The Objective
Tecnología

Cuatro ideas tecnológicas para arreglar el problema de los apartamentos turísticos

Si un negocio generó el problema, no es descabellado pensar que otros puedan ayudar a resolverlo

Cuatro ideas tecnológicas para arreglar el problema de los apartamentos turísticos

Una turista llegando hasta un piso de alquiler turístico. | Jesús Hellín (Europa Press)

Airbnb se estrenó el 11 de agosto de 2008 como un recurso asequible para los viajeros incapaces de pagar el peaje de los hoteles en las ciudades más caras del mundo. Era una idea razonable, incluso romántica. Un propietario hacía hueco en el sofá-cama al invitado, le preparaba el desayuno y le daba algunos consejos sobre cómo disfrutar del lugar igual que un oriundo. Pero el fenómeno evolucionó hasta convertirse en lo que es hoy y a rebufo surgió la ola de los apartamentos turísticos, responsables de un cambio en la fisonomía urbana que convierte muchos cascos antiguos y zonas de moda en espacios vaciados de nativos y entregados al concepto parque de atracciones. 

Ante la gravedad de un problema que infla los alquileres y empuja a los vecinos a la periferia de la periferia, alcaldes de todo el planeta han ido moviendo ficha. En junio del año pasado, el socialista Jaume Collboni anunció que eliminará los 10.000 pisos turísticos registrados en Barcelona en 2028. Meses después, Collboni advirtió que no iba de farol: «La decisión es firme», zanjó para evitar cualquier especulación sobre una posible suavización de la medida

En Ámsterdam se permite en general un máximo de 30 noches por año para el alquiler completo de una vivienda turística y esta práctica se prohíbe en algunas zonas céntricas. Nueva York sólo autoriza este tipo de negocio para arrendamientos de menos de 30 días si el anfitrión está presente en la casa y recibe a un máximo de dos huéspedes. París exige que en el caso de las segundas residencias dedicadas a viajeros se accione un complejo y costoso trámite administrativo destinado a cambiar el uso de la propiedad. Vancouver sólo permite el alquiler turístico en la residencia principal. Y Berlín impone límites de todo tipo, aunque inicialmente el veto era total. 

Salvavidas tecnológico

Si un negocio generó en gran medida el problema, no es descabellado pensar que otros negocios puedan ayudar a resolverlo a lomos de la tecnología. Podría crearse, por ejemplo, un mapa impulsado por big data e IA para supervisar en tiempo real los alquileres turísticos por zonas, incluyendo el tipo de vivienda que se alquila, el precio que se paga y la duración de la estancia, de modo que los ayuntamientos (principal cliente) dispongan siempre de información de primera mano sobre las presiones ejercidas en cada rincón de la ciudad. Sería una herramienta tan escalable como municipios tiene España y podría adaptarse a cualquier país de la UE y, en última instancia, al resto del mundo. 

En esta misma línea, otra capa del mapa o una plataforma similar mediría la huella que ese turismo deja en las calles (ruido, suciedad, quejas vecinales, denuncias a la policía), constituyéndose así una suerte de termómetro de la presión turística

Cadena de bloques

Para atajar la abundancia de alquileres turísticos ilegales, ¿por qué no crear un sello digital de calidad basado en blockchain que acredite que el arrendamiento cumple la normativa aplicable? Sería obligatorio para todos los propietarios y ahorraría tanto a las administraciones locales como a la justicia trabajo y dolores de cabeza. 

Otra opción, explorada ya por compañías como Spotahome, consiste en incentivar fiscalmente contratos de duración media: en lugar de días, meses. Así podrían regularse sin demasiada regulación los precios del alquiler para residentes, alentando a la vez, más que el turismo de usar y tirar, la llegada de nómadas digitales e individuos más dispuestos a implicarse en las cosas de la ciudad. La observación deriva en conocimiento, y no hay observación sin calma. 

Publicidad