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Hay un portaaviones que está avergonzando al Pentágono y poniéndoles la cara muy colorada

El coste de sus últimos patinazos supera ampliamente los 200 millones de dólares

Hay un portaaviones que está avergonzando al Pentágono y poniéndoles la cara muy colorada

El portaaviones USS Harry S. Truman de la armada estadounidense. | Maxwell Higgins (U.S. Navy)

Es bastante probable que en la US Navy haya un navío que sea el reflejo de lo que todos los buques militares deberían ser. Lo que es seguro es que el USS Harry S. Truman no es el ejemplo a seguir. La cascada de incidentes en los últimos meses no es que resulten sonrojantes para la armada estadounidense, sino que les está costando un disparate.

En la madrugada del martes 23 de diciembre, víspera de Nochebuena, un marinero golpeó en la puerta de un camarote del buque. No era uno cualquiera, sino el destinado al capitán, Dave Snowden. Tampoco era una hora normal: eran las tres y media de la madrugada.

Al capitán de un portaaviones no se le despierta por un asunto menor, y que derribasen uno de sus F/A-18 al poco de despegar no era algo sin importancia. Durante una misión de combate contra posiciones hutíes, la aeronave valorada en unos 60 millones de euros –sin armamento–, recibió el impacto de un misil. Tan solo uno de ellos sufrió heridas leves. El problema escala en tamaño cuando se sabe que el proyectil que lo derribó era americano.

El fuego amigo partió del USS Gettysburg, un barco que pertenece al mismo grupo de combate. Se supone que le acompaña para protegerles, y un error de comunicación, detección o identificación hizo de la aeronave una bola de fuego que cayó de manera irremisible al mar. Por fortuna, sus dos tripulantes pudieron eyectarse a tiempo y fueron rescatados.

El segundo parte al seguro que se vio obligado a emitir el Harry S. Truman fue, si cabe, menos espectacular pero más llamativo. El 12 de febrero a las 23.46 hora local, el portaaviones colisionó con un buque granelero con nombre de equipo de baloncesto turco: el Besiktas-M.

El incidente tuvo lugar cerca de Port Said, Egipto, y justo a la entrada del canal de Suez. La posición del Truman sugiere que el transportista estaba regresando al mar Rojo después de una visita al puerto de la Bahía de Souda, Grecia. El Besiktas-M, por su parte, acababa de transitar por el canal de Suez y se dirigía al puerto de Constanta, Rumanía.

El impacto contra el carguero no tuvo consecuencias para con los tripulantes de ambos barcos. Por parte del buque militar, los daños se produjeron por encima de la línea de flotación, y ningún avión a bordo ni la planta de impulsión nuclear resultaron dañadas. Lo que sí quedó dañado fue el cargo de Dave Snowden, capitán del buque, que fue destituido. Su posición le duró trece meses.

En el Pentágono aún se están preguntando cómo uno de los buques militares más avanzados del mundo no detectó, o no pudo eludir, a un barco de 170 metros de largo y 53.000 toneladas. La última colisión conocida entre un portaaviones y un mercante fue en julio de 2004, cuando el antiguo USS John F. Kennedy chocó con un pequeño dhow en el Golfo Pérsico durante operaciones nocturnas de helicópteros.

El tercer informe de orden mayor que ha tenido que extender la Armada yanqui relacionada con el Truman fue el de un extraño suceso acaecido el pasado 29 de abril. La US Navy ha detectado la posibilidad de eludir el impacto de proyectiles hutíes variando la trayectoria de navegación.

Un F/A-18 Hornet aterrizando en el USS Harry S. Truman, con el gancho desplegado y listo para atrapar el cable. | Courtney Strahan (U.S. Navy)

Derrape náutico

En ausencia de detalles concretos, todo hace pensar que algunos tipos de misiles que les remiten desde tierra los insurgentes, programan su trayectoria y la continúan hasta encontrar sus blancos. De alguna manera, los barcos estadounidenses los ven venir, cambian de rumbo, y sus atacantes pasan de largo. Esto ocurrió ese día, y el Truman dio un golpe de timón con cierta violencia tras detectar objetos sospechosos que iban dirigidos hacia él.

A resultas del volantazo, un F-18 que se encontraba en cubierta y un tractor que tiraba de él perdieron el equilibrio cerca de la borda y cayeron al mar. Dos tripulantes relacionados con la maniobra, un marino que acompañaba a la aeronave y el marinero que manejaba el tractor se apartaron a tiempo para no verse arrastrados y no cayeron por muy poco. Sin daños personales, el avión y su grúa yacen ahora en el fondo del mar. Se desconoce si la Marina tiene planes para rescatar al menos la costosa aeronave.

Un F/A-18 Hornet despegando desde el USS Harry S. Truman.

Aviones submarinos

Para desgracia del nuevo comandante del Truman, ese McDonnell Douglas F/A-18 Hornet no estará solo, sino que hay otro que le hace compañía en las profundidades marinas desde el 6 de mayo, el día de las madres.

En la madre de alguien se tuvieron que acordar los dos tripulantes del Super Hornet durante una maniobra de apontaje —el aterrizaje naval—. En la toma, este tipo de aparato despliega un gancho en su panza que atrapa un cable de acero. El cable se repliega con un mecanismo que hace de amortiguador, y reduce la velocidad del avión de manera relativamente suave hasta detenerlo. De alguna manera, la aeronave enganchó mal el cable, perdió su anclaje, y siguió recto.

Sin energía ni velocidad para recuperar el vuelo, el cazabombardero conoció las aguas del mar Rojo. El helicóptero, que suele flotar a un lado de este tipo de buques para atender este tipo de emergencias, salió disparado a socorrer a sus pilotos, que se eyectaron. Tan solo sufrieron heridas leves, pero el Super Hornet no pudo ser rescatado y se hundió.

Cuatro incidentes graves para un barco de este tipo, con la pérdida de tres aeronaves, dos de ellas en una semana, son una acumulación de incidentes excesiva. La Marina afirma que el Truman está plenamente operativo. Sin embargo, funciona con tres aviones menos, cuyo coste combinado ronda los 200 millones de dólares, y que han sido perdidos por errores operativos. Cuando vuelva de su despliegue, alguien en el Pentágono le acabará echando cuentas al asunto, y las reuniones no van a ser un paseo en velero por el mar.

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