La amenaza del euro digital, cada vez más cerca
El BCE acelera los planes para lanzar su moneda digital en octubre, despertando alarmas sobre el control y la privacidad

Ilustración de un euro digital. | Piero Nigro (Zuma Press)
El Banco Central Europeo (BCE) ha intensificado sus planes para implementar el euro digital, adelantando su lanzamiento a octubre de 2025, lo que ha generado preocupación entre defensores de la privacidad financiera y asociaciones para la defensa del efectivo. La presidenta del BCE, Christine Lagarde, confirmó esta aceleración durante su comparecencia del pasado 6 de marzo, calificando el proyecto como «crucial» y afirmando que «nos estamos preparando para esa fecha».
Una implementación acelerada
El proyecto del euro digital, inicialmente previsto para 2027, ha sido repentinamente adelantado casi dos años, lo que ha sorprendido a muchos observadores del sector financiero. Durante su intervención en Estrasburgo, Lagarde defendió esta iniciativa como «una herramienta necesaria de soberanía europea», argumentando que la moneda digital funcionará como «una versión electrónica del efectivo» para pagos minoristas.
El BCE sostiene que el euro digital será un complemento del efectivo físico y no un sustituto, aunque las declaraciones de la propia Lagarde en 2022 ya contradicen parcialmente esta postura. En aquel entonces, afirmó que «el anonimato total, como el que ofrece el efectivo, no es una opción viable» para la nueva moneda digital, revelando una clara intención de mantener cierto nivel de vigilancia sobre las transacciones y las personas tras estas.
Resistencia y escepticismo ciudadano
A pesar del entusiasmo del BCE, los europeos no parecen compartir este interés por una moneda digital del banco central. Un reciente estudio del propio BCE, que encuestó a 19.000 ciudadanos de 11 países de la eurozona, reveló un mínimo interés en la adopción del euro digital. Cuando se pidió a los participantes que distribuyeran hipotéticamente 10.000 euros entre diversos activos, solo asignaron una pequeña parte al euro digital, mostrando una fuerte preferencia por los métodos de pago tradicionales.
El documento concluye que «convencer a algunos usuarios del valor añadido de una CBDC podría suponer un reto para los responsables políticos», y sugiere utilizar comunicación basada en vídeos para educar a la población sobre los supuestos beneficios de esta nueva forma de pago.
Preocupaciones sobre privacidad y control
Las asociaciones para la defensa del efectivo, como Denaria en España, han expresado su inquietud ante el acelerado calendario de implementación. Su presidente, Javier Rupérez, ha señalado que «no tenemos nada en contra del euro digital, pero las fechas han cambiado drásticamente y aún no sabemos si tendrá el mismo tratamiento que el efectivo».
Uno de los principales temores es que el euro digital pueda convertirse en una herramienta de control social y financiero. El Dr. Mike Yeadon, exvicepresidente de Pfizer Global R&D, ha advertido sobre este riesgo: «Cuando perdamos el efectivo y solo tengamos monedas digitales de bancos centrales, si dicen que no puedes salir de casa más de cinco millas e intentas comprar una botella de agua a seis millas de casa, no podrás hacerlo».
Esta preocupación no es infundada, ya que el diseño técnico de una CBDC permitiría potencialmente establecer limitaciones sobre dónde, cuándo y en qué se puede gastar el dinero. También podría facilitar la implementación de fechas de caducidad para estimular el gasto en determinados momentos, o bloquear el acceso a fondos a ciertos individuos o grupos.
El argumento de la seguridad nacional
Desde Denaria señalan que «el dinero físico posee unos principios y valores que el dinero digital no puede alcanzar». Rupérez argumenta que el efectivo es fundamental por motivos de seguridad nacional: «¿Qué ocurriría si se cae el sistema o hay una emergencia nacional?» Para esta organización, «hay que defender el dinero en efectivo por seguridad nacional».
También destacan que «el dinero en efectivo garantiza un pago privado», mientras que el euro digital, independientemente de las promesas del BCE sobre privacidad, implica un registro de datos que estaría bajo custodia del Eurosistema. Esto plantea serias dudas sobre el tipo de tratamiento que el propio Banco Central o los Estados podrían dar a esa información en el futuro.
El euro digital se plantea como una versión centralizada de una criptomoneda. Esto plantea una serie de beneficios en cuanto a eficiencia en los pagos y trazabilidad, pero también se sustenta sobre una red de blockchain, con muchos detalles todavía por desvelar por parte del BCE. Como toda blockchain, su seguridad depende de cómo de descentralizada y distribuida esté, como es el caso de Bitcoin, la cual nunca ha sufrido un incidente de seguridad. Por el contrario, la blockchain tras el euro digital estará, por su propio diseño y planteamiento, mucho más concentrada en un menor número de nodos y esto la hará extremadamente atractiva para sufrir ataques que puedan quebrantar su registro contable.
Contraste con Estados Unidos
La aceleración del euro digital contrasta con la postura de Estados Unidos, donde legisladores como el representante Tom Emmer han intensificado su oposición a las monedas digitales de bancos centrales. En una reciente audiencia del Comité de Servicios Financieros de la Cámara, Emmer afirmó que «la tecnología de CBDC es intrínsecamente antiestadounidense» y reintrodujo la ley CBDC Anti-Surveillance State Act, que impediría a futuras administraciones estadounidenses lanzar alguna CBDC.
Este enfoque divergente entre Europa y Estados Unidos podría tener importantes implicaciones geopolíticas en el futuro del sistema monetario global, con Europa apostando por un mayor control centralizado mientras Estados Unidos parece priorizar la descentralización y las stablecoins privadas.
El futuro del efectivo en juego
Para organizaciones como Denaria, que llevan años denunciando las restricciones al uso del efectivo en España, el proyecto del euro digital supone una amenaza adicional al dinero físico. España ya es el país más restrictivo de Europa, con un límite de pago en metálico de 1.000 euros, muy por debajo de otros países europeos.
Todas las voces y peticiones ciudadanas reclaman que el euro digital no debe convivir sin el dinero físico bajo ningún concepto, ya que no son pocos los peligros de un sistema financiero completamente digitalizado, vulnerable a fallos técnicos, ciberataques o incluso a la manipulación deliberada con fines de control social.
A medida que se acerca octubre de este año, el debate sobre el euro digital y sus implicaciones para la libertad financiera y la privacidad de los ciudadanos europeos seguramente se intensificará, planteando cuestiones fundamentales sobre el futuro del dinero y el equilibrio entre innovación tecnológica y derechos civiles. La privacidad es un derecho, no un privilegio, que está amenazado bajo el euro digital.