'Smartphone': tu mejor amigo es tu peor enemigo
Crecen las pruebas científicas sobre el efecto negativo que una exposición prolongada a las pantallas tiene en el cerebro
Hace unos días, Wendy Suzuki, profesora de Ciencia Neurológica y Psicología en la Universidad de Nueva York, pasaba por el programa/podcast The Diary of a CEO (7,95 millones de seguidores en YouTube) para hablar de las complejidades y secretos del cerebro humano, ese motor tan poderoso como desconocido.
En uno de los pasajes de la entrevista, se plantea a Suzuki una cuestión inevitable: cómo afecta el uso intensivo de las pantallas, sobre todo vía redes sociales, a la fisiología del individuo. «Las redes sociales no equivalen a la interacción social, cara a cara, con otras personas. El daño psicológico derivado de esta exposición permanente causa estrés y el estrés libera la hormona del mismo nombre. Si dicho estrés es elevado, las hormonas, cuando van al cerebro, pueden dañar conexiones y matar células. Una no querría acabar siendo adicta a las apuestas. Cuando caes en esa trampa, pierdes el sueño, dejas de hacer deporte y no ves a tus amigos. Eso es justo lo que las redes sociales están provocando entre los más jóvenes».
Segundos después de esta reflexión, el entrevistador, Steven Bartlett, empresario británico de éxito, confiesa su adicción al teléfono móvil. «Esa adicción va a limitar el potencial de desarrollo de tu cerebro, su plasticidad. También supondrá una cortapisa a tu capacidad de ser feliz en la vida. Sienta bien que un post tuyo reciba muchos likes en las redes sociales, pero no es lo mismo que reunirte con tus seres queridos o charlar con un colega. Lo ideal es una desintoxicación de dos semanas. Dos semanas sin teléfono. Y observar qué sucede a continuación», propone la especialista.
Respiro, luego existo
Parte del problema, ahondan en su tête à tête Suzuki y Bartlett, parte de una triste realidad. La gente ya no quiere estar a solas con sus pensamientos. El ruido se ha convertido en el acompañante predilecto. «Ésa es justamente la esencia de la meditación —recuerda la profesora—. ¿Eres capaz de concentrarte en algo tan orgánico como la respiración? Ése es un hábito muy eficaz, aunque a la vez sea difícil integrarlo en lo cotidiano».
Lo que jamás hará Trump
Suzuki es autora de varios libros sobre la materia, algunos de ellos publicados en España. Cerebro activo, vida feliz (2015) sugiere un sencillo método para mejorar en el día a día: hacer deporte y meditar. Sobre la meditación se pronunciaba así el cineasta y fotógrafo David Lynch (Mulholland Drive, Una historia verdadera): «Si los poderes públicos fuesen conscientes del inmenso efecto positivo de esta práctica, se enseñaría a los niños de todas las escuelas de Estados Unidos».
En La buena ansiedad (2024), la docente intenta responder al fenómeno por ella misma observado entre sus alumnos, amigos y familiares: una ola constante y creciente de desasosiego, presión y estrés. «Parte de mí decía: venga ya, eres neoyorkina, es normal que estés ansiosa. No hablo, claro, de ansiedad clínica, sino de la ansiedad cotidiana, que consiste en estar permanentemente preocupados por lo que sucede en el mundo (el calentamiento global, las guerras… y el trajín de las redes sociales)».
Factor femenino
También se interesa Bartlett por la especial incidencia de la ansiedad digital entre las mujeres más jóvenes. Suzuki asegura que el afán comparativo entre ellas es uno de los desencadenantes. «Cuando iba a la universidad, no tenía ni idea de qué puesto ocupaba entre las estudiantes de mi promoción, pero a ese dato se accede hoy de inmediato (…). Existen, sin embargo, muchas formas de rebajar el nivel de ansiedad. El deporte es una de ellas y su efecto es rapidísimo. Basta pasear durante diez minutos». A ser posible, sin mirar el móvil.