Superman existe, se llama Jonny Kim, y ahora mismo está volando sobre nuestras cabezas
Las casas de apuestas deberían echarle imaginación acerca de cuál sería su siguiente misión

Jonny Kim. | NASA
Navy SEAL con más de cien misiones a sus espaldas, médico de urgencias licenciado en Harvard, y ahora astronauta. La vida de Jonny Kim es una de esas que no se pueden creer, no ya por sus logros, sino por la velocidad con la que se han sucedido.
Decía la actriz y guionista de Hollywood Mae West, que lo ideal era vivir al menos dos vidas, pero que si se hacía bien, con una era suficiente. Pues a sus 41 años, Jonathan Yong Kim ya ha vivido, al menos tres, en un tiovivo existencial que no cabría en una serie de televisión de decenas de capítulos. El último está ocurriendo a unos 420 kilómetros sobre nuestras cabezas.
Es la altitud a la que orbita la tierra la Estación Espacial Internacional, y desde la semana pasada, domicilio temporal del soldado de élite y médico Jonny Kim. La ISS sobrevuela nuestras cabezas a una velocidad de 500 kilómetros por minuto, y es bastante probable que si una vez tuvo a enemigos en el visor de su rifle, y más tarde a enfermos bajo su fonendoscopio, hoy nos esté mirando desde las alturas.
Para llegar tan lejos y tan alto, el camino que eligió este estadounidense, nacido en Los Ángeles en 1984, no pudo ser más extraño y rocoso. Hijo de inmigrantes surcoreanos, su infancia fue complicada. En su colegio era «el chino», se integraba mal entre sus compañeros, y a pesar de que sacaba buenas notas y participaba en deportes como la natación y el waterpolo, se sentía muy ajeno a todo lo que ocurría a su alrededor.
La escuela no era un lugar acogedor. En la Santa Mónica High School, Jonny sufría aislamiento social y discriminación. La hora del almuerzo era la peor parte del día. No tenía amigos y daba vueltas eludiendo sentarse solo. Pero el resorte que le hizo cambiar por dentro fue la violencia doméstica.
Su padre, un hombre sin estudios secundarios que había crecido en la pobreza rural de Corea del Sur, maltrata a su madre, a su hermano, y a él mismo. El progenitor regentaba una licorería, una actividad muy habitual entre los coreanos emigrados a California. Tanto era así en los 90, que la densidad en los barrios del sur de Los Ángeles de este tipo de negocio, cuadruplicaba las cifras de cualquier otro destino.
En cifras de la época, en el entorno existía una licorería por cada 700 habitantes, donde cuatro de cada cinco, eran regentadas por miembros de esta comunidad asiática. La madre de Jonny trabajaba como profesora a media jornada, y el hogar estaba lejos de ser un refugio.
Con peleas y abusos constantes, el culmen de una vida atribulada llegó en 2002, cuando la policía acabó matando a su padre a tiros en el mismo año que Jonny se graduó de la secundaria. Según sus propias palabras, lo que quería aquel chico tímido y apocado, era proteger a su madre y hermano pequeño, y a los 16 años, la vida de Jonny Kim dio un giro inesperado.
Escuchó hablar de los Navy SEAL, la élite de las fuerzas especiales de la Marina estadounidense, y por primera vez tuvo un sueño: quería ser uno de ellos. La noticia no fue bien recibida en casa. Su madre, aún traumatizada por la violencia y la muerte de su esposo, lloró al enterarse de la decisión de su hijo. Pero Jonny estaba decidido y no hubo forma d quitarle la idea de la cabeza.
Preparación exhaustiva
Se entrenó en carrera, natación y pesas, aprovechó su experiencia en waterpolo, y a los 18 años se alistó en la Marina. Fue asignado al SEAL Team 3 y participó en más de un centenar de misiones de combate en Irak como médico de combate, navegante y francotirador. Su valor le reportó diversas condecoraciones, y entre ellas la Estrella de Plata y la Estrella de Bronce; la primera por dirigir un contraataque que salvó la vida de una decena de soldados iraquíes en un intenso tiroteo.
La experiencia en el campo de batalla marcó a Kim. Presenció la muerte de compañeros y, en medio del caos, descubrió su siguiente vocación: curar. Pasó de quitar la vida a recuperarla. Al licenciarse, decidió estudiar medicina y, tras acabar su licenciatura con laude en matemáticas a través de la Universidad de San Diego, fue aceptado en la Escuela de Medicina de Harvard. Allí se graduó en 2016, donde recogió su título vestido con toga y birrete y su hijo en brazos.
Un encuentro casual que lo cambió todo otra vez
Durante su residencia en medicina de emergencia en el Hospital General de Massachusetts conoció al astronauta y médico Scott Parazynski, veterano de cinco vuelos espaciales. Parazynski le abrió los ojos a la posibilidad de una nueva frontera: el espacio. Esa fue la llamada, así que se postuló para el programa de astronautas de la NASA.
Compitió contra más de 18.300 candidatos en un proceso de selección tachonado de pruebas físicas, mentales, médicas y de trabajo en equipo. Un año después, mientras hacía compras en un supermercado, recibió la llamada que cambiaría su vida. Al otro lado del teléfono sonó una voz que dijo: «has sido uno de los doce elegidos».
La formación como astronauta fue tan exigente como cualquier entrenamiento militar: simuladores de la ISS, robótica, supervivencia en la naturaleza, geología de campo, dominio del ruso y vuelos en solitario en aviones de entrenamiento.
El destino más lejano
En la madrugada del 8 de abril de 2025 y desde el cosmódromo de Baikonur, una nave espacial rusa Soyuz MS-27 despegó rumbo a la Estación Espacial Internacional. Entre los tripulantes, junto a los cosmonautas rusos Sergey Ryzhikov y Alexey Zubritsky, viajaba el Jonny Kim que vivirá en la órbita terrestre durante ocho meses para ejecutar un intenso programa como ingeniero de vuelo.
En su presentación como astronauta de la NASA, el maestro de ceremonias le anunció como «el tipo que podría matarte, luego resucitarte, y desde ahora podrá hacerlo en el espacio». Jonny Kim, con la sobriedad que reporta la vida castrense, apenas sonrió, sabedor del arduo camino que le había conducido hasta ese momento. Enclavado en la misión Artemis, su siguiente meta es pisar la Luna. Las casas de apuestas deberían echarle imaginación acerca de cuál sería la posterior a esa. ¿Marte? Quién sabe, de los superhéroes se puede esperar cualquier cosa.