo último de lo último; algo que los americanos tampoco le pasan a todos sus socios y clientes.
La tardanza en recibir las aeronaves se ha debido más al periodo de formación de sus pilotos que de disponibilidad. Acostumbrados a material de origen ruso, con Sukhois y MIG en sus hangares, el manejo de los muy distintos F-16 necesitaba, de entrada, que los pilotos se entendieran en inglés, un idioma que hablaban poco y de manera deficiente desde un punto de vista técnico.
Lo segundo fue familiarizarse con su conducta, aviónica, y armamento del aparato. Y la tercera es que las doctrinas y procedimientos del F-16 son muy diferentes de los habituales en diseño y concepto. Un buen ejemplo de las divergencias es un elemento llamado Joint Helmet Mounted Cueing System (JHMCS). Todas esas siglas se corresponden con los cascos ultratecnológicos de los pilotos, capaces de seguir su mirada y apuntar sus misiles con él.
Con tecnología israelí Elbit y norteamericana de Collins Aerospace, los rusos no tienen nada parecido a este nivel. Cuando contactaron con la francesa Thales, que tiene productos similares, recibieron la callada por respuesta.
Cuando los primeros pilotos ucranianos que realizaron los cursos en Estados Unidos, se subieron por primera vez, dejaron en la atmósfera una frase lapidaria. «Es como pasar de un Nokia de los primeros a un iPhone, pero sin todos los saltos intermedios». Es lo mismo que les ocurrió a las plantillas de mecánicos y asistencias que requieren estos aparatos en tierra; se calcula que alrededor de una docena de personas por avión.
Pero de la treintena de países que operan o han operado este aparato hay uno que le da un uso bastante particular. En 1983, Venezuela adquirió 24 de estos aviones, de los que se estima que deben estar operativos entre 15 y 19. Desde 2005, y tras varios vetos internacionales, no se les surten de recambios ni actualizaciones. Se piensa que algunos han sido canibalizados para mantener al resto en el aire, aunque tras tantos años la industria local ha desarrollado ciertas capacidades técnicas.
Una rareza caribeña
La particularidad venezolana reside en que es una de las más activas en todo el planeta en cuanto a horas de combate, aunque ese trata de un combate bastante desigual. Sus F-16 derriban aviones con relativa frecuencia, pero no son de ninguna fuerza aérea conocida, sino aviones de narcotraficantes.
Cuando son detectados se les avisa por radio, se les hacen señas, se les conmina a identificarse, y más tarde a aterrizar. Si no responden son, con mucha frecuencia, derribados. El último caso conocido acaeció el pasado domingo 14 de julio.
Dos F-16 perteneciente a la llamada Aviación Militar Bolivariana de Venezuela interceptaron un bimotor que ingresó al espacio aéreo venezolano a baja altura. Tras una desigual escaramuza, y ante las claras intenciones de la aeronave, el caza derribó al narcoavión.
Eco en redes sociales
Como es habitual, la fuerza aérea de Caracas informó a través de las redes sociales y arrojó datos interesantes sobre la operativa, vigente desde que Hugo Chávez declaró la guerra al narco (Hay quien dice que solo a algunos narcos). El comandante Domingo Hernández Lárez explicó que una vez detectada la aeronave desde el control aéreo de Maiquetia, dos F-16 despegaron de la base El Libertador, muy cerca de Maracay, y al oeste de Caracas.
Los dos aparatos que salieron al encuentro eran un F-16A y el otro, un F-16B Block 15; dos modelos muy antiguos. La maniobra de interceptación tuvo lugar sobre los llanos occidentales venezolanos y se ejecutó de acuerdo con los protocolos establecidos cuando se detectan aeronaves consideradas hostiles. Estas lo son cuando apagan su transponder, ocultan sus matrículas, y hacen caso omiso a las indicaciones.
En este caso, la Piper PA-34-200T Séneca II de los narcos desatendió las indicaciones de tomar tierra en un aeropuerto cercano, y realizó alguna maniobra para deshacerse de los F-16. De lo que no pudo deshacerse fue de los impactos de 20 mm de su cañón rotativo Vulcan, que en un aparato de estas características, suelen acabar mal. Tanto como un aterrizaje forzoso en un sembrado de caña de azúcar. El resultado final es que los dos pasajeros ya no lo contarán. Las fuerzas de tierra determinaron que se trataba de dos narcotraficantes de origen mexicano.
Bombardeos también
Otra de las funciones asignadas a la fuerza aérea venezolana es la del bombardeo —sí, bombardeo en territorio propio y en tiempo de paz— de pistas de aterrizaje ilegales. Los narcos las usan para hacer despegar sus aeronaves con cargamentos de cocaína con destino al mercado estadounidense, aunque la mayoría suelen viajar de sur a norte, desde Colombia y Brasil, y hacia el Caribe.
De acuerdo con cifras del Comando Estratégico Operacional de la Fuerza Armada Bolivariana, desde el año 2012 sus aviones han neutralizado, interceptado o derribado al menos 300 aparatos civiles de diverso tipo. Todo avión que cruce por el espacio aéreo venezolano sin un plan de vuelo autorizado, luces apagadas, transpondedor desconectado, y haga caso omiso de las instrucciones, se convierte en un blanco de sus cazas de combate. Poca broma no, ninguna.