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Cecoel, el lugar donde lo pasaron peor que nunca el pasado lunes durante el apagón

Si para muchos fue un mal día, para sus trabajadores fue uno que jamás olvidarán

Cecoel, el lugar donde lo pasaron peor que nunca el pasado lunes durante el apagón

Centro de Control Eléctrico de Red Eléctrica Española (CECOEL). | Redeia

Es como una sala de guerra, con gráficos incomprensibles que se unen a través de líneas rojas. La mayoría de los nombres que albergan tienen la sonoridad propia de ciudades y lugares con equipos de Segunda B. Es el mapa de la energía eléctrica en España, y toda se controla desde un búnker segurizado y de acceso restringido. Es el Centro de Control Eléctrico de Red Eléctrica Española (Cecoel), los guardagujas de todos los vatios que consumimos cada día a lo largo y ancho del país.

La pareja formada por Sergio Ramos y Pilar Rubio, Ana Obregón, Richard Gere, los futbolistas Luka Modrić y Vinicius, o los televisivos Íker Jiménez y Carmen Porter son vecinos. Todos conviven en La Moraleja, y cada día se cruzan sin saberlo con sus trabajadores anónimos, que a tres turnos diarios, ejercen de guardias de tráfico de la energía y les proporcionan energía desde el otro lado de la calle.

Situado a un golpe de hierro 7 del campo de golf que da nombre a la urbanización, dispone de su propia seguridad. El Cecoel es un lugar sensible, y aunque se pasa al lado por una avenida de paso público, en alguna parte deben esconder un botón que, si se pulsa, miembros del Ejército salen disparados con un plan de protección ante lo sensible de sus funciones.

El cerebro electrónico de la luz española está integrado dentro de las instalaciones de Redeia -anteriormente denominada Red Eléctrica-. El recinto está videovigilado desde antes incluso de entrar. Sus cuatro edificios disponen de un parking triangular, donde todas las plazas tienen una toma para coches eléctricos. Sus empleados pueden usar varios vehículos de este tipo para las gestiones propias de su desempeño.

Las instalaciones son autosuficientes, y en su interior hay hasta un cajero automático del Santander; así nadie tendrá que salir a la calle si necesita dinero en metálico. Se dice que en alguna parte, y resguardado de la mirada del vecindario, hay unas instalaciones clónicas, en caso de que esta caiga o falle.

El pasado lunes 28, los trabajadores del turno de mañana se tragaron el sapo más grande de su vida, cuando observaron todos unos parámetros que jamás habían visto. El cero que marcó la red de distribución era la peor de sus pesadillas, y algo inédito en la historia de la entidad.

La electricidad procedente de centros de producción se comunican en un entramado incomprensible de líneas y cifras anexas. Nombres como el de Trillo, Almaraz, Requena, Tabara, Lomba, se enlazan con otros de destinos conocidos solo por sus vecinos. Son las líneas que atan a los generadores de energía con las centrales y subestaciones.

A veces están metidas en un recuadro verde, otras en rojo, o hay nombres en amarillo. Todo es visible en una pantalla gigantesca de ocho metros de ancho por tres de alto, formada por una treintena de monitores de 50 pulgadas, unidos al modo de lo que tiene la NASA en Cabo Cañaveral, los equipos de Fórmula 1, o el sistema logístico de Inditex, los propietarios de Zara.

La utilidad es relativamente la misma: saber dónde está en cada momento y hacia dónde va una nave espacial, un coche de carreras o un palet repleto de abrigos de punto. En el Cecoel se controla la potencia energética, desde que sale de la central nuclear que la genera, campo de molinos aerogeneradores, huerto solar, o plantas de ciclo combinado, y hasta que enciende un semáforo, da vida a una cafetera, o carga un móvil.

Los vigilantes de la energía

Las dieciocho personas que se sientan ante la enorme cantidad de pantallas en la pared apenas hablan. A ellas se unen otros que tienen otras más pequeñas, aunque más cerca, en mesas corridas que viajan de lado a lado de la estancia. Encima del impoluto mobiliario no hay nada que no incida de manera directa en su tarea; apenas unos teléfonos, y teclados o ratones. No hay fotos de los niños, ni libretas, todo está informatizado. Cuando se camina por el suelo de vinilo azul, las pisadas apenas suenan. Una de las consecuencias, es que el grado de concentración es máximo.

Si el centro recibe alguna visita, no se suele tener acceso a la sala de operaciones. A los invitados se les permite mirar desde una terraza elevada que hay detrás de todo, separada por una cristalera. El aspecto general cabalga entre la sala de operaciones de la Estrella de la Muerte, un quirófano, y un lugar repleto de militares donde se está a punto de invadir un país. Más que sobrecoger, impone respeto. Nadie quita la vista de las pantallas.

Ese gazpacho incomprensible de letras y números en el que clavan sus miradas, muestran en tiempo real el resultado de recoger un cuarto de millón de señales relacionadas. Se refrescan entre tres y cinco veces por minuto, y su finalidad única es garantizar el transporte de la energía, y dentro de los niveles de tensión requerida, desde la caída de agua de un pantano y hasta la nevera que tenemos en casa.

La previsión es la clave

Una de las claves del funcionamiento del Cecoel es la previsión de consumo. Gracias a algoritmos avanzados, redes inteligentes —y probablemente inteligencia artificial—, son capaces de mantener el equilibrio que no acabe derrotando a la red. A falta de un gran sistema de almacenamiento de energía eléctrica disponible, la producción ha de equipararse a la demanda. Cuando se desajustan, tanto por exceso como por defecto, puede llegar el colapso de sistema, con cortes de suministro de forma puntual y en zonas acotadas.

Sus prospecciones se realizan a diez días vista, meses e incluso años, y el índice de error de sus previsiones ronda el 1%, lo que indica que es un proceso muy pulido. A sus cálculos añaden —entre otros— datos obtenidos en tiempo real, las condiciones meteorológicas, con conexiones directas con la Agencia Estatal de Meteorología. Eso y leer los periódicos, para seguir la actualidad; cuando hay una huelga, es un festivo en una región o ciudad, o un acontecimiento deportivo de gran magnitud, los parámetros se ven afectados.

Del rojo al gris

A falta de saber qué ocurrió exactamente el pasado día 28 a las 12.32 horas del mediodía, aquel día todas las pantallas se pusieron no en rojo, sino en gris, algo que no había ocurrido nunca. Tan grises como sombríos fueron los rostros del algo más de un centenar de trabajadores del centro, que trabajan en tres turnos y durante las 24 horas de los 365 días del año.

Pero fue en especial duro para las casi veinte personas que ocupaban sus puestos en la sala de operaciones, en la que resultó la peor jornada de su vida laboral. La electricidad, que pasa por más de los algo más de 45.000 kilómetros de líneas eléctricas que circundan todo el país, se detuvo. Si para muchos fue un mal día, para ellos fue uno que jamás olvidarán.

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