Un Gobierno tecnológico
Nuestro país sería muy diferente si el Gobierno estuviera formado por expertos en nuevas tecnologías
No mires arriba, la película de Adam McKay estrenada en Netflix en 2021 y protagonizada por Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence, trazaba el retrato de unos Estados Unidos entregados al mesianismo de los magnates tecnológicos. Nombres como Elon Musk, Jeff Bezos y Peter Thiel confirman una vez más que la realidad siempre supera a la ficción. Donald Trump se arrima a ellos atraído quizás por el mismo aura que él cree proyectar en las masas.
Si Trump recurre a un grupo de multimillonarios para asesorarse y tomar decisiones, lo hace empujado por su propia experiencia. Desde el sector privado, desde el éxito empresarial, se aprende más que desde las canteras políticas, repletas de individuos de espíritu gregario y mimético sin el menor conocimiento del gran engranaje económico. Pero, ¿cómo luciría España si su gobierno lo integrasen expertos procedentes del mundo empresarial?
La presidencia podría ocuparla Amancio Ortega. Nadie ha demostrado mayor visión y talento en España, siempre desde la discreción, cultivando un perfil alejado del foco y comprometido a menudo con los desafíos de su tierra y del país. A los ricos se les critican sus decisiones fiscales, pero se les alaba poco su altruismo: tras el fustigazo de la DANA, Ortega creó un fondo de 100 millones para los ayuntamientos afectados. El 75% de esas ayudas se había entregado ya a mediados de noviembre. Esta agilidad contrasta con la increíble lentitud del Ejecutivo de Pedro Sánchez.
Aunque los ministerios no necesariamente respeten las denominaciones actuales, hay candidatos sólidos para cada especialidad. Juan Martínez-Barea, fundador de Universal DX, bien podría ocupar la cartera de Sanidad gracias al bagaje acumulado en una firma biotecnológica llamada a revolucionar la detección precoz del cáncer. Educación recaería sobre Muriel Bourgeois, CEO de MiCuento, una de las pocas startups españolas dedicadas al mundo de la cultura y centradas en llevar a los niños libros de papel en vez de pantallas.
Bien se ocuparía Enric Asunción del Ministerio de Industria. Wallbox, la compañía de cargadores para vehículos eléctricos que dirige junto a Eduard Castañeda, no pasa por su mejor momento en la bolsa de Nueva York, circunstancia que no socava la trayectoria del unicornio de origen catalán ni el conocimiento acumulado por una organización muy centrada en la nueva movilidad y capaz de competir con los actores chinos.
Educación tendría varias novias, pues varios son los referentes en la materia provenientes del emprendimiento tecnológico. Aunque los CEO de Odilo, Innovamat y Lingokids se amoldarían al guion, es difícil superar las credenciales de Smartick y sus fundadores, Javier Arroyo y Daniel González de Vega, capaces de amar el proyecto sin recurrir a capital externo y rentables desde hace tiempo. Smartick enseña matemáticas, comprensión lectora, programación y pensamiento crítico, disciplinas todas que sentarían de maravilla a la clase política.
Hacienda quedaría en manos de Miguel Fernández, CEO de Capchase, una fintech que entiende la fina línea en la que se mueve la tesorería de las empresas; Medio Ambiente (o Transición Ecológica) se le encomendaría a Antonio Espinosa de los Monteros, que sabe de agua y potabilización (Auara) y de vehículos sostenibles (LIUX); Deportes podría valerse de Pablo Carro, una de las figuras tras el éxito de la plataforma de pádel Playtomic; y Vivienda la gestionaría Alejandro Artacho, curtido en este ámbito gracias a Spotahome, una herramienta de gestión de alquileres de media y larga duración.